Por: Henry Pacheco
Es la de un final trágico y amargo para el «precursor» de la independencia latinoamericana. Tras una vida de viajes, aventuras y combates en tres continentes y tres grandes revoluciones (la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la Independencia de Venezuela), su destino final se selló en las prisiones españolas.
El Arresto y la Traición
El declive de Miranda comenzó en 1812, tras la caída de la Primera República de Venezuela. Acusado por sus propios compañeros (incluido Simón Bolívar) de haber capitulado de manera «traicionera» ante el jefe realista Domingo de Monteverde, Miranda fue arrestado en el puerto de La Guaira. Se cuenta que sus últimas palabras, al ser detenido, fueron: «¡Bochinche, bochinche! Esta gente no sabe sino hacer bochinche». Esta traición, en la que se vieron involucrados sus propios compatriotas, marcó profundamente su estado de ánimo y fue el inicio de su viaje al final de su vida.
El Prisionero de España
Después de su arresto, Miranda fue trasladado a distintas prisiones en Venezuela y Puerto Rico antes de ser enviado a España. El 5 de enero de 1814, fue encarcelado en el Penal de las Cuatro Torres, una prisión dentro del arsenal de La Carraca, en Cádiz.
Allí pasó sus últimos años. Lejos de la libertad que tanto había defendido, y de los proyectos que había forjado, se encontró en un ambiente de encierro y deterioro. Las condiciones de la prisión eran duras y su salud se resintió.
La Muerte y el Legado
El 14 de julio de 1816, Francisco de Miranda falleció en su celda a causa de una apoplejía. Sus restos fueron enterrados en una fosa común en el mismo penal. La historia de su muerte en La Carraca ha quedado inmortalizada en el famoso cuadro del pintor venezolano Arturo Michelena, «Miranda en La Carraca» (1896). La obra, más allá de la exactitud histórica, se ha convertido en un símbolo de la soledad y la decepción de un héroe que, tras una vida de batallas, sucumbió a la traición de sus propios camaradas, Otra información parece decirles a los que luchan por la patria libre, mire como termino Miranda, a si pueden terminar ustedes.
El hecho de que sus restos nunca hayan sido encontrados ni identificados definitivamente (, y es así que la oligarquía venezolana quiere ver nuestro pueblo. CLAUSTRADO) refuerza la naturaleza trágica y simbólica de su final en el penal de La Carraca.
Para mi persona, esta fue su obra literaria mas hermosa. PROCLAMA. 1801.
Compatriotas:
Tres siglos a que los españoles se apoderaron por fuerza de este continente. Los horrores que cometieron en su conquista son conocidos de todo el mundo, más la tiranía que han ejercitado después, y que continúan ejerciendo hasta hoy no es conocida ni sentida sino de nosotros. Nuestros derechos como Nativos de América, ó como descendientes de los conquistadores, como Indios o como Españoles han sido violados de mil maneras. No es menester para conocerlo que nos acordemos de las violencias ejecutadas por los visitadores en 1781.
De las capitulaciones de Zipaquirá tan solemnemente juradas y tan descaradas como escandalosamente violadas por el gobierno español de la ferocidad con que nuestros compatriotas de Santa fe y Caracas han sido expatriados y conducidos en cadenas a España en 1796 y 1797. Estas violencias son tan comunes que no hay uno de nosotros que no las experimente todos los días. Olvidados para todo lo que nos puede ser útil, la España solo se acuerda de nosotros para imponernos tributos, para enviarnos un enjambre de tiranos que nos insulten y despojen de nuestros bienes para ahogar nuestra industria, para prohibir nuestro comercio, para embarazar nuestra instrucción y para perseguir todos los talentos del país. Es un crimen para ella el nacer en América.
A los ojos de su gobierno todo americano es sospechoso, incapaz de obtener ningún empleo, hecho sólo para sufrir. Con una tierra fertilísima, con metales de toda especie, con todas las producciones del mundo somos miserables, porque el monstruo de la tiranía nos impide el aprovechar estas riquezas. El gobierno español no quiere que seamos ricos, ni que nos comuniquemos con las demás naciones porque no conozcamos el peso de su tiranía. Esta no puede ejercerse sino sobre gentes ignorantes y miserables. Pero tres siglos de opresión son una lección sobrado larga para enseñarnos a conocer nuestros derechos. Estos son: La seguridad personal, la libertad, la propiedad, tan esenciales al hombre que vive en sociedad; más qué libertad, qué seguridad podemos tener nosotros, en nuestras personas ni en nuestros bienes cuando el déspota se dice dueño de vidas y haciendas, y cuando sus satélites nos privan de una y otra el día que les da la gana¿Cuándo la menor instrucción, la palabra más indiferente, una queda vaga en la boca de uno de nosotros es crimen de estado que nos conduce irremediablemente a la tortura, a un presidio o a la muerte?
Compatriotas. El mundo está ya muy ilustrado para que suframos tantos ultrajes, somos demasiado grandes para vivir en una tutela tan ignominiosa. Rompamos la cadena de esta esclavitud vergonzosa, y hagamos ver al mundo que no somos tan degradados como la España piensa. Sigamos las huellas de nuestros hermanos los Americanos del norte, estableciendo como ellos un gobierno libre y juicioso obtendremos los mismos bienes que ellos obtienen y gozan el presente. No ha más de 25 años que son libres; sin embargo ¿qué ciudades no han edificado después de esta época, qué comercio no han establecido, qué prosperidad y contento no se ve entre ellos? ¿Y nosotros más numerosos, habitando un suelo más rico, sufriendo lo que ellos nunca sufrieron quedaremos siempre en la miseria, en la ignorancia y en la esclavitud? Los Apalaches verán sus faldas cultivadas por manos libres y los Andes que dominan al mundo serán desiertos o habitados por esclavos infelices. El Delaware y Potowmac serán abiertos a todos los pueblos del mundo, ¿mientras que el Amazonas, el Orinoco y tantos otros ríos majestuosos que bañan nuestro país quedan olvidados de los hombres? ¿las Artes y las Ciencias serán extrajeras en la América Meridional? No compaisanos, seremos libres, seremos hombres, seremos nación. Entre esto y la esclavitud no hay medio, el deliberar sería una infamia. El único enemigo que se puede oponer a nuestra emancipación está encadenado a una península, de donde no puede salir, ni evitar largo tiempo el castigo que le prepara una nación insultada y oprimida. Los buenos españoles, que gimen sobre el estado de mi patria, ven con gusto nuestra libertad. Tenemos amigos que nos protegen poderosamente y que impedirán que el tirano haga el menor esfuerzo contra nosotros. Tenemos armas y generales de nuestro propio país, acostumbrados a pelear por la libertad. Tenemos sobre todo razón y justicia y esto nos dará el vigor necesario. Así, compatriotas, todo depende de nosotros mismos. Unámonos por nuestra libertad, por nuestra independencia. Que desaparezcan de entre nosotros las odiosas distinciones de chaperones, criollos, mulatos, &. Éstas sólo pueden servir a la tiranía, cuyo objeto es dividir los intereses de los esclavos para dominarlos unos por otros. Un gobierno libre mira todos los hombres, con igualdad, quedando las leyes gobiernan las solas distinciones son el mérito y la virtud. Pues que todos somos hijos de un mismo padre: pues que todos tenemos la misma lengua, las mismas costumbres y sobre todo la misma religión; pues que todos estamos injuriados del mismo modo, unámonos todos en la grande obra de nuestra común libertad. Establezcamos sobre las ruinas de un gobierno injusto y destructor, un gobierno sabio y criador; sobre la tiranía la libertad, sobre el despotismo la igualdad de derechos, el orden y las buenas leyes. Nuestras miserias cesarán con la tiranía. Nuestros puertos abiertos a todas las naciones, nos procurarán la abundancia de lo que necesitamos y la salida de lo que es superfluo. Nuestras tierras recibirán toda especie de plantas sin restricción. No habrá más estancos, más tributos personales, más alcabalas, más guardas, ni ningún derecho impeditivo del comercio, o de la cultivación de la tierra. Cultivaremos y traficaremos para nosotros, no para unos extranjeros codiciosos e injustos. Todo lo que contribuimos hoy a la España para que nos oprima lo emplearemos en limpiar nuestros caminos, en hacer navegables nuestros ríos, nuestros canales para nuestro tráfico en establecimientos para las ciencias y beneficencias públicas. En fin, conciudadanos, ya no seremos extranjeros en nuestro propio país. Tendremos una patria que aprecie y recompense nuestros servicios. ¡Una Patria! Ah! esta voz no será más una voz sin significado en nuestra lengua. Ella animará nuestros corazones de aquel entusiasmo divino con que animó tantos pueblos célebres y modernos.
Por ella el vivir es agradable y el morir glorioso.
