Derrota del MAS: Impacto en Bolivia y el Futuro Político

Por, Henry Pacheco: los profundos cambios experimentados por la Asamblea del Estado Plurinacional y el carácter catastrófico de la derrota del MAS en Bolivia. Esta puso fin a un ciclo iniciado con el triunfo de Evo Morales en la elección presidencial de diciembre del 2005 y su ingreso al Palacio Quemado de La Paz el 22 de enero del 2006. Período, hay que subrayar, en donde la hegemonía electoral del MAS fue aplastante, ganando una sucesión de seis elecciones con porcentajes que salvo en un caso se empinaban bien por encima del 50 % de los votos.

Esta supremacía en las urnas era el reflejo de la hegemonía política del MAS y de la capacidad de conducción del líder indiscutido del movimiento popular, Evo Morales.  En los casi catorce años de su gestión, interrumpida por el golpe de Estado fascista del 10 de noviembre del 2019, la gestión de Evo cambió radicalmente y para bien el rostro de Bolivia, dando lugar a que muchos observadores y medios de prensa hablasen del “milagro económico boliviano.” No solo económico sino también social y cultural, terrenos en donde los avances fueron quizás más espectaculares que en el área económica. Pero no es este el lugar para examinar ese fascinante proceso emancipatorio, sus grandes conquistas, así como algunos de los aspectos más deficitarios de esos años. La urgencia de la coyuntura nos obliga a mirar hacia lo inminente.

El progreso durante esa época no fue solo económico, sino también social y cultural, con avances quizás incluso más significativos que en el ámbito económico. Sin embargo, este no es el lugar para examinar ese fascinante proceso de emancipación, sus grandes logros y sus deficiencias. La urgencia de la situación actual nos obliga a centrarnos en lo inminente.

En una entrevista con Gustavo Veiga para Página/12, afirmó que «la descomposición del MAS comenzó en 2013 y 2014, y si recordamos que en 2019 Evo obtuvo su mínimo de votos, el 47 %, y (anteriormente) había perdido un referéndum cuyo resultado desestimó, lo que hemos estado viendo es ese declive». Desde entonces, ha cobrado impulso una lucha interna por el liderazgo popular y la dirección del proceso de cambio. Como bien señala Sacha Lorenti en su nota «Autopsia Preliminar de las Elecciones en Bolivia» (porque lamentablemente el MAS, ese gran movimiento popular boliviano, ha muerto). El gobierno de Luis Arce buscó socavar el liderazgo de Evo Morales mediante el robo de las siglas MAS-IPSP, la exclusión de la participación con otras siglas, el control de organizaciones sociales, la descalificación e intento de asesinato de Morales, la persecución y encarcelamiento de manifestantes (más de cien personas) y, según denuncias, el pago a jueces y miembros del Tribunal Supremo Electoral para destituirlo de la junta electoral.

” Esto es cierto, pero no puede pasarse por alto que Evo, que no por casualidad durante su gestión presidencial era popularmente conocido como “el jefazo”, nunca terminó de digerir la imposibilidad legal que tenía para ser candidato a presidente en 2020 y que siempre consideró a Arce -su ministro estrella en los años de esplendor económico, no olvidemos eso- como un usurpador por lo cual tampoco ahorró durísimas críticas a quien por entonces ocupaba el Palacio Quemado.

Una interpretación más equidistante de este lamentable conflicto, iniciado como una feroz lucha personalista por el poder y que solo en su desarrollo posterior se convirtió en una divergencia política e ideológica más amplia, la ofrece una nota que publicara Álvaro García Linera en vísperas de la elección boliviana y en la cual describía esta fractura en durísimos términos: Una visión más equilibrada del conflicto, que comenzó como una lucha de poder personalista y luego evolucionó a una divergencia política e ideológica, se encuentra en un artículo de Álvaro García Linera previo a la elección boliviana. En él, describía la fractura en términos duros: «Un mediocre economista, presidente por casualidad, creyó poder desplazar al líder indígena carismático (Evo) proscribiéndolo electoralmente. Por otro lado, el líder, en su ocaso, ya no puede ganar elecciones, pero sin cuyo apoyo tampoco se gana, y se venga destruyendo la economía, demoliendo así su propia obra».

El fratricidio resultó en la derrota temporal de un proyecto histórico y, como siempre, en el sufrimiento de los humildes, ignorados por la ambición personal de ambos líderes.  Ante el contexto de lo que Carlos Figueroa Ibarra acertadamente llama un «miserable fratricidio» que pone fin, o quizás simplemente detiene, una revolución en curso, el profesor de la Universidad de Puebla acierta en su perspicaz análisis de las elecciones bolivianas. Señala que Rodrigo Paz Pereira, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora (1989-1993), y su rival Jorge «Tuto» Quiroga, quien podría enfrentarse a él en una segunda vuelta si no se retira debido a sus escasas posibilidades de victoria, se ven afectados por este contexto.

Samuel Doria Medina, quien quedó en tercer lugar en la primera vuelta, comparte con Paz Pereira las líneas generales que definirán el rumbo del próximo gobierno, casi seguramente presidido por esta última. Este nuevo consenso neoliberal, como lo denomina el autor, contempla la eliminación de la república plurinacional, el impulso de la agroindustria como eje de la economía boliviana, la legalización de transgénicos, la represión de la protesta social, la privatización de empresas estatales, la apertura al capital transnacional, la eliminación de subsidios a los combustibles y la eliminación de la propiedad comunitaria de la tierra.

 Pero, además, en el plano político, el indulto de los golpistas Jeanine Añez y de uno de los líderes de la extrema derecha racista y exgobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, además de la persecución de Evo Morales y Álvaro García Linera. O sea, una pesadilla política. En este lamentable escenario, habida cuenta de una muy dolorosa derrota no solo para las clases populares de Bolivia sino que me atrevería a decir para todos los pueblos de Nuestra América, sorprenden las declaraciones triunfalistas de Evo Morales exaltando el 19,2 % del voto nulo que, según él, lo proyectan como el líder de la oposición al nuevo régimen reaccionario.

Políticamente, la pesadilla continúa con el indulto a los golpistas Jeanine Añez y Luis Fernando Camacho, exgobernador de Santa Cruz y líder de la extrema derecha racista, sumado a la persecución de Evo Morales y Álvaro García Linera. Ante esta dolorosa derrota para las clases populares bolivianas y, me atrevo a decir, para toda Nuestra América, sorprenden las declaraciones triunfalistas de Evo Morales, quien exalta el 19,2% del voto nulo como proyección de su liderazgo opositor al nuevo régimen reaccionario.

Esa euforia, innegablemente arraigada en la lealtad de una parte significativa de la base popular a las directrices de Evo, enmascara la ineficacia del voto nulo. Su esterilidad práctica es evidente, salvo cuando sirve de preludio a una insurrección capaz de desafiar al poder establecido, un escenario que no preveo actualmente en Bolivia. Si bien la extensa historia de lucha y la extraordinaria combatividad de las masas plebeyas bolivianas no deberían llevarnos a descartar por completo esta posibilidad.

Quizás se produzca ese choque entre el poder institucional y la potencia creadora popular, como recordaba Maquiavelo. Sin embargo, hoy no se perciben signos de insurgencia ni indicios, según Gramsci, de que la correlación de fuerzas en la economía, la política, la cultura y lo militar apunte a un estallido popular.

Mientras tanto, la existencia de una Asamblea Nacional en cuyo Senado el MAS ha desaparecido por completo y apenas conserva una ínfima minoría en la Cámara de Diputados demuestra que el voto nulo para lo que ha servido es para facilitarle a la derecha la construcción de los dos tercios de los votos que se necesitan para que la Asamblea Nacional reforme la Constitución Política del Estado anulando los grandes avances plasmados en esa luminosa pieza constitucional surgida del auge del MAS. Y sabemos que, a diferencia de las izquierdas, cuando la derecha tiene una oportunidad no pierde tiempo en debates filosóficos o en pujas discursivas. Actúa rápida y letalmente. Para quienes duden de este aserto aconsejo que examinen el caso argentino. Ojalá que otro, y mejor, sea el diseño de la actual coyuntura boliviana.

La pérdida casi total del Senado y su mínima presencia en la Cámara de Diputados por parte del MAS revela que los votos nulos permitieron a la derecha obtener la mayoría de dos tercios necesaria para reformar la Constitución. Esto corre el riesgo de desmantelar los importantes avances que ha consagrado. A diferencia de la izquierda, la derecha actúa con rapidez y decisión cuando se le presenta la oportunidad, como se vio en Argentina. Esperemos que la situación actual de Bolivia tenga un desenlace diferente y mejor.