VIOLENCIA COMPARADA

UN ANALISIS HISTÓRICO ENTRE VENEZUELA Y COLOMBIA

Capítulo 4

Periodo colombiano.

Continuando con el capítulo anterior, se tiene que:

Gran parte de esa violencia tiene su fundamento en la dirigencia de gobiernos muy propensos a la tutela de Estados Unidos en busca de favorecer sus intereses económicos. Es así como en el caso del presidente Eduardo Santos Pantoja (1938-1942), su política es de una subordinación extrema hacia este país que va consolidándose como la nueva potencia mundial al desplazar a la Gran Bretaña, pero especialmente con la apertura de nuevos mercados latinoamericanos.

Esa subordinación es analizada por el documento publicado en internet por el especialista investigador social Rene Vega Cantor en su documento: La dimensión internacional del conflicto social y armado en Colombia injerencia de los Estados Unidos contra insurgencia y terrorismo de estado. Al hacer sus análisis nos da a conocer que “Hemos obtenido todo lo que hemos solicitado a este país […]. Colombia no ha regateado sino que de todo corazón ha salido en apoyo de nuestra política […] y no existe país en Sur América que se haya desempeñado en forma más cooperadora”.[1] Este conocimiento de los hechos y el acontecer de la política exterior de aquel momento se confirman las formas en que se sede la soberanía del estado cuando el:

Departamento de Guerra, Washington, junio 9 de 1942. Honorable Secretario de Estado. He tomado nota, con interés, de su carta del 28 de mayo, relacionada con las siguientes conversaciones sostenidas entre el embajador de los Estados Unidos en Bogotá y el Presidente de Colombia y su Ministro de Guerra. Del examen de su carta y de la serie de paráfrasis de los telegramas canjeados entre su Departamento y el embajador en Colombia, deduzco que su Departamento está satisfecho de que actualmente exista un “acuerdo de caballeros” entre los Estados Unidos y Colombia. El significado de este acuerdo consiste en que las fuerzas terrestres, navales y aéreas del Ejército y de la Marina de los Estados Unidos poseen amplia autorización para operar en o sobre territorio colombiano y en o sobre aguas territoriales colombianas sin previo permiso especial, en caso de presentarse urgente necesidad de ello, y siempre y cuando se dé notificación de tal acción por parte del General Andrews al General López en Panamá. Este acuerdo se considera totalmente satisfactorio como fórmula para facilitar una acción pronta de parte del General Andrews cuando surja la necesidad. A este efecto se notificará al General Andrews. Atentamente Henry L. Stimson, Secretario de Guerra.[2]

En este sentido, lo económico de estas decisiones de ceder soberanía, se van traduciendo en cambios importantes en el ámbito del uso del espacio aéreo, que involucran en su momento el surgimiento de capitales nacionales en concordancia con los extranjeros, para desplazar del mercado nacional al capital invertido de origen alemán. Al decir de Renán Vega Cantor: “Igualmente, se desplaza a los empresarios de Alemania del mercado colombiano desde 1938, como resultado de las presiones de Washington para que no se renueve el personal de ese país en la Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos (Scadta), que se convierte en Avianca, una compañía mayoritariamente colombiana, aunque Pan American Airways mantiene el dominio financiero.”[3]

No entender la mansa pero calculada y certera maniobras con que los actores conservadores del momento se peleaban por su predominio, en la enfermiza aventura de imponerse al interior de sus filas partidarias la hegemonía por ocupar la altivez que deja el poder, es un error de cálculo a la hora de referirnos a los hechos. La tendencia nacionalista para aquellos días es recogida de la siguiente manera por Medina Gallego, quien nos dice así:

En medio de una guerra generalizada adelantada por las guerrillas liberales y comunistas, el partido conservador entra en un periodo de confrontaciones y divisiones internas: Gilberto Álzate Avendaño quien en los años treinta forma un partido fascista (Acción Nacionalista Popular –ANAP) retorna al partido, ahora aspira a su jefatura, la cual también disputan Laureano Gómez y Ospina Pérez. El reconocimiento de esta situación engendra que la persecución y violencia, hasta ahora dirigida contra liberales y comunistas, comprometan la seguridad de Álzate, Ospina y Gómez, se dirija contra los intereses que dentro de su mismo partido ya no lo apoyan.[4]

Las disputas no solo son la rapiña por un poder que exalta los egos más oscuros, son acciones impulsadas por un pensamiento retardatario y lento, que poco a poco se constituye como la única verdad por encima de todo. Cualquier otro modo de pensar o decir, es un espurio a las tradiciones y buenas costumbres. En el mismo sentido Tirado Mejía (citado por Gallego) lo resume así:

La oposición más violenta se construye en la unidad del partido conservador, con la iglesia y los grupos fascistas. A partir de la pérdida del poder en 1930, Laureano Gómez decreta la abstención purificadora que lleva a su partido a abstenerse en las elecciones presidenciales, en las cuales alcanza el poder López Pumarejo. Las reformas implementadas y, en particular, la reforma Constitucional de 1936, es catalogada por los conservadores y la iglesia como socialista y atea, reviviendo allí, uno de los viejos debates entre los partidos en el siglo XIX, en relación con la libertad de cultos, y la laicización del Estado. Ese proceso de contradicciones se ve reflejado en la creación de grupos cada vez más radicales que se reconocen católicos, conservadores, nacionalistas y reaccionarios y se autodenominan la vanguardia de las derechas colombianas, moral, económica y políticamente amenazadas por la revolución.[5]

En su momento los pensamientos pragmáticos ya se encontraban inmersos en las mentes de aquellos actores políticos, inamovibles para el heterogéneo colorido popular. Esta va a ser la tendencia que va a marcar una clara disparidad de violencia, la cual se avecina para los próximos años. Ya el acontecer de los hechos hablara en un largo catálogo de guerra, que aún no se termina. La pugna por el poder entre las clases dirigentes o inter clases, tiene un fuerte coletazo hacia las clases marginales, quien en últimas carga con estas consecuencias.

La violencia en el largo recorrido histórico de Venezuela y Colombia siempre ha sido por lo general la norma, la excepción solo está en unos cortos tramos de convivencia, que no han sido muchos lamentablemente. Los gobiernos de corte reformista aluden cambios como transformaciones de avanzada y lo que implementan por una parte, lo socaban por la otra. Basta observar el nombre pomposo que le da cada gobierno a su gestión, la revolución en marcha y la ley 200 de 1936 del entonces presidente liberal: Alfonso López Pumarejo, no es la excepción. Le dio la posibilidad de que los campesinos en arriendo pudieran acceder a la propiedad de esa tierra, pero después en el mandato del presidente Eduardo Santos Pantoja, esa posibilidad se va perder por la influencia de los grandes terratenientes tanto liberales como conservadores. Los conflictos surgidos por una mala implementación de esta ley, no se hicieron esperar y la disputa por la tierra volvía a la palestra nacional. Este gobierno pretendió desarrollar industrialmente al país, que favoreciera el crecimiento económico con el apoyo popular. Pero si se quiere ver la realidad, es que una armonización entre quienes son los dueños de los medios de producción de cara a quienes no lo son, ya es en sí una contrariedad. Quizás una verdadera política podría ser de quienes la analizan y la implementa desde todos sus alcances como de todas sus consecuencias.

Al igual que las selvas tropicales de nuestra América del sur se entreteje en un multicolor de variedades, formas y colores, aparece la paradoja de un conflicto igualmente variado y entramado de formas y colores nefastos que no se dan por igual en toda la superficie del país. Entender que hay puntos en común que tienen los conflictos, pero que a la vez hay matices, dan una mejor explicación al tema.

Mientras en los llanos orientales de Colombia las insurgencias campesinas era de tipo liberal y entre sus líderes se destacarían unos años más adelante los legendarios personajes: Dumar Alajure y Guadalupe Salcedo Unta, (por nombrar solo algunos) en el interior del país y hacia el sur del mismo, concretamente en los municipios de Marquetalia y el Pato, en el departamento del Tolima, donde la organización tomó unas formas de socialismo primitivo, pero que las derechas hábilmente no tardaron de calificar a estas zonas, como repúblicas independientes. (Frase de: Álvaro Gómez Hurtado). Toda una estrategia que justificaría años más adelante, los bombardeos y su intento de aniquilación como pretexto de una unidad nacional. El movimiento así recién nacido, se ve obligado a implementar un régimen de auto defensa por las circunstancias y de administrarse igual a un estado en guerra.

Las revoluciones populares no bajan su guardia en ningún momento, menos en sus procesos embrionarios. Como era de esperarse a una tesis le surge su anti-tesis, a una legítima defensa le surge su ofensa y el ofensivo ya no es el terrateniente, pues este ya habría desenvainado su ofensiva hacia el campesinado.

A las revoluciones le surgen sus contra revoluciones y por supuesto, una manifestación de corte reaccionario ha sido la tendencia de quienes han ostentando el poder. Deciden en el temor de sus cálculos mentales y de hechos, accionar toda una batería de juicios y procedimientos acorde al tamaño de su nefasta ideología, pero que en definitiva lo que ocultan es la defensa de sus privilegios. La influencia sesgada a ver lo otro como repulsivo, como lo raro, lo diferente a mí, detonan pensamientos de orden pragmático, muy propensos a reacciones de temor y defensa. Los chulavitas, como se le llamo a los ejércitos de civiles contratados por políticos, el estado y los grandes y medianos propietarios de tierras, para que les protegiera sus riquezas, pasaran de la defensiva a la ofensiva, fueron y siguen siendo en alguna medida, realidades de ese temor mal infundado. Para el momento, las autodefensas campesinas su preocupación primaria era la defensa de sus territorios ante la arremetida de los grandes señores propietarios de latifundios, quienes no escatimaban en el despojo.

Hasta aquí mientras continuamos en el siguiente capítulo.

Víctor Hugo Mendieta Ramos

24 de mayo del 2024


[1] Spruille Braden, (Embajador de los Estados Unidos) 6 de marzo de 1942, citado en David Bushnell, Eduardo Santos y la política del Buen Vecino, Bogotá: El Ancora Editores, p. 45.

[2] Record Groupe 59, National Archives. Washington. Transcripción y traducción en Silvia Galvis y Alberto Donadio, Colombia Nazi 1939-1945, Editorial Planeta Bogotá, 1986, pp. 341-342. 

[3] RENÁN, Vega C. La Dimensión Internacional del Conflicto Social y Armado en Colombia Injerencia de los Estados Unidos Contra Insurgencia y Terrorismo de Estado. [En línea] 2014 [Citado 18 de mayo del 2019] .p.15. Disponible en Internet: http://agenciatechotiba.org/la-dimension-internacional-del-conflicto-social-y-armado-en-colombia-injerencia-de-los-estados-unidos-contrainsurgencia-y-terrorismo-de-estado/

[4] MEDINA GALLEGO, Carlos. FARC E-P Notas para una historia política 1958-2006 [En línea] [Citado 3-mayo-2016].p.30. Disponible en internet: http://www.cedema.org/uploads/Medina_Gallego-Notas.pdf

[5] Ibid.pag.29