Nuestra historia de caminos y sueños

Por: Carlos Lucero/Aporrea

 Recomponer las sendas del inicio de nuestra emancipación, es tarea apasionante y en estos tiempos Bicentenarios, completamente necesaria. Al hacerlo, comprobaremos la inmensa envergadura que tuvo aquella empresa  de titanes que comenzó hace doscientos años. También en ella ocurrieron hechos no muy conocidos, y participaron personas que no han sido debidamente valorados y menos aún investigados, negándoseles, injustamente el homenaje que merecen.

A estos pioneros, el inicio de un proceso histórico, les demandó la suma de los esfuerzos de su vida. Es necesario pensar en las dificultades que debieron ser vencidas en aquellas heroicas jornadas del siglo XIX, cuando un puñado de soñadores sudamericanos se dio a la tarea de, no solo combatir al mayor imperio de la época, sino la de cambiar las ideas de los habitantes acostumbrados a sentirse súbditos de una lejana corona española. No obstante, la tarea de nuestros Libertadores fue coordinada, coincidente y efectiva, teniendo en cuenta que la primitiva manera de comunicarse de que disponían, muchas veces entorpecía con saña, las operaciones. Este recorrido por un tramo corto pero fundamental de la gesta independentista que presentamos, tiende a restaurar una parte del camino que liberó el sur del continente, para complementar el trabajo iniciado por el Libertador Simón Bolívar, en el norte de Sudamérica.

El Campo Histórico de El Plumerillo

Dicen que el nombre se lo puso el mismísimo José de San Martín cuando observó un arbusto de la zona, que produce un enramado parecido a un plumero. El lugar, originalmente de unas diez hectáreas, se encuentra en lo que hoy es el departamento de Las Heras, al norte de Mendoza, territorio del oeste argentino, ese entonces parte de la  provincia de Cuyo, de la cual el General San Martín se hizo nombra gobernador, para facilitar su tarea de formación y entrenamiento de un ejercito capaz, no solo de cruzar la más alta cordillera de hemisferio occidental, sino de vencer a las tropas realistas acantonadas en Chile.

Hoy, no es mucho lo que se ha hecho  para reavivar toda la gloria allí contenida. Pero existe un trabajo de especialistas que indican el sitio con precisión. Algunos empleados de Municipio se dan a la tarea de atender a la escasa concurrencia que logra saber de la existencia del Campo. No obstante, la recepción  es amable y precisa y nos da una idea de lo que a partir de 1814 comenzó a suceder. En este sitio cargado de historia, se puede comprobar una tarea de reconstrucción, que ayuda a que la imaginación configure detalles de la gesta. Allí se encuentran las rusticas edificaciones que albergaron a aquellos paisanos que acudieron al llamado de la historia. Adentro de los cuarteles de adobe reposan los sables, sus vestimentas, sus “tamangos” (especie de zapatos) sus armas, sus lugares de descanso. Hasta el mismo despacho de San Martín se deja ver en restauración apropiada. Objetos de la logística militar que se convirtieron en parte del Ejército Libertador del Sur que marchó bajo las órdenes de un general educado en el corazón del imperio español y hasta supo de lides en contra de Napoleón. Todos marcharon bajo un mismo estandarte bandera que se creó especialmente para la campaña. Ese distintivo, la llamada Bandera de Los Andes, albergó corazones peruanos, bolivianos, chilenos y argentinos que integraron las filas libertadoras. Dicen que habia llegado gente de  la banda Oriental y de Brasil. Junto al general José Gregorio de Las Heras, emprendió la expedición que lo llevaría hasta el hemisferio norte, rescatando libertades.

Para ilustrar la nota, Telesur escuchó la palabra de Rubén Miranda, alcalde del municipio Las Heras, caminó  por los pasillos de la casa de gobierno de Mendoza y llegó hasta la sala en la que se exhibe aquella bandera confeccionada por las damas Patricias y conversó con el orgullo de los voluntarios del cuerpo de Granaderos que la custodian las 24 horas. El éxito de la empresa libertadora culminaría en 1822, en Güayaquil, con el abrazo de los Libertadores José de San Martín y Simón  Bolívar,  sellando la solidez de su amistad y concurrencia de su causa.

El venezolano Guillermo Acosta Saignes nos entrega su visión de ese encuentro. Cita a Bolívar en una carta al colombiano Santander:

“…antes de ayer, partió de aquí el General San Martín,…no hemos hecho más que abrazarnos, conversar y despedirnos,…no hay género de amistad ni de oferta que no me haya hecho”.

Detengámonos en cada una de las imágenes, y tratemos de imaginarnos como pudo ser transitar junto a esos héroes, cómo fueron sus momentos inflamados de energía revolucionaria. Quizá alcancemos a sentir algo del compromiso que seguimos teniendo con  aquella empresa inconclusa.

Mendoza, Argentina♦