Crisis alimentaria: el gran negocio de generar hambre

La tendencia alcista de los precios de los alimentos acaba de batir el récord registrado en 2008. Las causas son la especulación de los oligopolios, que median entre exportadores y compradores de productos primarios. Esos mismos intermediarios son además dueños de las patentes de las semillas transgénicas y de los fertilizantes y agroquímicos, lo que genera una dependencia del pequeño y mediano productor de las mismas compañías que luego fijan y especulan con los precios de los alimentos en el mercado. ¿Cuáles son las medidas que los estados y los pequeños productores agropecuarios deberían tomar para evitar la quiebra y que se garantice la alimentación básica a millones de personas?

El senado chileno suscribió días atrás un tratado internacional por medio del cual las semillas creadas por los campesinos e indígenas, que habitan esas tierras desde hace siglos y que son el resultado de la cruza de especies, son vendidas a empresas transnacionales y monopólicas como Monsanto, que aducen la legitimidad de su compra al tratarse de una nueva especie manipulada genéticamente por las compañías globalizadas. De esta manera, los pequeños productores se ven afectados, en todos los eslabones de la cadena de producción alimentaria. Precisamente éste es uno de los orígenes de la crisis alimentaria con precios récord que está experimentando el mundo actualmente y que crea el riesgo de que mil millones de personas se vean afectadas por la hambruna.

Se suele señalar que el alza de los precios de los alimentos se debe a que los países exportadores limitaron su producción y venta al exterior para protegerse de una eventual escasez y satisfacer así el mercado interno. Ésto produjo que los países que no producen alimentos suficientes se vieran afectados por la falta de alimentos básicos en el mercado mundial y por un ineludible aumento de los precios ante la baja oferta. Por cierto que no es el caso de la Argentina, que entró en crisis con Uruguay y Brasil, sus mayores competidores en las exportaciones de carne al exterior, justamente porque Buenos Aires y sus insensatos funcionarios de comercio exterior limitan nuestras ventas, destruyen nuestro mercado interno (que demorará décadas en recuperarse), y por si ello fuera poco cierran también las exportaciones industriales, recibiendo como represalia que nuestros principales vecinos tomen medidas análogas.

Sin embargo, aunque ésto se produjo a partir de mediados del año pasado, cuando el precio de los royalties alcanzó su pico más alto, fue una profecía autocumplida, ya que las sequías en los países productores fueron mínimas y la cantidad de producción alimentaria marcó un récord en 2010. El temor ante una supuesta escasez anunciada por el Banco Mundial el año pasado llevó a los productores a reducir la exportación, con lo que de hecho los precios se vieron afectados. Además, el incremento de la producción de maíz y azúcar para generar biocombustibles, también afecta a la producción alimentaria.

De acuerdo con un informe presentado por el Parlamento Europeo, la existencia de un intermediario entre los países productores y los importadores de materias primas, llamado mercado mundial de alimentos, es el que genera el verdadero incremento de los precios en un 50%, debido a su tendencia especulativa. Asimismo, según el organismo de la ONU que se encarga de la alimentación, la FAO, aduce que a pesar de que la exportación de alimentos iniciada a mediados de 2010 haya sufrido una caída, existen reservas que permiten afrontar 11 veces el déficit de los países importadores. Por eso, la mayor causa del aumento de precios no es la reducción de la exportación, sino que existe un oligopolio intermediario entre los exportadores y los compradores de alimentos, que son las empresas internacionales como Monsanto y Cargill (ambas con fuerte peso comercial cuasi monopólico en la Argentina), que almacenan grandes cantidades de materias primas para especular sobre el stock y por ende sobre los precios.

Por otro lado, las presiones de las compañías gigantes que dominan el mercado agrícola llegan a tal punto que fuerzan a ciertos países en dificultades económicas a que reduzcan la elaboración de un cierto producto para que lo adquieran en el mercado internacional, dominado por esas empresas. Esto se produce a través de las entidades prestamistas como por ejemplo el Banco Mundial, que otorgan créditos a altas tasas para que los países compren los productos que dejaron de fabricar, con el nocivo efecto de propiciar un mayor endeudamiento. Esta maniobra fue denunciada en marzo pasado por el relator de la ONU para el derecho a la alimentación, Olivier de Schutter.

No sólo la tendencia alcista de los precios de los alimentos va a perjudicar a mil millones de personas durante 2011, de acuerdo con el Banco Mundial, sino que los pequeños y medianos productores tienden a desaparecer en el mundo, dado que la cadena productiva (elaboración de semillas, insumos, intermediación y distribución) se concentra en pocas manos. Un ejemplo cabal es que “la clase media agraria” ya casi ha desaparecido de nuestro país.

La introducción de semillas genéticamente modificadas a través del Tratado de Comercio Mundial adoptado por varios países a comienzos de la década del noventa, acrecentó la dependencia de los fertilizantes y pesticidas, dado que este tipo de granos requieren de un mayor tratamiento químico para que la cosecha sea abundante. Esto sucede en India y ahora está por suceder también en Chile con la firma del tratado de venta de semillas. Los campesinos además se ven afectados porque la utilización de las semillas transgénicas produce mayores cosechas, pero se necesita comprar otra partida para volver a sembrar, lo que origina un enriquecimiento de los monopolios de granos y vuelca a los campesinos a solicitar nuevos créditos.

Muchos expertos calificados en agricultura estimulan una nueva revolución verde, pero el uso de transgénicos necesita de mayores pesticidas que contaminan el agua, matan al ganado, lo que produce un aumento del precio y envenenan al suelo, volviéndolo improductivo. Todos estos factores son nocivos para la seguridad alimentaria a largo plazo. Sería abundar repetir el reclamo de los ambientalistas que sostienen con propiedad que tanto elemento químico para engordar la renta acaba enfermando y matando a mucha gente.

El escenario ideal sería que entre los productores y los consumidores exista una regulación mundial de los alimentos que proteja a ambos extremos de la cadena del oligopolio de los especuladores. También, debería existir una mayor presión por parte de los estados, como el chileno, para que los pequeños campesinos no se endeuden y que no se vean obligados a comprar las semillas genéticamente modificadas, que lo único que va a producir es su desaparición y la contaminación del suelo y del agua. Pero el gobierno chileno asegura que se vio obligado a vender la semilla por los tratados de libre comercio suscriptos con Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. Esto mismo sucede en India. Los agricultores no logran pagar sus deudas con los proveedores de granos, fertilizantes y pesticidas, por lo que miles se suicidan anualmente. Santiago del Estero es un ejemplo más a la mano: muchos medianos pequeños y medianos productores directamente han quebrado y otros han debido enajenar sus herramientas de laboreo, para pagar deudas que contrajeron con el Banco Nación ¡hace casi treinta años!

Por eso, otra solución además de la regulación sería volver a la agricultura ecológica, con abonos naturales, dado que requieren de una menor cantidad de pesticidas y aunque a corto plazo produzcan menores cosechas, la tierra no se agota por el monocultivo, no se contamina con los agroquímicos y además no se requiere de la compra de las semillas transgénicas para volver a sembrar. Mientras el oligopolio alimentario controle el comienzo de la cadena productiva al ser proveedores de los insumos y luego intermediarios entre vendedores y compradores y además grandes influyentes en las decisiones de los organismos multilaterales de crédito, la desaparición de los pequeños y medianos agricultores, la contaminación de los suelos, el monocultivo y la tendencia alcista de los precios va a ser una realidad cada vez más cotidiana/Diario Panorama, enviado por GisXXI

RM