Por: Katiuska Blanco
Sus taconeos intensos y vehemencia revolucionaria estremecieron otra vez el entablado de nuestra memoria cuando Silvio le dedicó el concierto en la Plaza de la Revolución. Mientras las metáforas del trovador alzaban vuelo como mariposas nocturnas, abrazadas por la sinfonía maravillosa de los músicos que expandían su alma o aquietaban sus ímpetus, guiándose por la volcánica pasión y el prodigio de la excelencia del maestro Leo Brouwer, Antonio Gades arribó definitivamente a Cuba, al puerto de su vida.
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