Por: Fernando Buen Abad
Decepcionarse es parte de un fenómeno histórico naturalizado en las relaciones humanas en virtud de, al menos, dos problemas: 1, confiar sin fundamentos; 2, esperar que todo lo resuelvan otros.
No son razones exclusivas, pero sí predominantes. Sus expresiones más bochornosas suelen recular en los laberintos de la política burguesa donde se ha engendrado la decepción como mercancía ideológica. Está de moda decepcionarse fácil y rápido. Incluso algunos psicoanalistas coligen el asunto a su modo.
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