Argentina rima con Cristina

Carlos Lucero,  Desde Mendoza, Argentina.

Cuando los horarios del negocio futbolero lo permiten, se suele escuchar en los medios de la Argentina, la voz de algunos de los tantos comentaristas de mentalidad sicaria, aportando filosas  descalificaciones hacia el triunfo electoral de Cristina Fernández. Con voz de sabelotodo, señalan el peligro que encierra la reelección de este régimen que  estaría, en su seno, incubando gérmenes de autoritarismo izquierdista, similar a otros que se han enseñoreado en nuestro continente. Para corroborar  su paranoia, extraen, como con pinzas, frases del discurso de la presidente. De este modo, procuran extender a otros, sus miedos.

Particularmente, lo que me impresionó del mensaje triunfal de Fernández, no fue lo que dijo, sino lo que dejó de decir.

Quizá sea porque he tenido la extraordinaria experiencia de navegar y dejarme llevar por las calles de Caracas en brazos de la marea roja que se extiende de este a oeste cuando es convocada por la voz del líder bolivariano, confieso que en la noche de este domingo, extrañé los llamados a la unión de las naciones del continente. A pesar de las banderas y las comunicaciones telefónicas de los presidentes de la región, no oí nada que exaltara la integración de la Patria Grande. Recordé que me encontraba en un país que sigue manteniendo sentimientos aislacionistas, a pesar de  conformar  organismos regionales, que poco se nombran por acá.

Me llamó la atención  lo que faltó en las  palabras  de Cristina, o aquellas que no fueron pronunciadas, a pesar del bullicioso entorno que le reclamaba la mención del generador del movimiento que ella defendiera en sus años mozos. Quizá lo haya pactado así con su fallecido esposo y aspire a consolidad la figura del misterioso “él”. Todos sabemos que se refiere a Néstor Kirchner,  aunque pareciera que reemplazarlo por el pronombre personal, estuviera  convocando  a la conformación de un posible mito que respaldaría su proyecto. Sea como fuere,   en ningún momento la presidente aludió a la legendaria figura de Juan Domingo Perón ni a su esposa Evita. A pesar de que la multitud coreaba con insistencia estos nombres, ella, nada, como  si no escuchara. Como declarando “esto no es peronismo, es otra cosas”. En todo caso, reiteraba la invocación a  “él”, a su querido Néstor, pero sin nombrarlo.

¿Qué tendrá en mente la presidente? ¿Se siente acaso tan fuerte como para inaugurar su propia época en este país al que nadie ha podido cambiar tanto como debiera?

En todo caso, habría que solicitarle al gobierno que proporcionara mayor información sobre sus planes, para saber a qué deberíamos atenernos. No fuera que le pase como a ese caricaturesco plebiscito que se intentó el mismo domingo, colocando junto a las boletas de los partidos, un papel con un Si, y otro con un No. Si al caso vamos, el pueblo no supo de qué se trataba y por las dudas, se abstuvo de opinar. O directamente metió el papel con la palabra No. Esto constituyó más que un error comunicacional, esto significa que no habrá reforma constitucional en la Argentina. Lástima.

RM