Por Álvaro Castellanos
La Vorágine (1924) es una novela del escritor huilense José Eustasio Rivera Salas, nacido en 1888 y fallecido en 1928, con apenas 40 años. Rivera murió de un derrame cerebral, consecuencia de una crisis de fiebre y convulsiones, producto de las secuelas del paludismo y otras enfermedades que sufrió en su estadía en la selva, mientras trabajaba como abogado en la delimitación de las fronteras con Venezuela.
La dramaturgia Juan Gil (1911) para teatro y el poemario Tierra de promisión (1921) completan la producción literaria de José Eustasio Rivera que, al morir, se encontraba en Nueva York gestionando la traducción de La Vorágine. En los últimos meses de su vida, el autor colombiano estaba escribiendo una novela llamada La mancha negra, con el petróleo como temática central, pero esta obra fue declarada perdida.
José Eustasio Rivera escribió La Vorágine entre 1921 y 1923. En ese período, se radicó en Sogamoso tras la muerte de su papá y, posteriormente, hizo un recorrido que comenzó por Barranquilla, Puerto Cabello, La Guaira y Puerto España, como integrante jurídico de la llamada «Comisión limítrofe colombo-venezolana».

Al visitar zonas apartadas de Colombia y Venezuela, José Eustasio Rivera fue testigo del abandono gubernamental sobre la población rural de ambos países y, luego, de las condiciones de esclavismo que vivían indígenas y campesinos del Amazonas por culpa de la explotación cauchera. Durante ese extenuante recorrido, Rivera concibió gran parte de La Vorágine, terminada el 21 de abril de 1924 en Neiva y publicada en el segundo semestre del mismo año por la Editorial Cromos.
El manuscrito de la novela, escrita a mano en un cuaderno de contabilidad, se encuentra en la sección «Raros manuscritos» de la Sala de seguridad de la Biblioteca Nacional de Colombia, luego de que la institución se lo comprara a Sergio Calderón, sobrino-nieto del escritor.
El argumento de La Vorágine
La Vorágine es una novela de más de 300 páginas, dividida por un prólogo, tres partes y un epílogo. La voz narradora, en la mayoría del libro, es de su protagonista Arturo Cova, un poeta bohemio que huye al Casanare con su amada Alicia, una joven de familia rica y obligada por su familia a casarse con un hombre adinerado y mayor, quien aprovecha sus conexiones para inventarse una condena de cárcel contra Cova.
En su huida, Arturo y Alicia son acogidos por Fidel y, su pareja, Griselda, con quienes cultivan vínculos entrañables. Cuando un estafador y mercenario cauchero llamado Barrera termina secuestrando a las mujeres, Arturo y Fidel lo persiguen por Vichada, Vaupés y Guaviare hasta llegar al Amazonas, donde finalmente encuentran a las mujeres y cobran venganza contra el victimario.
Al final de La Vorágine, Alicia tiene un bebé con Arturo y los tres tratan de huir en una lancha. Pero, al ser baleados por bandoleros y asediados por «apestados», terminan internándose en la selva sin dejar rastro. En el epílogo de la novela, el cónsul de Manaos (Brasil) le escribe una carta a un ministro colombiano en la que indica que los buscaron por cinco meses y no hay «ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!».
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De todo nuestro pretérito solo quedaría perdurable la huella de los pesares, porque el alma es como el tronco del árbol, que no guarda memoria de las floraciones pasadas, sino de las heridas que le abrieron en la corteza.
Los personajes de La Vorágine
Arturo Cova es el protagonista de La Vorágine. Un intelectual tolimense, joven, mujeriego y aventurero. De carácter pasional, trágico, existencialista y a veces delirante, huye con su amada al oriente y sur de Colombia para enfrentarse a sus propios celos, a la fiereza selvática y a la maldad humana de la época de explotación cauchera al sur del país. «Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar, y me lo ganó la violencia», declara Cova en el arranque de la primera parte de La Vorágine.
Alicia es una joven bogotana con las aptitudes de una mujer de su tiempo perteneciente a una clase social acomodada. Buena para la costura y para tocar el piano, mala para montar a caballo y alérgica al sol, la caracterización de su personaje varía radicalmente de acuerdo con el ánimo de la voz narradora del protagonista, a quien culpa por haberla condenado a la selva. «En verdad no es linda, mas por donde pasa los hombres sonríen», dice Cova sobre ella.
