Equipo Colarebo
Es tal la impunidad y la soberbia de los funcionarios seleccionados por encargo de los políticos tradicionales, que creen que con idearse tramas ingenuas, como las imagina un niño al justificarse ante la abuela involucrando a una tropa de duendes montados en unicornios dorados, todos les creemos.
Ellos saben que ese cuento de un duendecillo travieso por Buenaventura entrando contrabando en barquitos de papel, no convence. Esa historieta para colorear, es para el juez y el equipo que investiga y juzga, es decir sus propios compinches.
Este caso tan mentado de Pacho Malo y sus fechorías apañadas por los altos mandos de la Fiscalía, y aún no se sabe quién más, devela la debilidad de los entes de control en Colombia, que son aparentemente engañados con argumentaciones torpes. Y no pasa nada.
La sociedad colombiana es ultrajada por todo tipo de funcionarios, delincuentes de cuello blanco, que se creen con superpoderes que los facultan para actuar sin dios ni ley.
Por donde el actual gobierno destapa, hay ollas podridas, sean instancias ejecutivas, legislativas, direcciones, ministerios, cuerpos diplomáticos, fuerzas armadas, organismos de control, contratos, concesiones, Cortes ya no tan altas.
En el país, la corrupción ya se desbordó de sus “justas proporciones” (Turbay Dixit), y son excepciones los políticos y militares que no participan del festín, a expensas del erario, del bien común.
Ser político o General se convirtió en la nueva forma de acumulación de capital.
El Gobierno de Petro es atacado a diario con todo tipo de artimañas. Se entorpecen las funciones, se riegan mentiras por los medios de comunicación, se manipula la opinión pública, se maquina, se urden intrigas, se efectúan acciones de falsa bandera, se convoca a golpes de estado. La tarea es demostrar que no hay otra posibilidad, sino que sigan mandando los de siempre.
El mandato social y político del pueblo, que se tiró a las calles e impulso la retadora y dura tarea de transformar a Colombia en una sociedad democrática, con equidad y en paz, no termina con este gobierno y eso debe ser un sentido de acción.
Para tener una Colombia más justa y humana al Gobierno le toca impulsar, posibilitar y cuidar los caminos para que el pueblo organizado participe en las calles y campos y le dé fuerza a su gestión institucional.
Los esfuerzos colectivos que están en curso, para construir una fuerza política y social que apoye y luche por profundizar las reformas y se convierta en sujeto de las transformaciones, deben estar en el centro de la actividad de todos los demócratas y revolucionarios.
No hay tiempo que perder ni se pueden dispersar las fuerzas ni los recursos.
