El camino es al Estado comunal/ Para el debate

JM. Rodríguez
A veces he imaginado el campo de la revolución como un inmenso glaciar que baja entre las montañas. Su movimiento continuo, lleno de cambios,encrespamientos, fracturas y ruidos telúricos, perturba permanentemente

cualquier intento de vida calma. De manera continua se desprenden de él

toneladas de esfuerzos y palabras que tratan de dar respuesta a múltiples

situaciones y desesperanzas. Sin embargo, la metáfora del glaciar no es

bienaventurada, pues, ellos inevitablemente se desmoronan frente al mar

que, para una revolución como la nuestra, es electoral. Entiendo que el

llamado del Presidente, primero, cuando el 26/S, a las tres erres al cuadrado,

y ahora, luego del 7/O, a la reactivación de las comunas, tiene como

propósito eludir ese curso fatalista.

El peso electoral de este proceso político que vivimos es demasiado grande y

está siempre encima de nosotros, por lo que no es fácil restarle centralidad al

tema de aupar los logros y evitar aquello que cree dificultades para la victoria

electoral. Frente a esto no basta con afirmar simplemente que la gestión

gubernamental se debe ejecutar siempre bien, con eficiencia y para todos los

venezolanos. Es decir, y discúlpenme la simplificación reductora: la basura

debe ser recogida, en Catia y en la Lagunita, las casas, construidas y los

delincuentes, presos.

Digo esto para afirmar que, donde los revolucionarios tenemos que colocar el

centro del esfuerzo, es en la lucha para que el poder popular ocupe los

espacios institucionales del Estado burgués, cosa que es, en principio, una

tarea subversiva y, por lo tanto, diferente a la gestión de gobierno. Es una

tarea propia de los cuadros de la revolución, que son parte de esa gestión.

Fue este propósito el que me llevó a desarrollar, hace ya dos años, una serie

de puntos que intentan aclarar esta subversiva tarea y que ahora ha saltado

al primer plano con el llamado presidencial a impulsar a fondo el poder

popular. He corregido, modificado y actualizado esos puntos con la intención

de convertirlo en un documento dirigido, no a establecer pautas, que nadie

me lo ha pedido, sólo a generar la reflexión profunda sobre las cosas que,

pienso, una revolución socialista debe realizar. Veamos esos puntos.

1.- HABLEMOS DEL PODER POPULAR

Transferir el poder al pueblo no significa gobernar en su nombre, que es lo

que hacen las democracias burguesas. Tampoco es que gente del pueblo

que llegó a ser diputado, gobernador o alcalde gracias al voto popular, se

mantenga fiel a él. Y ni siquiera compartir el poder en una especie de

cogobierno burocrático-popular. Transferir el poder al pueblo es liquidar la

estructura del Estado burgués, y sus leyes, sustituyéndolo por el Estado

socialista donde una masiva Asamblea Nacional que, en nuestro caso debe

estar conformada por los delegados (no dotados de ningún derecho a la

permanencia) de todas las comunas confederadas en ciudades, y por los

miembros del alto gobierno, establezca el rumbo que el país debe tomar y

que, ese gobierno central, junto a los gobiernos de cada ciudad, estén

obligados a recorrer. Esa es la revolución que imagino, nada que ver con los

“socialismos reales” que conocimos.

Y decía que es una tarea subversiva no sólo porque hay que superar los

obstáculos del Estado burgués, sino porque hay que superar también los que

surgen desde el propio seno del gobierno revolucionario, cosa incomprensible

pues nadie que se llame revolucionario debería estar aferrado a cuotas de

poder. Nadie salvo los advenedizos con boina roja.

Esos advenedizos poderosos han hecho peso para que los diversos

consejos, propios de la organización del poder popular, no logren avanzar

significativamente. Los únicos que se han constituidos son los consejos

territoriales, los llamados consejos comunales, y son apenas un reflejo de lo

que se esperaba de ellos. En muchos casos su conformación ha sido tutelada

(cuando no secuestrada) por los intereses del alcalde, del gobernador o del

ministro. Esos consejos, como dijo el Presidente en algún momento, no

pueden aparecer “por decreto surgido desde arriba… tiene que ser como los

manantiales… vienen brotando desde abajo, desde la tierra, las comunas

deben brotar allá, desde la fuerza del poder popular… las comunas no son de

Chávez, ni decretadas por el gobierno, ni por la ministra, ni por el alcalde, ni

por el gobernador, ni por el partido…”

Peor es la situación de los demás consejos asociados a la formación y la

producción. Los consejos estudiantiles y los consejos de trabajadores apenas

existen como germen, exceptuando esos que, como comentaron los voceros

de una comuna, “se arman en una sala de batalla, montando rápidamente

una bloquera comunal o una carpintería comunal…” Las autoridades

universitarias y los sindicatos de la revolución, (que en la mayoría de los

casos son adecos de concepción y adecos de actuación), se oponen la

consolidación de estos consejos. Los más exitosos, por sus características

existenciales, son los consejos de campesinos.

Seguramente hay razones objetivas que dificultan su conformación, pero, sin

duda alguna que es la falta de claridad (y de convicción) en nuestros propios

funcionarios lo que ejerce un gran peso en contra. De ahí la importancia que

tiene decirles a ministros, gobernadores y alcaldes, y ahora también a

nuestros legisladores, que la mejor contribución que pueden hacer a la

revolución es entender que no son ellos la revolución, que su tarea es

revolucionaria si le ceden el paso, pero de verdad, al poder popular para que

él pueda destruir esta vieja forma de gobierno de la que forman parte.

2.- HAY EXPERIENCIAS COMUNALES QUE HAN AVANZADO

Comencemos por la siempre combativa sierra de Falcón. Allí sesenta y

cuatro consejos comunales han conformado la Confederación de la Sierra.

Se trata de un esfuerzo colectivo campesino, bolivariano y revolucionario que

se ha venido construyendo en los municipios de la sierra falconiana. Su

propósito es construir un territorio confederado bajo el control de un gobierno

popular, con la vista puesta fijamente en el socialismo y enfrentando los

cercos del poder constituido. Allí no hay autoridades que lo promuevan, por el

contrario, algunas de ellas se han empeñado en desconocer o minimizar ese

liderazgo colectivo y, lamentablemente, creo que han logrado cercarlos.

En el estado Lara, a las orillas del río Turbio, donde viven más de 60 mil

personas, se han consolidado 37 consejos comunales y 19 organizaciones

sociales y socio productivas, es la llamada Comuna Socialista Ataroa. Allí se

hizo una consulta popular sobre si querían conformarse como comuna, y la

respuesta fue tremendamente positiva. Su parlamento comunal, constituido

por representantes de todos los consejos comunales, han adelantado

iniciativas en salud, educación, construcción de viviendas, transporte,

comunicación, empresas socio productivas de propiedad social, alimentos,

energía, deportes, cultura, entre otras. Ellos afirman convencidos que “(la)

lucha es por la consolidación de este nuevo Estado comunal…”

Otra experiencia positiva, también en el estado Lara, ha sido la constitución

de la Red de Comunas Socialistas del Municipio Moran. Ellas crearon un

parlamento comunal conformado por 3 voceros o voceras de cada Comuna y

dos voceros o voceras de cada organización socio productiva o comunitaria

que aun no se haya agregado a alguna Comuna. Esta instancia se reunirá

ordinariamente una vez cada mes o extraordinariamente cuando lo

convoquen más de tres Comunas a través del parlamento comunal o de las

comisiones promotoras, para considerar aspectos de interés de las comunas

y organizaciones comunitarias adscritas.

En el caso de Caracas, concretamente en el municipio Libertador, hay cerca

de cuarenta y seis sectores urbanos que tratan de constituirse oficialmente

como comunas. Varias de ellas, como fruto de su trabajo y el apoyo

gubernamental, han logrado instalar herrerías, bloqueras, carpinterías y

panaderías. Algunas otras, como la comuna Martín Mosqueda en Santa

Teresa, están adelantando obras de construcción y rehabilitación. Sin

embargo, contra su avance y consolidación conspiran, por un lado, la

desatinada preocupación de muchos consejos comunales de suponer que la

comuna les quitaría protagonismo y, por otro lado, las dificultades que han

tenido para concretar los trámites para su registro. Ninguna de esas cuarenta

y seis comunas, o muy pocas de ellas lo han logrado. Lo más preocupante

es, a mi parecer, que estas comunas mencionadas imaginen que solventando

los problemas comunitarios y realizando proyectos socio-productivos puedan

alcanzar el “estado comunal”. Como si de un estado inmaterial se tratara.

3.- LA MESA DE LAS CUATRO PATAS

En los puntos anteriores expresaba mi convicción sobre que el esfuerzo

central de la revolución debe ser el empujar para que el poder popular ocupe

los espacios institucionales del Estado venezolano, que actualmente continúa

siendo un Estado burgués y no socialista. Paso ahora a tratar de desbrozar

ese camino.

En la definición que se ha venido construyendo del Socialismo del siglo XXI,

se ha intentado sintetizar nuestra herencia cultural, histórica y política: el

socialismo indoamericano, la resistencia cimarrona, la gesta independentista

y el bolivarianismo; todo ello bajo el análisis del marxismo científico del cual

el Presidente se declaró seguidor. En síntesis, el socialismo bolivariano que

buscamos será: comunal, colectivista, productivo, solidario, justo,

democrático, abierto y marxista.

Pero no basta con que se enuncie el carácter socialista de la revolución y que

la adjetivemos de la manera como lo hemos hecho. Para que este socialismo

se haga realidad, se requiere, como lo dice el Presidente, un programa que

impulse la transición y, también, la radicalización de la democracia participativa

y protagónica, “que pasa por…” y así lo dijo cuando se postuló, ante el CNE,

“acelerar el proceso de entrega del poder al pueblo…”

Para avanzar en democracia por ese camino se requeria crear las bases

jurídicas que le dieran organicidad al poder popular, y delinear los ámbitos de

actuación de ese poder estableciendo la propiedad social sobre esos ámbitos

y sobre los medios de producción. Y por ahí se intento caminar.

Para ello se aprovechó la amplísima mayoría del PSUV en la Asamblea

Nacional y el enorme respaldo popular del Presidente, aprobando reformas y

leyes que “faciliten” ese recorrido. Pero la revolución no se hace por vía

constitucional o legislativa, ellas son una ayuda muy importante, evita la

confrontación violenta, mientras la derecha no se valga de otra opción. La

revolución requiere, para construir el estado socialista, organizar y elevar el

nivel de conciencia de la gente, pues a las condiciones objetivas hay que

colocarle el sujeto para la transición.

La organización y la elevación del nivel de conciencia para lograr que

realmente se construyan el estado socialista, es tradicionalmente una función

del partido, es una tarea de los cuadros del partido, pero el PSUV no es un

partido de cuadros, él está hecho para la movilización y lo electoral, y eso lo

ha hecho bien. Quienes han venido supliendo esta función, conscientes o

empujados, son una parte (no muy numerosa) de los funcionarios de las

instituciones del Estado, cosa que seguramente les ha dificultado el accionar

que le es propio y específico, es decir, su gestión gubernamental. Siguiendo

con los ejemplos toscos: ¿recogen la basura, construyen casas y mantienen

a raya a los delincuentes, o trabajan en el desarrollo de la conciencia

ciudadana y las movilizaciones electorales?

Si hay algo de razón en el análisis, el avance de la revolución venezolana al

socialismo tendría, entonces, que apoyarse en un gran partido territorial

apabullante en las movilizaciones e invencible en lo electoral que permita

mantener el control sobre las estructuras del Estado, dentro de las reglas de

juego de la democracia burguesa y, por otro lado, una maquinaria

institucional, en todos los niveles del Estado, conformada por funcionarios,

que sin dejar sus tareas técnica-administrativas, sean, al mismo tiempo,

cuadros políticos que trabajen sin descanso en la organización y elevación de

la conciencia. Esta doble tarea no es posible sólo con voluntarismo, las

instituciones deben dejar a un lado la burocracia y la verticalidad para

convertirse, además de ejecutoras, en instrumentos de formación y

acompañamiento técnico. Para eso tendrían que ser lo más horizontales

posibles, abrirse al debate interno, estar en contacto permanente con las

bases populares y articularse eficazmente entre si. Cosa que, por ahora, sólo

viene ocurriendo en el sitio y momento donde va el Presidente.

Sintetizando todo este planteamiento diríamos que las cuatro patas donde

debemos apoyarnos para el desarrollo y consolidación de la revolución son:

I. Un gobierno central eficaz en el avance y eficiente en las tareas.

II. Un partido de masas que asegura la hegemonía electoral.

III. La puesta en marcha de la nueva cultura revolucionaria.

IV. La definición de las ciudades como territorios bajo gobierno popular, lo

que llamo ciudades-municipios.

Con las dos primeras patas no debería haber problemas, el gobierno debe

redoblar los esfuerzos para lo primero y la maquinaria electoral ya la

tenemos. Lo difícil están en las otras dos. Estamos lejos del desarrollo de la

conciencia, individual y colectiva, que son los valores indispensables que

cada revolucionario debe cultivar con la dedicación de un jardinero y a cuya

labor el ejecutivo debe prestar la mayor atención posible. Y la definición del

territorio para el ejercicio del poder popular, que es la cuarta pata, entró en

una ambigüedad sorprendente. No podía ser de otra manera, pues es eso

donde menos apoyo hay de parte de los actores del proceso y donde mayor

resistencia, por razones obvias, opone la derecha.

4.- LA BASE JURÍDICA DEL PODER POPULAR

En este cuarto punto quiero presentarles mis observaciones a la base jurídica

que se ha construido para la edificación del poder popular. Hay que

reconocer que hemos sido más efectivos aprobando reformas y leyes que

organizándonos en función de estos cambios. El Presidente empuja

permanentemente en esa dirección esperanzado en que, el poder popular, se

logrará. Pero, “deseos no preñan”, no basta con lo jurídico, ni es suficiente

con el apoyo del Ministerio de las Comunas. Los muros del Estado burgués

son potentísimos, la argamasa que une sus sillares ha sido curada durante

milenios de dominación de clase. Toda la cultura conocida está en dirección

contraria a este esfuerzo. Sólo la organización popular y la elevación de su

nivel de conciencia permitirá que el pueblo avance hacia la toma de esos

muros y sólo los destruirá si tiene unos nuevos valores que los sustituya. Esa

es la tarea de la revolución cultural y ella aún no ha sido emprendida. A

continuación mis preocupaciones con esas leyes.

A. Ley Orgánica de los Consejos Comunales. Fue la primera en lograrse,

era poca la experiencia y también las convicciones. Eso explica que el

concepto de gobierno popular, o en todo caso, de gobierno comunitario,

quedara limitado a una escueta mención en dos artículos. Y con el poder

popular, si descartamos las alusiones al Ministerio que lleva ese nombre,

sucede lo mismo. Creo que la poca presencia que tiene en esta Ley el

ejercicio del poder por parte del pueblo, se debe a la creencia de que los

consejos comunales son para la lucha reivindicativa: mejoras en el barrio, en

la vivienda, la salud y la alimentación. Esa mentalidad reformista se evidencia

en los artículos de las postulaciones, elecciones y actuaciones de los

voceros: allí se copia el parlamentarismo burgués, mandando al diablo su

designación directa por las asambleas de ciudadanos y ciudadanas y su

carácter rotativo y de sustitución inmediata por esas mismas asambleas.

B. Ley Orgánica de Participación y Poder Popular. La información que

conozco es que el proyecto de Ley llegó a la 2ª discusión, no se por qué no

fue aprobada. Ella, por su contenido, parecía estar diseñada para la transición

del Estado burgués al Estado socialista, lo cual la daba gran importancia. Sin

embargo, había demasiadas frases en ella que apuntaba, más bien, en la

dirección del poder compartido. La institucionalidad del Estado actual no

aparecía cuestionada, se mantenía tal y como lo conocemos. Lo único

novedoso era que aparecía, aunque disminuido, el poder popular, actuando

en “los pequeños espacios donde se debe profundizar la democracia, en lo

diferentes escenarios como: la familia, la comunidad, el trabajo…”

Se señalaba que las comunidades “podrán” incorporarse a la ordenación y

gestión del territorio. Esta conjugación condicionada del verbo deja entrever

que no necesariamente será así. Pero existían cosas más preocupantes: a

pesar que allí se decía que el ejercicio del poder era a través de los

gobiernos comunales, tal cosa, se aclaraba, será en cogestión, es decir: (un)

“proceso mediante el cual las comunidades organizadas conjuntamente con

el Estado…” ¿A que Estado estaría refiriéndose?

Por otro lado, no existía la palabra ciudad (ya hemos hablado, en otro

documento, exhaustivamente de esto), pero tampoco existía una unidad de

criterios entre formas urbanas y formas políticas (que las pudiéramos llamar

formas territoriales y formas sociales). Se hablaba de comunidad, entendida

como agrupación de familias, de ciudadanos y ciudadanas que habitan en un

área geográfica determinada y la señalaban como “el núcleo espacial básico

e indivisible del Estado Venezolano”. Tal cosa es equivocado porque el estar

asentado en un lugar no otorga, por si mismo, organicidad. La confusión

aumenta cuando, más adelante, en relación a las comunas, se las

caracterizaban como “La célula fundamental del Estado Comunal…” ¿Por

qué esa dualidad entre Estado venezolano y Estado comunal? La cosa

termino de enredarse al aparecer otra forma: la “Entidad Local”, que según

este proyecto de Ley, “es una demarcación territorial, que podrá contar con

una forma de gobierno…” ¿Será un eufemismo para no hablar de la ciudad?

Pero, como ya dije, ocurrió algo más preocupante: esta Ley se quedó en la

gaveta del parlamento después de su 2ª discusión. Lo que luego se aprobó

fue otra que consolida el dique que ya existía. Vamos a verla a continuación.

C. Reforma a la Ley Orgánica del Poder Público Municipal. Esta curiosa

reforma, en medio del proceso del poder popular, tiene doscientos noventa y

cinco artículos y en ninguno de ellos se menciona el poder popular, las

comunas o, tan siquiera, los consejos comunales. Pero, esta Ley comienza

diciendo en su artículo 1 que su objeto es: “el efectivo ejercicio de la

participación protagónica del pueblo en los asuntos propios de la vida local…”

Ella repite lo señalado en el artículo 168 de la Constitución Nacional, que es

una herencia cuartorepublicana: “el Municipio y las demás entidades locales

conforman espacios primarios para la participación ciudadana…” De igual

forma mantiene, la estructura religiosa de las parroquias con “facultades de

gestión, consultivas y de evaluación… la parroquia será gestionada por una

junta parroquial…” Así está dicho en su artículo 35.

No faltan los saludos a la bandera, en su artículo 71 se dice que “promoverá

la desconcentración del gobierno así como la descentralización para la

prestación de los servicios. En los procesos de desconcentración se

establecerán formas efectivas de participación ciudadana.”

Hay que llegar hasta el artículo 250 para encontrar algo que tenga que ver

con el enunciado del artículo 1 ya mencionado. Allí se dice que: “Las

autoridades municipales deberán promover y garantizar la participación de

los ciudadanos y ciudadanas en la gestión pública y facilitar las formas,

medios y procedimientos para que los derechos de participación se

materialicen de manera efectiva, suficiente y oportuna…”

Y los medios de esa participación, tal y como se listan en el artículo 258, son:

los cabildos abiertos, las asambleas ciudadanas, las consultas públicas, la

iniciativa popular, el presupuesto participativo, etc. etc. etc. La propia ley

adeca, pero elaborada en el 2009, cuando la Asamblea Nacional era, toda

ella,“roja rojita”.

D. Ley Orgánica del Consejo Federal de Gobierno. La conceptualización y

construcción de esta Ley es, en general, correcta. La organización de este

Consejo, tanto en la Plenaria como en la Secretaría, permitirá que las líneas

del Presidente sean llevadas adelante más allá de los temores y

prevenciones de ministros, gobernadores y alcaldes. Creo que está en

sintonía con lo señalado en relación con una de las cuatro patas donde se

soporta el poder popular, sin embargo, en el reglamento que posteriormente

se elaboró el retroceso es evidente, veámoslo.

E. Reglamento de la Ley Orgánica del Consejo Federal de Gobierno.

Aquí, al hablar de la formación de ese Consejo se deja de lado, no digo las

ciudades comunales, las propias comunas dejan de tener beligerancia para

dar paso a una selección, absolutamente arbitraria y descontextualizada, de

once voceros o voceras de los consejos comunales de Venezuela. El asunto

no está por el lado de que hay (o debería haber) más de 300.000 voceros o

voceras, sino que se excluyó la representación de las comunas, que es la

célula fundamental del Estado Comunal y el poder popular en ejercicio. No

hay duda que las tareas del Consejo Federal de Gobierno son

importantísimas para el futuro del socialismo, pero, sustituir al poder popular

real por una representación modesta y descontextualizada del pueblo

organizado, es demasiado grave. Serán el jarrón chino.

F. Ley Orgánica de la Comunas. Es la última y más contundente de estas

leyes. En su artículo 1 se dice que su objeto es “desarrollar y fortalecer el

Poder Popular, estableciendo las normas que regulan la constitución,

conformación, organización y funcionamiento de la Comuna…” Y

efectivamente, en todo el articulado que le sigue queda claro que se trata de

las instancias que permitirá la construcción del Estado comunal. No queda

tampoco dudas (a pesar de la indefinición) que ellas ejercerán el

autogobierno en el ámbito geográfico que “le correspondan”.

No pasa desapercibido que esta Ley omite cualquier referencia al municipio,

centrándose en las comunidades de ciudadanos que por su afinidad histórica,

cultural, económica, social y de vecindad, decidan integrarse. Igualmente es

sintomático que cuando habla de los planes de desarrollo comunal, establece

adecuarlos al Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación, a los otros

planes estratégicos nacionales y al Plan de Desarrollo Regional. En absoluto

menciona planes de desarrollo local, como si lo hace la Ley Orgánica del

Poder Público Municipal que acabamos de comentar.

Sin embargo, esta Ley también omite a la ciudad y a un posible gobierno

comunal sobre ella. Así lo interpreto luego de la lectura que hago de sus

artículos 5 y 6. Por su interés, los copio integralmente:

“Comuna. Artículo 5. Es un espacio socialista que, como entidad local, es

definida por la integración de comunidades vecinas con una memoria

histórica compartida, rasgos culturales, usos y costumbres, que se reconocen

en el territorio que ocupan y en las actividades productivas que le sirven de

sustento, y sobre el cual ejercen los principios de soberanía y participación

protagónica como expresión del Poder Popular, en concordancia con un

régimen de producción social y el modelo de desarrollo endógeno y

sustentable, según el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación.

Propósito. Artículo 6. La Comuna tiene como propósito fundamental la

edificación del estado comunal, mediante la promoción, impulso y desarrollo

de la participación protagónica y corresponsable de los ciudadanos y

ciudadanas en la gestión de las políticas pública, en la conformación y

ejercicio del autogobierno por parte de las comunidades organizadas, a

través de la planificación del desarrollo social y económico, la formulación de

proyectos, la elaboración ejecución presupuestaria, la administración y

gestión de las competencias y servicios que conforme al proceso de

descentralización, le sean transferidos, así como la construcción de un

sistema de producción, distribución, intercambio y consumo de propiedad

social, y la disposición de medios alternativos de justicia para la convivencia y

la paz comunal, como transito hacia la sociedad socialista, democrática, de

equidad y justicia social.”

Luego de revisar estas leyes y a la luz de la Constitución, me atrevo a afirmar

que las comunas, como forma de gobierno local, tiene una muy precaria

ubicación en el entramado del Estado venezolano. Pero, antes de buscar

como salir de esa precariedad, hablaré de este nuevo tipo de gobierno local.

5.- LA SUSTITUCIÓN DEL GOBIERNO MUNICIPAL

No son ilusiones pensar que la sustitución del Estado burgués por un Estado

comunal, como lo llamaríamos en Venezuela, pudiera comenzar, en

condiciones pacíficas, transfiriendo a la organización popular las funciones

administrativas de la municipalidad (alcaldías y cámaras). Tal cosa facilitaría

la generación de los gobiernos comunales, tantos como ciudades tenemos

(hay en Venezuela más de ochocientas que pueden ser llamadas así). Tal

cosa implica repensar la organización primaria de administración política en

que fue dividido nuestro territorio.

Los municipios venezolanos están caracterizados por tener, comúnmente, un

territorio extenso sobre el que una engañosa visión autonómica pretendió

desarrollar una gestión política y administrativa sin tomar en cuenta sus

problemas y potencialidades, y sin medir las capacidades sustentables que

ellos pudieran desarrollar. En nada se pareció al originario Ayuntamiento de

la vieja Europa. Fue intencional. En sus inicios la cuartarepublica los vio

como el reparto de cuotas de poder. Eran estructuras para la demagogia, con

muy baja capacidad productiva y severas deficiencias administrativas, todo lo

cual facilitaba su explotación salvaje por el capitalismo. Su posterior

autonomía, concebida dentro del pensamiento neoliberal, buscaba minimizar

la acción del gobierno central sustituyéndolo por pequeños gobiernos en

manos de los diversos grupos económicos regionales. La desaparición de la

unidad nacional era el objetivo.

Esta forma de asentamiento en el territorio y esta manera de organización del

poder sobre él, dejaba de lado el sentido de lo común que llevó a los

pueblos originarios del mundo, a establecerse en función de la potencialidad

real o imaginada y de su voluntad de apoyarse en sus propios esfuerzos para

construir el futuro. Las evidencias son apabullantes: un país dependiente de

la renta petrolera generó una organización político-administrativa burocrática,

torcida y parasitaria, al servicio de intereses que sólo benefician a

empresarios y dueños de la tierra. Tal realidad no dejaba espacio para el

desarrollo de los poderes creadores del pueblo.

Esta oscura historia ha hecho que los gobiernos municipales (a pesar de

estar ahora mayoritariamente en manos de boinas rojas) sean el principal

obstáculo para la conformación de los consejos comunales, paso previo a la

consolidación del poder comunal. La burocracia municipal ha secuestrado a

muchísimos de los consejos comunales que intentan organizarse,

despojándolos de su filo crítico y su potencialidad emprendedora. Ha logrado

que ellos terminen siendo unas simples organizaciones comunitarias

parasitarias tuteladas por los alcaldes y al servicio de su continuidad.

La posibilidad de que la revolución venezolana pueda quebrar totalmente el

poder de la burguesía sin necesidad de disparar un solo tiro, o en todo caso

muy pocos, pasa por superar esa primera muralla. Tal cosa permitiría

transformar nuestras viejas ciudades precapitalistas, en las ciudades para el

desarrollo del socialismo, desmontando la carga que estableció la burocracia

y el clientelismo político y rompiendo las relaciones impuestas por quienes,

durante siglos, concentraron el poder o se enriquecieron con su ejercicio.

De esta manera la confederación de consejos comunales podrá, cada una a

su propio ritmo (y con el acompañamiento de los cuadros del gobierno), ir

organizando sus comunas, integrándolas para conformar la ciudad socialista,

estudiándola para determinar su vocación y potencialidad económica. Es

decir, desarrollando el ciclo de trabajo que propuso el Presidente:

• Diagnóstico Popular;

• Plan Comunal;

• Presupuesto Comunal;

• Ejecución Comunal y

• Contraloría Comunal.

Todo como paso previo al ejercicio directo del gobierno local. Para ello la

ciudad y el gobierno central debe definir su territorio, más allá del área

urbana, y su actividades económicas fundamentales. De esto ya hablaremos.

De lo que se trata entonces es de convertir nuestras ciudades, siempre que

tengan una fuerte organización comunal, con clara definición de los bordes

de su territorio y de las potencialidades de desarrollo que tiene ese territorio,

en ciudades-municipios, que modifique la actual división política territorial,

permitiéndoles superar sus males y caminar con voluntad colectiva hacia un

futuro compartido.

6.- UNA ENMIENDA PARA EL GOBIERNO DE LA CIUDAD.

En documentos anteriores he desarrollado el tema de la ciudad. Centrándolo

en la absoluta convicción de que la comuna sólo existe cuando ejerce el

poder sobre su territorio. Pero no voy a volverlo a incluir aquí. Los

interesados pueden leerlo en la página de opinión de Ciudad Caracas del

martes 30 de octubre. Plantearé, más bien, que el camino a la modificación

de la estructura municipal actual para convertirla en gobiernos de las

ciudades, es absolutamente factible con la actual correlación de fuerzas que

hay en la Asamblea Nacional.

La modificación de la división político territorial que tiene cada estado

venezolano, es decir, sus municipios, es una facultad que el artículo 164 de la

Constitución Nacional otorga al Poder Público Estadal. De esta manera la

sustitución de los municipios actuales por ciudades-municipios es, en

realidad, una modificación a la actual división del territorio nacional en su

nivel primario que no altera la estructura fundamental municipal.

No estamos inventando nada nuevo, hay una larga historia en Europa de

organización del gobierno municipal de manera diferente a la que tenemos en

Venezuela, inclusive más participativa y menos controlada por los partidos

políticos que la nuestra. En España cada ciudad tiene su “Ayuntamiento” y en

la historia de esas viejas ciudades está impresa la asamblea popular como

forma de gobierno municipal, formas de gobierno cercano al pueblo a la que,

primero Marx y luego Lenin, le dieron mucha importancia para el desarrollo

de la revolución. La Comuna de París estaba formada por los consejeros

municipales, que eran responsables y revocables en todo momento. Para los

revolucionarios franceses la comuna era la unidad de la nación: “la forma

política que revistiese hasta la aldea más pequeña… y ellas elegirían la

delegación nacional de París…” Inclusive la constitución alemana de 1949

había un artículo que señala que los municipios, en vez de un órgano

colegiado, contaría con una asamblea comunal.

Se trata de una Enmienda. El artículo 136 de la Constitución Nacional,

establece la manera como se distribuye el Poder Público: “Poder Municipal,

Poder Estadal y Poder Nacional…” Esto no estaría en discusión, pues, no se

trata de cambiar tal estructura, sólo de modificar, en su número y ámbitos, el

Poder Municipal, que es una competencia del Poder Público Estadal.

La enmienda, según el articulo 340 de la Constitución Nacional requiere sólo

de la mayoría simple de la Asamblea Nacional (que es lo único con lo que,

seguro, podemos contar) para luego ser sometida a referéndum. Su objeto es

“la adición o modificación de uno o varios artículos de la Constitución, sin

alterar su estructura fundamental.”

Esta enmienda estarían centrada en el Capítulo IV Del Poder Público

Municipal. Allí se pudiera mantener los artículos 168, 169, 170, 171, 172 y

modificar los artículos 173, 174, 175, 176 y 177; para darle cabida al poder

comunal sobre los municipios.

Las ciudades-municipios, luego de aprobada la enmienda constitucional, será

la interpretación socialista de la estructura municipal. Se acabará el viejo

cuento burgués donde el gobierno municipal es el “más cercano” al pueblo,

ahora, será el gobierno del pueblo.

7.- LA NUEVA GEOMETRÍA TERRITORIAL

Estas ciudades-municipios formarían la nueva estructura politico-espacial

primaria que, a su vez, facilita su articulación en los Distritos Motores del

Desarrollo, coordinados por los gobiernos regionales (las gobernaciones) en

función del interés nacional.

Estoy hablando de que las ciudades venezolanas, grandes o pequeñas, en la

medida en que se desarrollan en ellas las comunas, con sus diversos

consejos, deberán convertirse en los nuevos municipios bolivarianos, dotados

de una poligonal, mucho más reducida, que incluiría, además de las tierras

urbanas, aquellas tierras no residenciales dedicadas al cultivo, a la cría, la

industria o cualquier tipo de producción que forme parte del sustento de esas

ciudades. Por ejemplo, la ciudad-municipio de Capacho, tendría los cultivos

de piña aledaños existentes, como factor fundamental de su sustentabilidad, y

la ciudad-municipio de Los Guayos, recibiría como parte de su potencial

económico la empresa nacionalizada Owens Illinois, que operaría bajo control

de su consejo de trabajadores. Igualmente estarían incluidos en esas

poligonales aquellos sitios o lugares naturales, turísticos y del patrimonio, que

son parte constitutiva del paisaje cultural de los ciudadanos.

Estaríamos conformando así las ciudades del futuro. Hablo de ciudades

dotadas de la capacidad de producir desarrollo y bienestar para todos sus

ciudadanos asumiendo los impactos sanitarios, ambientales, económicos,

sociales y culturales que de ello se desprenda, minimizando lo negativo. Con

capacidad de abastecerse de recursos y de deshacerse de residuos y con

sus propios planes de desarrollo endógeno, un nuevo instrumento de

planificación que tiene como propósito central facilitar una más directa

articulación de los esfuerzos dirigidos a producir desarrollo sustentado sobre

los valores y potencialidades de los diversos municipios-comunales.

Insisto que no será posible el desarrollo de estas ciudades socialistas sin la

adecuada planificación de sus núcleos de producción y sin que los consejos

de trabajadores y trabajadoras le impriman a estas ciudades, el sello de la

conducción proletaria. Y no está de más, dejar claro, que cuando hablo de los

núcleos de planificación, pienso también en una Comisión Central de

Planificación, absolutamente necesaria para establecer las líneas maestras.

8. ¿POR QUÉ NEGAR ESTO?

Es curioso constatar que, más allá de los dogmáticos del marxismo-leninismo

o de aquellos intelectuales de izquierda que se siguen imaginando la

vanguardia revolucionaria, hay una evidente oposición a estas formas del

poder popular dentro de la propia revolución.

Por su importancia, voy a copiar, primero, dos declaraciones públicas de altos

funcionarios del Estado afanados en señalar que no está planteado, de

ninguna manera, la sustitución de la estructura actual de alcaldías y consejos

municipales. En contraposición copiaré la declaración hecha por Aristóbulo

Isturiz en su discurso en la Asamblea Nacional, repetido luego en el inicio de

la campaña electoral para la gobernación del estado Anzoátegui.

“La ministra para las Comunas y Protección Social, Isis Ochoa… en una

entrevista para el canal Venevisión… precisó que esta política (de las

comunas) no tiene como finalidad desplazar a las alcaldías ya que están

garantizadas en el artículo 173 (de la Constitución Nacional), que atribuye a

estas la facultad de crear condiciones para generar entidades locales dentro

de sus territorios…” Ciudad Caracas, jueves 1 de noviembre del 2012

“El diputado a la Asamblea Nacional (AN) por el Partido Socialista Unido de

Venezuela, Jesús Faría, señaló este martes en el programa Entre Periodistas

que transmite Televen, que el verdadero propósito del Estado comunal, no

es, como se ha difundido, acabar con la República o eliminar gobernaciones

y alcaldías, sino permitir, a través de un modo de participación directa, que

las comunidades se organicen, «impulsen políticas, que tengan espacios para

el debate, la discusión y la toma de decisiones, y algo que es fundamental:

que tengan la posibilidad material de reformar su hábitat y generar y manejar

recursos». Aporrea 30 de octubre de 2012.

Y, ahora, Aristóbulo Isturiz: “Los mejores gobernadores serán aquellos que

primero desbaraten las gobernaciones; los mejores alcaldes serán aquellos

que primero desbaraten las alcaldías y les transfieran competencias y poderes

a los consejos comunales…”

9. LAS TAREAS PARA AVANZAR EN ESA DIRECCIÓN

Si bien la enmienda a la Constitución Nacional es necesaria hacerla lo antes

posible, la sustitución progresiva de los actuales municipios por las ciudadesmunicipios,

requerirá de decisión y voluntad revolucionaria, y de años de

esfuerzos y fracasos. Esos esfuerzos debe comprometer a toda la estructura

gubernamental y a todos los revolucionarios en múltiples tareas que las

organizo en tres tipos:

1. Tareas para la formación:

a. Dar instrucciones a todos los responsables del gobierno a nivel central,

estadal y municipal para que empiecen a transferir la ejecución de los

proyectos y tareas a los consejos populares, en todas sus vertientes

(trabajadores, campesinos, estudiantes y comunidades). Sin hacer

distingos con la orientación ideológica de esos consejos.

b. Asignar a los profesionales del Estado la tarea de darle

acompañamiento técnico a las comunas constituidas. Los gobiernos

regionales y locales de oposición, tendrán que hacer lo propio.

c. Preparar una amplísima campaña (debería ser una misión), dirigida

por el Ministerio de la Cultura, para el cambio cultural que promueva la

disciplina, la cooperación, la solidaridad, la productividad y condene el

individualismo, la corrupción y el consumismo. Que la oposición vea

que hace frente a eso.

2. Tareas para la constitución:

a. Impulsar la confederación de los diversos consejos para conformar las

comunas. Incluyendo los que son de oposición.

b. Delinear los dos bordes que conformarán el espacio políticoadministrativo

de las ciudades a ser gobernadas por esas comunas: el

espacio urbano y el espacio de sustento y recreación de ella.

c. Definir participativamente sus planes de desarrollo, integradas a los

distritos productivos, y sobre las potencialidades que ellas tienen.

d. Entregar a las comunas ya constituidas, el trabajo de atención a los

desequilibrios urbanos (responsabilidad sobre vivienda), sociales y

económicos; estableciendo la corresponsabilidad y coordinación entre

ellas y los gobiernos locales, regionales y el ejecutivo central.

e. Ir transfiriendo a las comunas los medios de producción de interés

social, incluyendo todos los ejidos urbanos y los terrenos baldíos. Tal

cosa no afecta la propiedad individual de las edificaciones que estén, o

se construyan, sobre esa tierra, siempre y cuando estén destinados a

vivienda y a actividades comerciales y productivas de carácter familiar.

f. Crear la Comisión Central de Planificación, que será siempre la que

establecerá las líneas maestras para los núcleos de planificación de

las ciudades-municipios.

3. Tareas para el aseguramiento:

a. Comprometer a los candidatos a gobernadores y alcaldes para las

próximas dos elecciones, a que su gestión estará condicionada a

lograr esta nueva forma de poder.

b. Ser implacables con ministros, presidentes, viceministros, directores

generales y alto mando militar; igualmente con esos gobernadores y

alcaldes, que no cumplan con tales políticas y no demuestren

honradez, firmeza y eficacia en su ejecución.

10.- EL CASO DE CARACAS

Caracas no es sólo el centro neurálgico de la Nación. Tiene que ver con

aquello de “seguir el ejemplo que Caracas dio…” Fue vital en la

independencia y lo será en este proceso revolucionario, a pesar que ella ha

sido la propia ciudad del subdesarrollo capitalista.

Tres aberraciones marcaron su crecimiento: liquidación de su pasado

histórico, manos libres a la especulación de la tierra y las migraciones

masivas desde el campo abandonado. El terrible daño de la exclusión está

hecho. Es casi imposible, ahora, enderezar los entuertos de la estructura

urbana que soporta la ciudad sin apelar a vaciamientos y traslados masivos,

que es cosa tan aberrante como las causas que originaron tales entuertos.

Son enormes las devastaciones físicas y sociales, que este crecimiento

informe y perverso produjo. Me estoy refiriendo a la segregación de la

población que excluyó a los pobres de toda área urbanizada lanzándolos a

ocupar aquellos lugares en los empinados cerros donde la voracidad

inmobiliaria aún no se había posicionado. Esos lugares se ocuparon con

precarias viviendas, edificadas en terrenos banqueados con las uñas, y

muchas veces regados con sangre (el concepto capitalista de salario no

incluye el costo de la vivienda y aún así lo continuamos viendo). Y como si

fuera poco, esos lugares, desprovistos de los servicios más elementales y de

espacios públicos equipados, siguen azotados por la delincuencia. ¿Qué

revolución es esta?

Sobre Caracas pesa, y he aquí el asunto, una complicación adicional: una

estructura administrativa y jurídica incoherente que creó artificialmente una

alcaldía metropolitana inútil frente a cinco municipios autónomos (fue parte de

las manipulaciones políticas de aquellos que infiltraron, desde el comienzo, la

revolución bolivariana). Esto descompuso perversamente la gobernabilidad

de la ciudad. Y luego, con la pretensión de restar influencia a esa alcaldía

metropolitana cuya perniciosa existencia siempre fue evidente, se creó un

gobierno del distrito capital que (a pesar de su eficaz trabajo) no es tal. Todo

esto ha sido una torpeza política nuestra.

Este fraccionamiento del gobierno de la ciudad, junto a la circunstancia de

que esa alcaldía metropolitana y cuatro de los cinco municipios, están en

manos de la oposición, hace muy difícil planificar su futuro. Pensar que, a

pesar de esto, sea posible desarrollar un verdadero poder popular es una

ingenuidad. Los consejos comunales que se puedan constituir estarán, como

sucede con los demás municipios del país, mayoritariamente bajo control de

la alcaldía respectiva, y controlados por la contrarrevolución, o en todo cado

bloqueados por ella. Y esta situación político-electoral no parece reversible a

corto plazo. Habrá que esperar las elecciones de abril del 2013 para saber si

hay cambio significativo en estos problemas señalados.

¿Qué hacer en tal situación? Liquidar, lo más rápidamente que se pueda, el

voluntarismo inorgánico con el que el gobierno opera en Caracas, creando, al

margen de lo electoral, una autoridad única que centralice todas las acciones

que realizan en esta ciudad los diversos organismos públicos. No hablo de

una persona sino de un Consejo de Gestión Metropolitano, o como se quiera

llamar, integrado paritariamente por funcionarios de gran experiencia y

capacidad demostrada y delegados patriaomuerte de los consejos comunales

confederados en comunas. ¿El propósito? Poner en marcha en todos los

barrios de la ciudad, con todas las instituciones posibles y los consejos

populares existentes, el Plan del Buen Vivir. Tal Plan no sólo tiene que ver

con la vivienda y su equipamiento, debe asumir, bajo la dirección de ese

Consejo de Gestión, los asuntos de transporte, servicios metropolitanos,

vialidad, equipamiento urbano y, la seguridad. Esta es una tarea a corto y

mediano plazo, y debe extenderse por toda la ciudad como una demostración

de la capacidad, la disciplina y la seguridad que puede ofrecer el socialismo.

Si las elecciones próximas en diciembre, y las de abril del 2013, nos son

favorables, como se espera, podemos ir luego a un referéndum que convierta

en constitucional este experimento. Es decir: sustituir la estructura actual por

la de un distrito capital de verdad, que contenga a los cinco municipios

reestructurados en comunas, con un alcalde (ahora sí mayor), elegido por los

ciudadanos del distrito, y cinco intendentes que estarían bajo la coordinación

obligatoria de esta autoridad distrital. Esos intendentes serían designados y

supervisados por la confederación de comunas de cada municipio, siendo de

libre nombramiento y remoción en cualquier momento por las asambleas de

esas confederaciones (esto no sólo es importante sino además muy bueno).

Ellos actuarían como administradores de la ciudad en sus localidades

específicas, con casi todas las mismas competencias que ahora tienen los

alcaldes tradicionales. Y no hay que tener ningún temor a la presencia aquí

de voceros de consejos comunales de la derecha.

En manos de la autoridad distrital electa quedaría todo aquello que tiene la

escala metropolitana: el plan general de ordenación urbanística, con sus

patrones de crecimiento, densidades y usos; el abastecimiento de alimentos,

la disposición de residuos y desechos sólidos; los servicios metropolitanos,

vías rápidas y corredores e interconexiones viales; el transporte (sistema

metropolitano superficial y las interconexiones hacia los barrios); el sistema

de salud, de educación, de seguridad ciudadana y el sistema metropolitano

de espacios públicos.

Para esto, y sustituyendo a las actuales cámaras municipales, las asambleas

de voceros y voceras de las comunas confederadas, designaría en cada

municipio, además del intendente local, a los delegados a la Asamblea del

Distrito Capital (igualmente de libre nombramiento y remoción en cualquier

momento), en proporción al número de comunas locales. Esta asamblea

sería la máxima autoridad de la ciudad (por encima del alcalde mayor). La

propia democracia participativa en toda su plenitud, con escuálidos y todo.

Octubre 2012