Una expresión que marcó el camino

Por:Juan Hernández Machado

Premio Nacional de Filatelia 2012

Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba


¡Condenadme no importa, la historia me absolverá!

Así finalizó el joven doctor Fidel Castro Ruz su autodefensa por el asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953. Todos los presentes en esa oportunidad, aún sus enemigos, se dieron cuenta que se enfrentaban a algo nuevo nunca antes visto: la certeza del orador en sus convicciones y en que finalmente, a pesar de todas las dificultades, triunfaría y el pueblo cubano tendría lo que se merecía desde hacía mucho tiempo.

Como es conocido, después del golpe de estado que diera Fulgencio Batista en Cuba el 10 de marzo de 1952, Fidel Castro comprendió que no era posible cambiar nada en Cuba por los métodos políticos tradicionales, sino que era necesaria una acción armada para iniciar el camino hacia el derrocamiento de la dictadura y la ejecución de los cambios necesarios en la patria.

Así concibió atacar los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, para lo que logró reunir a más de cien seguidores, los que ejecutaron las acciones en ese día de julio, amparándose en los carnavales que tenían lugar en la importante ciudad del oriente cubano.

Las acciones fracasaron en ambos lugares, por diversas razones, pero sirvieron para demostrar un rasgo característico de la dictadura: su brutalidad.

En Santiago cayeron en combate seis revolucionarios: Renato Guitart Rosell, Flores Betancourt Rodríguez, Gildo Fleitas López, Guillermo Granados Lara, Pedro Marrero Aizpurúa y Carmelo Noa Gil, mientras 54 fueron asesinados después de haber sido torturados despiadadamente, y fueron presentados como caídos en la lucha.

El ojo certero de varias personas sirvió para darse cuenta que la ropa con la que vistieron a esos asesinados no tenía impactos de bala ni grandes manchas de sangre, los que ocurren cuando usted es una baja en un enfrentamiento armado. Esto, además de posteriores testimonios que se obtuvieron sobre las torturas y los asesinatos, confirmaba los mismos.

En Bayamo ocurrió algo similar; participaron 28 jóvenes y ninguno de ellos murió en combate. Sin embargo, diez de ellos fueron capturados posteriormente y asesinados de forma brutal.

Unos pocos lograron escapar de ambas acciones y una buena parte de los asaltantes fue detenida en los días posteriores.

La intervención de personas de honor dentro del sistema judicial cubano, profesionales y las autoridades eclesiásticas, así como la gran repulsa popular que causaron los asesinatos cometidos con los atacantes, obligó a la dictadura a detener la masacre y a juzgar a los prisioneros.

Muchas fueron las maniobras por parte de la dictadura en contra de Fidel- hasta hubo planes para asesinarlo en la prisión de Boniato donde se encontraba-, pero finalmente tuvieron que iniciar el juicio contra los moncadistas, como pasaron a llamarse esos jóvenes patriotas a partir del 26 de julio, contando inicialmente con la presencia de Fidel. El juicio, bajo la Causa 37, se inició el 21 de septiembre de 1953.

La Causa 37 incluyó a los jóvenes de la Generación del Centenario que apresaron después de las acciones del 26 de julio de 1953 y salvaron la vida por diferentes motivos, así como a un grupo de políticos, comunistas y otras personas que la dictadura consideraba que estaban vinculados con ellos.

Fidel participó en las dos primeras sesiones del juicio colectivo, los días 21 y 22 de septiembre en el Palacio de Justicia, donde más de cien acusados, participantes reales en las acciones o no, fueron encartados. Ejerciendo su derecho como abogado, Fidel ejerció su defensa y pasó de acusado a acusador de los desmanes del régimen.

Sus declaraciones fueron demasiado incendiarias para permitir que continuaran, por lo que fue separado del resto de los encartados. No obstante, sus primeras dos intervenciones junto a sus hermanos de ideales y de armas sirvieron para demostrar lo justo de sus acciones porque habían ido a reclamar, por las armas, lo que la dictadura le había robado al pueblo de Cuba después del artero golpe de estado del 10 de marzo de 1952.

Su juicio, en solitario, tuvo lugar el 16 de octubre 1953 en una salita de enfermeras en el Hospital Civil de Santiago de Cuba, constituida en Tribunal de Urgencias. Estuvieron presentes solo dos letrados, seis periodistas y más de cien oficiales y soldados.

El abogado Fidel Castro volvió a sorprender a todos los presentes- y al mundo cuando se conociera su intervención posteriormente- por la claridad con la que planteó la situación cubana en detalles, lo que le sirvió para emplazar y denunciar al régimen por todas las atrocidades que había cometido.

Esta alocución de auto defensa pasaría a la historia como La historia me absolverá, un programa, El Programa del Moncada, que establecía con bastante claridad cuáles eran los principales problemas de Cuba que había que resolver.

“Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siguiera viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!1

El joven revolucionario dejó bien claro que había sido José Martí, el Héroe Nacional cubano, quien los había inspirado para con sus acciones tratar de terminar con el régimen oprobioso que había echado por tierra todo lo de bueno, honrado y justo que el Apóstol deseaba para el pueblo de Cuba y por el que diera la vida el 19 mayo de 1895.

Un momento conmovedor fue cuando expuso con claridad precisa las torturas y asesinatos cometidos contra los asaltantes de los dos cuarteles, algo que la tiranía no pudo impedir ni tampoco convencer a nadie que no lo habían cometido.

Con esas palabras, no quedaba duda alguna de la determinación de la figura principal de ese movimiento de jóvenes, quien pasó a describir los principales problemas del pueblo cubano, que fueron los que motivaron que existiera el asalto al Moncada como intento inicial para derrocar a la dictadura y resolver los mismos:

  1. El problema de la tierra. Los campesinos sufrían del desalojo, muchos no tenían tierras y el 85% de quienes la poseían, debían pagar renta por la misma, mientras que las mejores tierras del país estaban, en forma de latifundio, en manos de empresas extranjeras y de los cubanos más acaudalados.
  1. El problema de la industrialización. Las principales industrias cubanas eran la del azúcar, tabaco, café, fundamentalmente propiedad de intereses extranjeros- en especial estadounidenses- y de los cubanos más ricos. Además, nuestros productos se exportaban a los Estados Unidos como materia prima para luego tener que comprarles los productos terminados.
  2. El problema de la vivienda. Más de 400 000 familias de las ciudades y el campo vivían hacinadas y casi dos millones y medio de personas pagaban altos alquileres por las viviendas que habitaban.
  3. El problema del desempleo. Existía más de un millón de desempleados y sub empleados, dentro de una población de menos de seis millones de personas.
  4. El problema de la educación. Una gran parte de la población cubana era analfabeta. La infraestructura educacional para el pueblo era atrasada e insuficiente, especialmente en las áreas rurales.
  5. El problema de la salud. La mayoría de la población infantil en el campo sufría de parásitos, no existiendo condiciones aceptables de atención médica ni en el campo, ni accesibles para las masas desposeídas en las ciudades. En muchas ocasiones dependían de la caridad pública para recibir atención médica.

Los asaltantes, de tener éxito en su acción, pensaban emitir cinco leyes revolucionarias, basadas en lo siguiente:

  1. Devolver al pueblo la soberanía y proclamar la Constitución de 1940 como verdadera ley suprema del Estado.
  2. Reconocer la propiedad inembargable e intransferible de la tierra a todos los colonos, sub-colonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocuparan cinco o menos caballerías de tierra.
  3. Otorgar a obreros y empleados el derecho a participar del 30% de las utilidades en las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras.
  4. Conceder a todos los colonos el derecho a participar en el 55% del rendimiento de la caña y cuota mínima de 40 000 arrobas a los pequeños colonos que llevasen tres años o más de establecidos
  5. Confiscar todos los bienes de los malversadores de todos los gobiernos anteriores mediante tribunales especiales con facultades plenas.

Además, quedó bien claro en la intervención del compañero Fidel que la política cubana hacia América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y de generoso asilo a todos los perseguidos políticos provenientes de naciones hermanas.

Fidel fue condenado a 15 años de prisión; cuatro moncadistas, entre ellos Raúl Castro, fueron condenados a 13 años de prisión; otros 22 fueron condenados a 10 años de prisión y tres fueron condenados a tres años de prisión, mientras que las dos mujeres participantes en las acciones, las heroínas Haydée Santamaría y Melba Hernández, fueron sentenciadas a siete meses de cárcel.

Los hombres cumplieron sus sentencias en el llamado entonces Presidio Modelo de Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud). Las dos mujeres cumplieron sentencia en la prisión femenina de Guanajay en las afueras de La Habana.

Después de salir de prisión por el indulto presidencial que fuera provocado por la presión popular, Fidel Castro marchó a México a preparar las condiciones para reanudar la lucha armada en Cuba. Esto se produjo con el desembarco del yate Granma el dos de diciembre de 1956 y en menos de tres años de una intensa lucha guerrillera, con el incondicional apoyo del pueblo en las acciones clandestinas en las ciudades, la dictadura de Batista fue derrocada y el primero de enero de 1959 triunfó la revolución.

Algunos escépticos- o mal intencionados- pensaron que el joven jefe guerrillero carecía de experiencia política para dirigir el país y cumplir su palabra empeñada años atrás, pero erraron el cálculo.

Como una tromba marina en la cual se involucró al pueblo, Fidel Castro y sus seguidores comenzaron a cambiar el país por completo: en la agricultura, la industria, la vivienda, la educación, la salud, el deporte, la cultura en todas sus manifestaciones y, poco a poco, aquellos elementos planteados durante el juicio de octubre de 1953 se fueron convirtiendo en realidad, a la vez que surgían elementos nuevos como el de convertir a Cuba en un país de hombres de ciencia.

Así planteado en 1959 pudiera haber parecido otra locura o una expresión más, al igual que se pensó de La Historia me Absolverá cuando la pronunciara, pero se trabajó en esa dirección y en el año 2021, la pequeña y bloqueada Cuba, con sus propios medios y personal científico, creó varias vacunas con las cuales protegió a su población de la COVID- 19 y ayudó a pueblos hermanos y amigos a combatirla. A escala mundial Cuba quedó muy por delante de varios de los principales países desarrollados del llamado primer mundo.

El 15 de octubre de 1960, el Comandante en Jefe anunció que el Programa del Moncada se había cumplido. Al nacionalizarse para esa fecha las empresas extranjeras, se habían cumplido los objetivos antiimperialistas y de liberación nacional.

Años después, el Comandante en Jefe visitó la tumba de nuestro Héroe Nacional José Martí, su Maestro- el que fuera autor intelectual del Moncada- y en las fotos que circularon de dicha visita, parado en posición de atención frente a la tumba, sentimos que Fidel le dijo que lo que fuera considerado como el Programa del Moncada se había cumplido con creces, que vivíamos en una nueva Cuba sostenida por su ideario, con un pueblo unido bajo la dirección de su Partido, que ha enfrentado los retos más duros que se pueden imaginar y que ha salido victorioso, un pueblo noble que ha sabido compartir lo que tiene con otros y gracias a ello millones de personas en otras latitudes son hoy un poco más libres, tienen los principios básicos de la educación, y son más saludables, entre los muchos beneficios logrados gracias a la cooperación internacionalista cubana.

Han transcurrido 70 años de aquella memorable declaración de principios y Cuba se encuentra en uno de los momentos más difíciles de su historia debido a las medidas coercitivas impuestas por las dos últimas administraciones estadounidenses que fortalecieron el bloqueo aplicado desde inicio de los años 60 del pasado siglo por el gobierno de Estados Unidos para ahogarnos.

Sin embargo, con la misma vehemencia con la que se abrazaron sus palabras en esa ocasión se trabaja convencidos de que pese a todas las adversidades saldremos de este momento difícil y ampliaremos con creces los avances obtenidos en todos los aspectos de ese programa que fuera cumplido en esencia a menos de dos años del triunfo revolucionario.

Y eso es posible porque Fidel nos lo enseñó, con su ejemplo y con su actuar, y porque, aunque desapareciera físicamente hace varios años, está donde quiera que exista un revolucionario cubano, porque ¡Yo soy Fidel! Y eso no es simplemente una consigna, sino una actitud ante la vida.

1 Castro Ruz, Fidel. La historia me absolverá. Instituto Cubano del Libro, 1973. Página 108.

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