A propósito de los hechos acahecidos en el transcurso de los ultimos meses, en los que algunos países se han visto afectados por desastres naturales y otros hechos, han sido invadidos por las grandes potencias con la excusa de apoyarlos y restablecer el ejercicio de la democracia, ejemplos?, Haiti, Honduras, Libia…, sólo por hablar de algunos. Esta intervención deja de lado el respeto a la soberanía y a la libre decisión de estos pueblos sobre sus asuntos internos, contando para ello con la venia de los grandes medios de comunicación. El rol desempeñado por los comunicadores sociales en esta parte de la historia, lamentablemente va en contravía de su ética profesional, sumandose al ejército de personas que sólo escriben y hablan en beneficio de los dueños del poder economico y político y no en defensa de los muchos que siempre han vivido invisibilizados en el silencio.Por lo anteriormente planteado, creo es menester traer a nuestro momento actual el Discurso pronunciado por Albert Camus, al recibir el Premio Nober de Literatura en 1958:
“Al recibir la distinción con que vuestra libre academia ha querido honrarme, mi gratitud es tanto más profunda cuanto que mido hasta qué punto esa recompensa excede mis méritos personales.
Todo hombre, y con mayor razón todo artista , desea que se reconozca lo que él es o quiere ser. Yo también lo deseo. Pero al conocer vuestra decisión me fue imposible no comparar
su resonancia con lo que realmente soy. ¿Cómo un hombre casi jóven, todavia rico solo de dudas, con una obra apenas en desarrollo, habituado a vivir en la soledad del trabajo o en el retiro de la amistad, podría recibir, sin cierta especie de pánico, un galardón que le coloca de pronto, y solo, en plena luz?. ¿Con que estado de ánimo podría recibir ese honor al tiempo que, en tantas partes, otros escritores, algunos entrelos más grandes, estan reducidos al silencio y cuando, al mismo tiempo, su tierra natal conoce incesantes desdichas?
Sinceramente he sentido esa inquietud y ese malestar.
Para recobrar mi paz interior me ha sido necesario ponerme a tono con un destino harto generoso. Y como me era imposible igualarme a él con el sólo apoyo de mis méritos , no ha llegado nada mejor, para ayudarme, que lo que me ha sostenido a lo largo de mi vida y en las circunstancias más opuestas: la idea que me he forjado de mi arte y de la mision del escritor. Permitiendo que, aunque solo sea en prueba de reconocimiento y amistad, os diga, con la sencillez que me sea posible, cuál es esa idea.
Personalmente, no puedo vivir sin mi arte. Pero jamas he puesto ese arte por encima de toda otra cosa. Por el contrario, si él me es necesario, es porque no me separa de nadie y que me permite vivir, tal como soy, al nivel de todos. A mi ver, el arte no es una diversión solitaria. Es un medio de emocionar al mayor número de hombres, ofreciéndoles una imágen privilegiada de dolores y alegrias comunes. Obliga, pues al artista a no aislarse; muchas veces he elegido su destino más universal. Y aquellos que muchas veces han elegido su destino de artistas porque se sentían distintos, aprenden pronto que no podrán nutrir su arte, ni su diferencia, sino confesando su semejanza con todos.
El artista se forja en ese perpetuo ir y venir de sí mismo a los demás; equidistantes entre la belleza, sin la cual no puede vivir, y la comunidad, de la cual no puede desprenderse. Por eso, los verdaderos artistas no desdeñan nada; se obligan a comprender en vez de juzgar, y sin han de tomar un partido en este mundo, éste sólo puede ser el de una sociedad en la que según la gran frase de Nietzche, no ha de reinar el juez sino el creador, sea trabajador o intelectual.
Por lo mismo, el papel del escritor es inseparable de difíciles deberes. Por definición, no puede ponerse al servicio de quienes hacen historia, sino al servicio de quienes la sufren. Si no lo hiciera, quedaría solo, privado hasta de su arte. Todos los ejércitos de la tiranía, con sus millones de hombres, no le arrancaran de la soledad, aunque conscienta en acomodarse a su paso y, sobre todo, si lo consintiera. Pero el silencio de un prisionero desconocido, basta para sacar al escritor de su soledad, cada vez, al menos, que logra, en medio de los privilegios de su libertad, no olvidar ese silencio, y trata de recogerlo y reemplazarlo para hacerlo valeer mediante todos los recursos del arte.
Ninguno de nostros es lo bastante grande para semejante vocación. Pero en todas las circunstancias de su vida, obscuro o provisionalmente célebre, aberrojado por la tiranía o libre de poder expresarse, el escritor puede encontrar el sentimiento de una comunidad viva, que le justificara a condicion de que acepte, en la medidad de lo posible, las dos tareas que constituyen la grandeza de su oficio: el servicio de la verdad y el servicio de la libertad. Y pues su vocación es agrupar el mayor número posible de hombres, no puede acomodarse a la mentira y a la servidumbre que, donde reinan, hacer proliferar soledades. Cualesquiera que sean nuestras flaquezas personales, la nobleza de nuestro oficio arraigará siempre en dos imperativos difíciles de mantener: la negativa a mentir respecto de lo que sabe y la resistencia a la opresión.
(…)
Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podria hacerlo, pero es su tarea quizá mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida en la que se mezclan revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos y las ideología extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden destruirlo todo, no saben convencer, en que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión, esa generación ha debido, en si misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de sus amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir. Ante un mundo amenazado de desintegración, en el que nuestros grandes inquisidores arriesgan establecer para siempre el imperio de la muerte, sabe que debería, en una especie de carrera loca contra el tiempo, restaurar entre las naciones una paz que no sea la de la servidumbre, reconciliar de nuevo el trabajo y la cultura y reconstruir con todos los hombre una nueva Arca de la Alianza. No es seguro que esta generación pueda al fin cumplir esa labor inmensa, pero lo cierto es que, por doquier en el mundo, tiene ya hecha, y la mantiene, su doble apuesta en favor de la verdad y de la libertad y que, llegado el momento, sabe morir sin odio por ella.
Es esa generación la que debe ser saludada y alentada donde quiera que se halla y, sobre todo, donde se sacrifica. En ella, seguro que vuestra aprobación, quisisera yo declinar hoy el honor que acabaís de hacerme.
Al mismo tiempo, despues de expresar la nobleza del oficio de escribir, querría yo situar al escritor en su verdadero lugar, sin otros títulos que los que comparte con sus compañeros de lucha, vulnerable pero tenaz; injusto, pero apasionado de justicia; realizando su obra sin verguenza ni orgullo, a la vista de todos; atento siempre al dolor y la belleza; consagrado , en fin, a sacar de su ser complejo las creaciones que intenta levantar, obstinadamente, entre el movimiento destructor de la historia.
¿Quién, después de esos, podrá esperar que él presente soluciones ya hechas y bellas lecciones de moral?. La verdad es misteriosa, huidiza, y siempre hay que tratar de conquistarla. La libertad es peligrosa, tan dura de vivir com exaltante. Debemos avanzar hacia esos fines, penosa pero resueltamente, descontando por anticipado nuestros desfallecimientos a lo largo de tan dilatado camino, ¿Qué escritor osaría, en conciencia, proclamarse predicador de virtud?. En cuanto a mí, necesito decir una vez más que no soy nada de eso. Jamás he podido renunciar a la luz, a la dicha de ser, a la vida libre en que he crecido. Pero aunque esa nostalgia explique muchos de mis errores y mis faltas, indudablemente me ha ayudado a comprender mejor mi oficio y tambien a mantenermme, decididamente, al lado de todos esos hombres silenciosos, que no soportan en el mundo la vida que les toca vivir más que por el recuerdo de breves y libres momentos de felicidad y esperanza de volverlos a vivir.
Reducido así a lo que realmente soy, a mis verdaderos límites, a mis deudas y también a mi fe difícil, me siento más libre para destacar, al concluir, la magnitud y generosidad de la distinción que acabaís de hacerme. Mas libre también para deciros que quisiera recibirla como homenaje rendido a todos los que, participando en el mismo combate, no han recibido privilegio alguno y, en cambio, han conocido desgracias y persecuciones. Sólo me resta daros las gracias, desde el fondo de mi corazón, y haceros públicamente, en prenda de personal gratitud, la misma y vieja promesa de felicidad que cada verdadero artista se hace a sí mismo, silenciosamente, todos los días”.
Nota: La Academia tiene una gran tarea por delante, y es forjar nuevos profesionales, en todas las áreas, que sean capaces de develar la verdad, por dolorosa que sea, como la base para la construccion de una nueva sociedad, transformadora, sensible y mas que nada: H U M A N A.
SC
