La ofensiva de Járkov visto por rusia

Por: Henry Pacheco

Hace diez días, las tropas rusas intensificaron los bombardeos transfronterizos en el norte de Járkov. Los movimientos terrestres ofensivos comenzaron la mañana del 11 de mayo y tras un avance rápido, las tropas rusas han alcanzado municipios como Lyptsi o Volchansk, donde se producen actualmente batallas urbanas. Al contrario de lo advertido en los primeros días, aunque el avance de una decena de kilómetros en territorio ajeno supone una ruptura con el estancamiento general que en gran parte de los sectores sufre el frente, Rusia no ha llegado aún a la primera línea de defensas ucranianas. Sin embargo, la facilidad con la que ha alcanzado varias zonas urbanas ha puesto de manifiesto la escasa preparación ucraniana de la zona de la frontera más allá de los sectores fortificados, lo que contrasta con la preparación rusa del frente de Zaporozhie, donde las topas ucranianas quedaron atrapadas en los campos minados mucho antes de alcanzar la línea Surovikin.

Desde el inicio de la apertura de este frente, las autoridades ucranianas han dudado entre si utilizar los hechos para presionar a sus socios en busca de más armamento, fundamentalmente sistemas Patriot, para lo que era preciso exagerar el peligro, o negar dificultades. De ahí que el discurso de diferentes representantes ucranianos haya oscilado entre la idea de que todo se encuentra bajo control y la cancelación de la agenda internacional del presidente debido a la gravedad de la situación. “Las fuerzas rusas siguieron avanzando a marchas forzadas hacia el noreste de Ucrania, acercándose a un pueblo situado a unas 10 millas del anillo exterior de Járkov y haciendo temer que la ciudad pueda quedar pronto al alcance de la artillería”, los Estados Unidos a hacer lo necesario para impedir “la caída de la segunda ciudad de Ucrania”.

Más de una semana después del inicio de los movimientos rusos al norte del oblast de Járkov, la incertidumbre sobre las capacidades y los objetivos rusos perduran, aunque hay ya ciertos aspectos que van perfilándose. Quizá el más importante es la debilidad ucraniana en términos de preparación del terreno para una ofensiva que Andriy Ermak lleva meses anticipando y de la que también advirtió Estados Unidos según la portavoz del Departamento de Estado. En cuanto a Rusia, los hechos confirman la fortaleza de sus tropas y una mayor disponibilidad de efectivos y material con los que abrir un frente sin dejar al descubierto los ya activos. A partir de ahí, los medios y expertos occidentales han debatido esta semana el objetivo de la operación y sus posibilidades de éxito. Lo han hecho a partir del análisis de la cantidad de tropas y material disponible y, en ocasiones, desde visiones escasamente objetivas, siempre sin tener en cuenta las declaraciones rusas. “El presidente ucraniano Volodymyr Zelensky afirmó que Rusia podría estar buscando capturar la ciudad de Járkov, mientras que Putin dijo que no tiene planes de hacerlo”, escribía el sábado Deutsche Welle, dando más credibilidad a las palabras del presidente ucraniano, pese a que son las de su homólogo ruso las que son coherentes con los hechos.

Una larga entrevista publicada por Lenta.ru, un medio generalista ruso cercano a las posiciones del Kremlin, es representativa del punto de vista ruso, las posibilidades de sus tropas y los objetivos a corto plazo que pudieran estar buscando. En ella, Sergey Poletaev, analista militar y cofundador del Proyecto Vatfor, una de las fuentes que siguen al día el conflicto ucraniano, se refiere tanto a los cambios en las estructuras del Ministerio de Defensa como a la situación actual y las perspectivas de futuro. En relación al nombramiento de Andrey Belaúsov, Poletaev ve una actitud similar a la de Josef Stalin que, pese a ser técnicamente el comandante en jefe durante la Segunda Guerra Mundial, no intervenía en las cuestiones militaresEl nombramiento de un ministro sin experiencia militar es una garantía de que el Estado Mayor seguirá siendo quien defina y lleve a cabo la planificación de las operaciones militares sin interferencias políticas.

En referencia a la situación de la guerra en sí, Poletaev presenta una visión realista de lo que ocurre actualmente en Járkov. “Basándonos en lo que vemos ahora mismo, esta no parece una apertura completa de un segundo frente, algo de lo que se ha hablado mucho durante toda la primavera”, explica para añadir que, “por el momento, parece un golpe secundario cuyos objetivos pueden ser distraer la atención, engañar a las tropas y extender a las ya menguantes reservas ucranianas”. En caso de éxito, continúa, “el siguiente objetivo es crear una zona de amortiguación, es decir, alejar el frente al menos 15 kilómetros de la frontera. Eso protegería significativamente Belgorod. No de forma completa, pero, por ejemplo, los sistemas lanzacohetes múltiples Vampire ya no podrán alcanzar la ciudad”.

Respondiendo a la pregunta de si el aumento de la asistencia militar de Estados Unidos cambiará el equilibrio de fuerzas, Poletaev niega esa posibilidad y observa desde el final de la contraofensiva ucraniana una defensa activa rusa planificada partiendo de la base de la creencia de que el suministro de ayuda militar iba a reanudarse mucho antes de lo que se ha producido. Y aunque entiende que la asistencia occidental incluirá misiles y munición para la defensa aérea, “en el mejor de los casos, solo restablecerá el nivel que las Fuerzas Armadas de Ucrania tenían el pasado otoño y ya entonces era bastante limitado”, por lo que da por hecho que “será imposible dar la vuelta al conflicto y derrotar [a Rusia] en el campo de batalla a manos de Ucrania, independientemente de cómo se realice el suministro”. Poletaev da por hecho también que “antes o después, se levantará el veto al uso de misiles de largo alcance contra los viejos territorios rusos”, algo para lo que Rusia debe estar preparada. El experto se sorprende incluso de que ese tabú no haya desaparecido aún. “Algo les está conteniendo”, afirma. Ese algo parece ser Estados Unidos, cuyo secretario de Estado ha vuelto a afirmar esta semana que Washington no anima a Ucrania a atacar territorio ruso. Al contrario que el veto británico, que parece ya ser historia, por el momento, Estados Unidos no ha hecho lo propio, como muestran las quejas del Gobierno ucraniano.

Desde el punto de vista ruso, las posibilidades de Ucrania pasan por mantenerse a la defensiva, por lo que se insiste en la guerra de desgaste para agotar al oponente, con lo que “sería posible crear nuevos puntos de ofensiva similares a Járkov, por ejemplo, cerca de Sumi, o en otros lugares, aunque no para una ruptura profunda rápida, sino para extender las fuerzas del enemigo y privarle de reservas”.

Las palabras y el análisis de Poletaev son claros y solo puede achacársele su actitud poco crítica con la estrategia de la guerra de desgaste, que da por hecho que se trata de una opción y no de una elección por descarte al carecer de los recursos para lograr de forma más directa una victoria (sea cual sea la definición de victoria de Rusia). “No espero ninguna ofensiva estratégica grandiosa siguiendo el modelo de la Operación Rumiantsev, Kutuzov o la liberación de la margen izquierda de Ucrania en 1943”, afirma confirmando que Rusia no tiene “ahora mismo las herramientas militares”. La guerra, constata, “es más como la Primera Guerra Mundial, en la que los ejércitos permanecieron básicamente en el mismo lugar durante los cuatro años”. Las aspiraciones de avance rápido, de caída de Járkov o incluso de ir más allá de Ucrania son fruto únicamente de la propaganda y no existe en el pensamiento realista ruso ninguna de esas opciones. Las cifras que se manejan de efectivos rusos en Járkov rondan las 30.000 que, como recuerda el cofundador de Vatfor, es inferior a los efectivos utilizados por Ucrania en su intento de capturar Rabotino el pasado verano.

La situación de frente estático permanente “significa que actualmente no es posible irrumpir a través del frente y desarrollar exitosas fuerzas acorazadas y de aviación, que se formaron en la Segunda Guerra Mundial y se desarrollaron en la época de posguerra. Así que, ni nosotros ni el oponente tenemos las herramientas para una ruptura estratégica del frente”, admite para añadir que ese es el motivo del uso de infantería y de pequeñas unidades, grupos que, como máximo, ascienden a niveles de compañía de asalto.

En este símil de Primera Guerra Mundial, a la que se han añadido satélites de inteligencia y, sobre todo, drones, la realidad muestra una creciente fortaleza rusa, aunque sin posibilidad de dar un golpe lo suficientemente contundente como para derrotar a una Ucrania debilitada, aunque con acceso a la continua asistencia de sus socios. De ahí que, pese a no contar con los recursos para infligir a Moscú la derrota militar a la que aspira, no pueda darse por hecho el colapso de Ucrania con el que aún sueña Rusia.