Decía Edgar Morin, en su ensayo la Cabeza Bien Puesta, que la naturaleza humana tenía dos dimensiones: la natural y la cultural; la cultural parte desde el territorio donde el ser humano, como portador de cultura, hace su vida, se relaciona socialmente, actúa, transforma y adapta; donde nacen sus comportamientos, aspiraciones, costumbres; donde desarrolla su ciencia, su tecnología y sus saberes populares; desde donde contempla y explica la vida, el mundo y el universo. En esta dimensión cultural se crean, transmiten, asientan y comparten valores éticos y morales, sociales, económicos y políticos; se comparten imaginarios, universos simbólicos, identidad, memoria.
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