Crédito y soberanía (1)

Por: Eduardo Guzmán

¡Qué despiste! El aumento casi incalculable del ruido de los medios o consumo de pantallas de toda índole que se registra desde, más o menos, 2020 suele excluir toda referencia, no digamos crítica, a la operación central del sistema que se derrumba e intenta renovar cueste lo que cueste: la estafa del crédito privado interesado.

  El crédito privado interesado, al convertirse gradualmente, durante la Edad Moderna, [1] en el mecanismo dominante o (en muchos lugares) único de creación del dinero, ha privado a los titulares legítimos o formales del poder público de una parte principal de la soberanía, y ésa es la razón principal del fracaso o carácter ficticio de la democracia. [2]

  Desde la derrota de las tropas inglesas ante el invasor holandés en 1688, relacionada ya en el siglo XIX por el mismo Charles Dogson-Lewis Carroll con la creación del Bank of England, [3] hasta el papel de la banca suiza en el comienzo y fin de la Revolución Francesa, [4] o las comunicaciones entre, de un lado, los jefes militares franceses encargados, bajo vigilancia del ejército prusiano, de la represión de la Comuna de París en 1871, y de otro, el gobernador del Banco de Francia; la trama de operaciones de la discreta élite británica que conduce a desencadenar la primera guerra mundial, [5] pasando por la nueva ley del Banco de Francia que siguió a la muerte del general De Gaulle poco después del Mayo de 1968, [6] el acta de Bilderberg anunciando la multiplicación del precio del petróleo en la primavera de 1973, [7]o los agujeros de las finanzas del Pentágono publicitados la víspera del 11/S, [8]… esos ejemplos o momentos bastan y sobran para decir, sin exagerar, que el Antiguo Régimen dio paso al progresivo reinado o poder absoluto de los amos del Dinero Absurdo (el creado en el crédito y destruido en su reembolso); y la espresión más reciente, o final, de este poder absoluto del Dinero Absurdo, aspirante lógico a poder mundial, es la etapa de aceleración desbocada de los abusos y desprecios de vidas y haciendas que empezó en marzo de 2020. [9]

  ¿Por qué razón –se preguntará alguno– si ya reinaba como se ve el Dinero Absurdo, han tenido los financieros que imponer nuevos recortes de libertades a la gente, o de soberanía a las naciones, como se aprecia por doquier? [10]

  Pues bien: porque los fundamentos o bases, jurídicos y fácticos, del corazón del sistema –eso, distinto de lo robado, que ellos tienen y los demás no– han quedado esclarecidos y sido divulgados gracias a Internet, hasta el punto de que sabemos a ciencia cierta, mucho más cierta que la llamada ‘ciencia económica’, que no hay tales salvo para quien considere que son fundamentos o bases, jurídicos o fácticos, suficientes para todo un sistema de creación de dinero o poder (el mal llamado ‘capitalismo’) la ignorancia, el miedo y el interés que han llevado a muchos a consentir o facilitar esta estafa central del sistema económico: los amos del Sistema no tienen absolutamente nada más que les dé su capacidad para endeudar, empobrecer y matar como vemos que lo hacen. Ignorancia, miedo e interés que se reparten en distintas proporciones, más o menos, entre los dirigentes y ejecutivos de gobiernos, bancos, transnacionales, ONGs, tanques de pensar y organismos supranacionales.

  Y otra razón más, que esplica bien por qué la popular historieta del mercado de animales vivos tenía que desarrollarse en Wuhan o por allí cerca: En la floreciente China post-Mao, el primer banquero es el Estado, y el fin perseguido al crear el dinero (o, lo que es lo mismo, conceder el crédito) [11] es el interés público o común. Y es que esa manera de hacer y poner a circular el dinero con la mira puesta en la realidad o ‘economía real’, en lugar del casino llamado ‘mercados financieros’ donde termina la mayor parte del dinero creado por los banqueros de Occidente, resulta que ha enriquecido a China tanto en la macro como en la micro: Es decir, no sólo las grandes cifras de esa economía convierten su historia económica reciente en un ‘milagro’ en palabras del propio Banco Mundial, sino que además la inmensa mayoría de los habitantes de esa inteligente fábrica del mundo han mejorado su bienestar palpable a gran velocidad. [12]

  Pero es que el milagro de la nueva China, tan laboriosa como honesta en la gestión del dinero, ha salido a la luz a la vez que el mundo entero volvía a escuchar una vez más, con toda claridad, qué es lo que en Occidente (los civilizadores, los conquistadores, los rentables enfermos del ‘capital humano’ que dice la OMS, los Cuarenta Ladrones decadentes pero aún reinantes…) se entiende por ‘dinero’: el privilegio del banquero de endeudar a los demás sin poner ni un clavel de lo suyo. Y le llegaba a Richard A. Werner [13]esta luz o clarividencia, entre las brumas de una ciencia económica contemporánea hecha para marear a propios y estraños, tras haber pedido ayuda, con el fin de poder llevar a buen puerto su tesis doctoral, al mismísimo Dios de los cristianos una tarde de domingo en Tokio, cuando ya desesperaba de poder descifrar el enigma, asunto de su tesis, de los enormes flujos de fondos de Japón que estaban comprando ingentes capitales de inmuebles y empresas por medio mundo: [14] “me eché al suelo y oré… Dios, por favor, dame la solución… recibí algunas señales y símbolos… y a la mañana siguiente, cuando me senté a mi escritorio, tenía la respuesta; había sido literalmente colocada en mi cabeza… la solución es la banca… cuando los bancos conceden los créditos, están creando dinero nuevo.”

  Y ya que vamos viendo cuánta parte le toca al milagro en la realización de esenciales transformaciones, sea por los elogios de China que hacía el Banco Mundial en los años noventa, o en el misterioso descubrimiento de la clave del llamado Dios Dinero por el más distinguido economista, conviene tener presente que, en la obra insólita de Agustín García Calvo, antes citado a propósito de la contradicción inherente a la idea de la democracia, ocupa un lugar central la acción, desde el centro desconocido de la lengua, de algo que ese investigador descomunal llamó ‘pueblo-que-no-existe’, [15] desde donde eso hace y deshace a su antojo hasta el punto de haber podido –por qué no– tomar la decisión de poner fin al reino del Dinero Absurdo sobre la realidad humana mediante esa revelación al joven Werner en Tokio. Si, además, con un poco de atención a esos descubrimientos de la lingüística, somos conscientes de que lo que llamamos ‘saber’, si no pasa por las palabras, se convierte en algo muy dudoso, y al pasar por ellas, se aleja necesariamente de las cosas, pues son las palabras parábolas; si, en definitiva, imaginamos tranquilamente hacia dónde va este enredo del decadente poder del dinero que tanto atraso y tanta miseria lleva producidos, podremos ser optimistas y empezar a confiar en que, un día cualquiera, los televidentes, los fanáticos del fútbol o del béisbol, los enganchados a los culebrones o telenovelas, los empegotados a las pantallas de televisores o teléfonos móviles o celulares, muchos de ellos si no todos, como en un arrebato de sentido común que de pronto les deje ver, como en espejo, el consentimiento de los dominados que late bajo todo poder, o acaso movidos por una corriente de aburrimiento transmitida por el agua de una célula o nube o arroyo a otro y otro más hasta recorrer el globo, [16] se levantarán y dirán “NO” a este dinero que han impuesto los banqueros a la parte mayor de la especie: así podría aún salvarse la soberanía nacional, la cual es uno de los últimos bastiones contra el poder del dinero de los Cuarenta Ladrones, como se ve bien en la Venezuela chavista o bolivariana amenazada un día tras otro por la propaganda y las maniobras de los muchos agentes y activos del Pentágono, su Departamento de Estado y quienes están tras ellos.

  Y ya con esa soberanía nacional nueva, desconocida, que la gente tendrá que defender en algún momento frente a los globalistas, su Dinero Absurdo y sus digitalizaciones, pudiera ser que las sociedades o naciones, diversas o variopintas y sugerentes en esa diversidad sin fin que reflejan sus lenguas, hechuras y colores, y provistas de una tecnología capaz de sustituir en gran medida al humano en el manejo de la máquina que vino a liberarle del trabajo, empezarán a tomarse en serio el desafío de vivir bien. Se verá.

  Entretanto, recordar que casi todos somos responsables: Que nadie mire para otro lado, como hicieron los millones de alemanes que veían quemar libros por las calles antes de que empezase la labor de los campos de concentración. La democracia está podrida de dinero y los Cuarenta Ladrones, una crisis tras otra, intentan acabar con lo poco que queda de ella, eso que aún permite decir y publicar estas cosas.


[1]Abbott Payson Usher observó en la década de 1930, como indica en The Early History of Deposit Banking in Mediterranean Europe, que en los archivos históricos de Venecia y Barcelona había documentos que demostraban que, en la segunda mitad de siglo XIV, en uno y otro lugar se practicaba el contrato de préstamo o crédito creador de dinero. Más recientemente, en 2014, el Banco de Inglaterra (Bank of England), después de unos tres siglos practicando esa estafa por cuenta de sus privatísimos propietarios, ha salido a esplicarla e intentar, en vano, justificarla, en su artículo Money creation in the modern economy (2014), donde avanzó mucho en la revelación del absurdo al aclararnos que el dinero se crea en el crédito y se destruye en el reembolso.

[2]  Por esto decía Napoleón en una de sus cartas a Mollien, su ministro del Tesoro, cuya carrera política en el gobierno de Francia duraría más que la suya propia: “La mano que da está por encima de la mano que recibe.” Ése es el misterio central de la economía moderna, con su efecto corrosivo sobre la soberanía o la misma democracia, esa contradicción en los términos tantas veces señalada por Agustín García Calvo: Si la democracia es el gobierno del pueblo, eso no puede haberlo, porque el pueblo es justamente lo que se gobierna.

[3]Sylvie and Bruno Concluded, capítulo 13, donde Lewis Carroll esplicaba a los buenos entendedores la monetaria razón de ser del cambio de régimen que se había producido en Inglaterra hacia finales del siglo XVII (habla el rey depuesto en la Revolución Gloriosa, llamado ahí Mein Herr, ‘Señor mío’ en lengua alemana: “… todo acabó en que nos vimos metidos en una guerra, y hubo una gran batalla, en la que éramos muchos más que los enemigos. Pero ¿qué podía esperarse, cuando sólo la mitad de nuestros soldados estaban luchando, mientras que la otra mitad tiraba de ellos hacia atrás? Acabó en una derrota aplastante: un desastre sin paliativos. Esto ocasionó una Revolución; y la mayor parte de los miembros del Gobierno fueron desterrados. Yo mismo fui acusado de Traición… Todos mis bienes fueron confiscados, y … y… ¡me tuve que exiliar! «Ahora que acabó la jugarreta’,» dijeron,« ¿querrías amablemente hacerte la maleta?»” Casi me rompe el corazón, pero ¡tuve que marcharme!”

        El tono melancólico se volvió un lamento, el lamento un canto, y el canto, una canción… aunque esta vez no estoy seguro de si era Mein Herr quien cantaba o algún otro; no pude cerciorarme.

“Y, quizás, ahora que acabó la jugarreta,

querrías amablemente hacerte la maleta,

puesto que (tu hija y tu hijo) dos son

y hacen buena Compañía, mas tres ya no.

Ya pronto empezaremos a ahorrar:

cuando haga falta plata, yo la podré inventar.

¡Y a ti ni se te ocurra meter tu mano

en esta tarta! –gritóle Tumbos– (en serio, hermano).”

    La cursiva es mía.

[4]Según Henri Guillemin, los banqueros suizos Perregaux y Delessert se encargaron personalmente de repartir fusiles en el centro de París la víspera de la toma de la Bastilla, y uno de ellos cenaba en su casa con el popular Napoleón Bonaparte unos diez años después, a los pocos días del 18 de Brumario o final de la Revolución, dando lugar a la creación, unos meses después, de la Banque de France, de fachada pública, bandera nacional y propiedad privada.

[5]Véanse los muchos documentos de esa trama que han reunido Gerry Doherty y Jim McGreggor en Hidden History—The Secret origins of the First World War, Mainstream, Edinburgo (2003) .

[6]También conocida como Ley ‘Pompidou-Giscard-Rothschild’.

[7]Acta que fue hallada años después por F. William (o William F.) Engdahl mientras paseaba por entre los puestos de los libreros de lance de la orilla del Sena.

[8]De este asunto ha hablado con claridad, con referencia tanto al Pentágono como a la situación de permanente estado de escepción que afecta a la contabilidad del gobierno de Estados Unidos en general, Catherine Austin Fitts: desde 1999 la misma ley (normas de contabilidad: FASAB Standard no. 56) ha declarado a los responsables de las cuentas públicas, como las de todas las empresas que contratan con las administraciones públicas de ese país, exentos del deber de fidelidad en la información o por encima de la ley por razones de confidencialidad relacionadas con la seguridad nacional.

[9]Es coherente con esto que aquí se dice la comprobación, hecha entre otros por Denis Rancourt, de no haber habido ningún aumento especial de la mortandad en la temporada Covid hasta que empezaron las llamadas ‘vacunaciones’ (en especial las inoculaciones de terapia de ARN mensajero, muy censuradas por críticos competentes e independientes como Luc Montaigner, Jean Bernard Fourtillan, María José Martínez Albarracín, Michael o Mike Yeadon, Didier Raoult, Wolfgang Wodarg, Sucharit Bhakdi o Knut M. Witkowski, todos ellos descalificados por la tropa de los fact-checkers o verificadores de la información alistados por los Cuarenta Ladrones para defender en la web sus tropelías y, sobre todo, la confusión, el agotamiento y la renuncia al ejercicio de la facultad crítica por las muchedumbres). Son el terror colectivo y la penuria y desesperación materiales, como consecuencia de las sucesivas crisis organizadas o artificiales, los factores, menos comentados y estudiados, que han determinado y siguen determinando un aumento de la morbilidad y la mortandad, de la mano de otras operaciones concomitantes como el impulso de la eutanasia en muchos sistemas sanitarios nacionales.

[10]Que son ellos, los grandes financieros o Cuarenta Ladrones (los llamamos así para no entretenernos con ese otro artículo de entretenimiento ubicuo en las redes que son sus propias vidas y fechorías), quienes están detrás, por acción u omisión, de las mayores tropelías de la Edad Moderna hasta este último intento de organizar una industria de pandemias desde la OMS, no debe sorprender a nadie que entienda cuánto dinero ha sido necesario mover, de manera coherente, solamente para asegurar el relativo éxito de la Operación Covid.

[11]Léase la definición de ‘banco’ que da la Wikipedia, con sus enlaces, y fíjese el lector en el uso que ahí se hace del verbo ‘crear’.

[12]Otro de los malos ejemplos que ha sacado a la luz la obra de Werner es el de la enorme red de bancos municipales sin ánimo de lucro que esplica, generación tras generación y guerra tras guerra desde el siglo XIX, la singular pujanza económica de Alemania, además de la hostilidad que esa nación suscita entre los más poderosos de Occidente, parientes y amigos de los que, en la segunda mitad del siglo XIX, lograban sentarse en la Cámara de los Lores británica y regalaban a la reina Victoria el Castillo de Balmoral.

[13]Véanse sus artículos y conferencias en www.professorwerner.org, Youtube, etc.

[14]Se lo contaba hace unos meses a Glenn Beck, como se ve en el vídeo disponible en youtube The central bank currency that LITERALLY gets under your skin (para quien tenga prisa, a partir del minuto 1:07:30 aproximadamente). Esta es la clase de vídeo que la IA de censura se encargará pronto de eliminar del alcance de los mortales regidos por los algoritmos de unos amos desconocidos, ocultos bajo la fachada de las administraciones públicas y sus democracias más o menos conservadas.

[15]“…lo que la gente más inteligente que ha habido ha llamado ‘dios’”, decía un día.

[16]Uno de los descubrimientos de esta época es ése de la memoria del agua (la mémoire de l’eau, water memory); véase, de entrada, en Youtube, el vídeo que dejó Luc Montaigner sobre ese asunto.

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