Eleazar Díaz Rangel

«Probablemente el caso venezolano es el que más elementos de intencionalidad informativa ha acumulado en los medios de comunicación. Las políticas del presidente Hugo Chávez, su locuacidad, su discurso provocador y los intereses de las grandes corporaciones en el país, han desencadenado que la información sobre Venezuela haya superado todos los límites de la obcecación mediática contra un gobernante pulverizando los libros de estilo, los códigos éticos y los principios deontológicos del periodismo», escribe Pascual Serrano.
Esa política se inicia en forma descarada en El País en el 2002, cuando apoyaron el golpe de abril, desde entonces no ha tenido descanso, y se ha reavivado en ocasión de cada elección, cuando sus pronósticos han sufrido tantas derrotas como la oposición venezolana, y ahora, con motivo de la enfermedad y convalecencia de Chávez, sin respetar los más elementales principios éticos ni la dignidad del paciente.
De manera que lo que hicieron con esa fotografía fue una canallada, como acertadamente la calificó la presidenta argentina Cristina Fernández, enmarcada en esa política editorial. No se trató de algo excepcional, de un involuntario error. Sólo que esta vez se excedieron, se pasaron de maraca, como dirían en nuestro país, y ahora tendrán que correr con las consecuencias, con el desprestigio de la marca, su pérdida de credibilidad y los efectos de la demanda que introducirá el gobierno venezolano.
¿Qué hará El País con su libro de estilo? La pregunta tiene toda la pertinencia, porque no sólo se supone que fue su guía para el trabajo diario de su personal periodístico sino que fue motivo de estudio en las escuelas de periodismo de muchos países de América Latina. Ahora ha sido abiertamente violado por el mismo periódico, como lo viene haciendo desde hace algún tiempo, y en particular respecto a sus informaciones sobreVenezuela, Ecuador y Bolivia.
(Yo les escribí señalándole una grave omisión en las normas de redacción, que mereció una respuesta aceptándola y prometiendo (nov 1990) corregirla “cuyo momento ahora mismo no puedo precisar”, escribió su Jefe de Redacción. Transcurrieron siete años y seis ediciones sin que lo hicieran).
¿De que servirá ese libro ahora, si ni lo usan ni lo respetan sus periodistas? Y a propósito, ¿este será un caso para estudiarlo en las cátedras de Periodismo Informativo y de Ética de las escuelas de Comunicación Social?/UN