Por: Omar Romero D
Colombianos y colombianas:
Nos han mentido. Nos dijeron que las EPS eran necesarias, que sin ellas la salud se volvería un caos. Pero el caos ya está aquí, y no lo creó el pueblo, lo creó una oligarquía que convirtió nuestro derecho a vivir en su fuente de riqueza. Nos enfermaron para enriquecerse, nos hicieron esperar meses por una cita médica mientras ellos entraban a la lista de los más ricos del mundo.
¿Dónde están los 100 millones de pesos que cada colombiano ha aportado en promedio al sistema de salud a lo largo de los años? ¿Dónde están los más de 25 mil millones de dólares que salieron del erario público para «asegurar nuestra salud»? No están en los hospitales, no están en los centros de atención rural, no están en los sueldos de los médicos ni en las medicinas de los niños. Están en cuentas privadas, en paraísos fiscales, en las mansiones de quienes no viven ni en Colombia, pero se enriquecen con nuestro sufrimiento.
Nos hicieron creer que era el gobierno el que debía, pero la verdad es que las EPS que son privadas son las que están quebradas moral y financieramente. Deben miles de millones a clínicas, hospitales y trabajadores de la salud, mientras culpan al Estado y se presentan como víctimas. ¡Basta ya de mentiras!
La ultraderecha, que hoy se rasga las vestiduras, no defiende la salud del pueblo: defiende el negocio. Se oponen a la reforma porque les duele perder el flujo de dinero con el que financian sus campañas, compran medios de comunicación, pagan favores políticos. No quieren que la salud sea un derecho: quieren que siga siendo su botín de guerra.
Y cuando un gobierno decide cambiar las reglas, cuando se atreve a decir que la vida vale más que la ganancia, saltan todos los que viven del sistema como hienas heridas. Porque se les cae el negocio. Porque se les cae el privilegio. Porque saben que una reforma estructural de la salud no solo salva vidas: desmonta su modelo de poder.
La salud no puede seguir siendo un privilegio para quienes pagan, ni una ruleta para los que nacimos del lado equivocado de la historia. No podemos seguir viviendo en un país donde los hospitales colapsan mientras unos pocos aparecen en la revista Forbes gracias a nuestros aportes en salud.
Colombia necesita un cambio. Y no cualquier cambio: un cambio real, valiente, ético. Un sistema público, territorial, digno, donde la salud no sea un negocio sino un derecho. Porque la vida no se negocia. Porque la dignidad no se privatiza.
Hoy más que nunca, el pueblo debe abrir los ojos. No nos dejemos engañar. El enemigo no es la reforma. El enemigo es el robo disfrazado de eficiencia. El enemigo es ese puñado de privilegiados que nos quiere ver eternamente colonizados, eternamente sometidos, eternamente enfermos.
Es tiempo de sanar a Colombia. Es tiempo de poner el corazón por encima del capital. Porque quien se roba la salud, se roba la vida.
