El método reaccionario de que la víctima sea el héroe

Por: Pascual Serrano

Dentro de las tantas cosas que han cambiado, quiero destacar dos figuras: el héroe y la víctima. Y aquí el papel de la izquierda está siendo fundamental. Es evidente que prestar atención a las víctimas tras una tragedia es un acto de justicia. La historia ha demostrado su injusticia muchas veces ignorándolas, ya se sabe ese dicho de que la historia la escriben los vencedores. Por tanto, los movimientos dirigidos al reconocimiento de las víctimas están guiados por la mejor de las intenciones.

Lo que no parece tan claro cuando esa solidaridad llega hasta el punto de darle a la víctima la categoría de referente ético, de infalible en sus posiciones e incluso de héroe. Para ser víctima no hace falta tener ningún mérito ni virtud, simplemente soportar un sufrimiento injusto, no te convierte en más valioso, solo en digno de resarcimiento y reconocimiento. Sin embargo, hoy vivimos casi unas “Olimpiadas del victimismo”, en la medida en que parece que, cuanto más víctima se es, más razón se tiene y en más héroe te conviertes. Pueden merecer nuestra empatía y reparación incluso, pero no deben ser un referente.

En la historia de la izquierda, nuestros héroes, victoriosos o no, eran personas que lucharon por un ideal colectivo, que abanderaron causas independientemente de que fueran o no víctimas. En cambio, hoy, los nuevos héroes, tienen como único mérito haber sido víctimas y no luchar por un bien colectivo. Por eso hoy el héroe es La Veneno o el Jocker, en lugar de La Pasionaria.

En las paredes de la antigua cárcel Modelo de Barcelona, el único preso que se rememora en un grafiti en sus muros es El Vaquilla, un delincuente común de la década de los ochenta que se hizo popular por sus atracos y robos de coche, y que enfermó de SIDA y murió en prisión. Es decir, los nuevos héroes son personas que sufren, que quizá se rebelan contra su desgracia, pero que en modo alguno lideran movimientos colectivos liberadores.

El héroe lucha por la colectividad, puede vencer o no. La víctima solo lucha por él y siempre pierde. Como se cultiva y se promociona la misericordia y la compasión, en lugar de la dignidad y la rebeldía, se exalta al segundo, a la víctima y no al héroe.

Como ha señalado Susan Neiman en libro “Izquierda no es woke”, la izquierda ha convertido en protagonista de la historia a la víctima, en detrimento del héroe, concediendo valor al trauma y convirtiendo el victimismo, en lugar de su superación, en motivo de orgullo. “En la actualidad, ese caché ha sido sustituido por otro: proclamar un origen más desdichado que el tuyo en realidad garantiza una nueva forma de estatus”.

“’¡Nunca olvidaremos!’ constituye un requerimiento para recordar el sufrimiento. Sin embargo, soportar el sufrimiento no es de ningún modo una virtud, y rara vez genera alguna. El victimismo debería servir para legitimar reivindicaciones de restitución, pero una vez empezamos a ver el victimismo per se como la moneda del reconocimiento, vamos camino de desvincular por completo el reconocimiento, y la legitimidad, de la virtud”, afirma Neiman.

El victimismo es muy rentable políticamente. A la víctima no se le piden explicaciones. La figura de la víctima es «el sueño de cualquier tipo de poder», dice Daniele Giglioli en Crítica de la víctima (Herder), porque «es irresponsable, no responde de nada, no tiene necesidad de justificarse».

Ricardo Duda señala en un columna en Ethic que “La víctima, así, no solo nos despierta simpatía o se garantiza la impunidad, sino que se convierte en el héroe de su tiempo. Pero la víctima es pasiva; no hace, sino que le hacen. ¿Cómo puede ser un héroe alguien que no hace nada?”. Duda recoge una escena elocuente de Los Simpson. En Radio Bart, el episodio 13 de la temporada 3 de Los Simpsons, Bart esconde una grabadora en un pozo y se hace pasar por un niño atrapado llamado Timmy. El pueblo se vuelca en la historia, con una conversación que Duda nos transcribe:

Homer: «Ese pequeño Timmy es un verdadero héroe»

Lisa: «¿Qué es lo que lo convierte en un héroe?»

Homer: «Bueno, se ha caído a un pozo… y no puede salir»

Lisa: «¿Y por qué eso lo convierte en un héroe?»

Homer: «Bueno, ¡ya ha hecho más que tú!»

Como dice Duda, “el episodio es de hace 31 años, pero resume también nuestra época”.

Si nos fijamos bien, existe una brecha generacional en la concepción del héroe. Son las nuevas generaciones las que han renegado de la figura del héroe como el individuo que lucha por la justicia y el bien común, para dejar paso a la víctima como nuevo héroe. Eso lo ha percibido claramente Hollywood, en sus películas, en contra de la lógica de las películas de acción, el prototipo de héroe no es precisamente un jóven, es alguien mayorcito: Bruce Willys, Mel Jibbson, Liam Neeson o incluso Harrison Ford como Indiana Jones con más de ochenta años y, claro, siempre es un hombre.

Saben que es el público más maduro el que se va a sentir más identificado con ese héroe.

El diario El País recordaba el pasado enero que Antonio Banderas estrenaba El protector con 62 años. Harrison Ford (80) vuelve como Indiana Jones o Tom Cruise (60) a Misión imposible, a la estela de Liam Neeson (70) o Jeff Bridges (73)

En 2022 vimos a Brad Pitt (59 años) en Bullet Train, Liam Neeson (70) en La memoria de un asesino y El mediador, Mel Gibson (66) en Misión Panamá, Sylvester Stallone (76) en Samaritan, Jeff Bridges (73) en la serie The Old Man, o Nicolas Cage (58) en El insoportable peso de un talento descomunal.

Para los jóvenes de ahora, los héroes no son humanos, son los seres sobrehumanos de Marvel, no podrán encontrar referentes en el mundo real. Ahí los superhéroes no humanos son siempre de menos de 40 años. Para el mensaje ideológico reaccionario es importante que los jóvenes ni busquen ni pretendan buscar referentes de héroes en humanos reales.

¿Por qué ha tenido lugar ese cambio generacional en los referentes de héroes? Pues porque el público que se identifica con el héroe tradicional es un público mayor, los jóvenes ya se han desconectado del modelo de héroe que lucha con la colectividad o la justicia, su héroe, su modelo a admirar, es la víctima. Solo los personajes de ficción con poderes sobrehumanos luchan por el bien común. Atrás quedó la escena de Arma Letal, de 1987, donde Danny Glover pronunció la famosa frase exasperada “¡Estoy demasiado viejo para esta porquería!”. Y tenía 41 años. En cambio, los héroes de las películas de hoy todos tienen la tarjeta dorada de Renfe.

No puede rebelarse una sociedad si no tiene referentes que se sublevan y se enfrentan al poder. Si, por el contrario, al que ven reflejado como héroe es alguien cuyo único mérito es haber sufrido y ser víctima, no pueden encontrar objetivo alguno que sea movilizarse contra la injusticia. Solo hay misericordia y compasión para el perdedor. Ese es el método paliativo para creer que estamos luchando contra la injusticia.

Parafraseando a Susan Neiman, tristes tiempos en los que la autoridad te la proporciona lo que el mundo te ha hecho a ti y no lo que tú has hecho en el mundo.

(Tomado de Mundo Obrero)