El ridículo de la CIJ en el Esequibo

WERTHER SANDOVAL

Tan evidente, elocuente, notorio, demostrativo, comunicacional, operativo, diplomático, bélico ha sido el apoyo, contubernio, respaldo de la ExxonMobil, el Comando Sur, la CIA, la Secretaria de Estado de EEUU, el Reino Unido al pregón del gobierno guyanés que omite, de manera deliberada, el Acuerdo de Ginebra y se afinca en el írrito y fraudulento Laudo de Paris de 1899; que de llegar la Corte Internacional de Justicia, CIJ, a favorecer a Guyana, su reputación de órgano llamado a impartir justicia en búsqueda de la paz entre las naciones, sucumbirá aún más en la ya vacua y debilitada autoridad en la que se encuentra ese organismo creado en 1945, por la hoy inútil y desprestigiada ONU.

Son tan burdas y procaces las actuaciones de estos organismos, gobiernos y empresas extractivistas y crematísticas, al revelar sus voraces convencimientos de que la CIJ decidirá a favor de Guyana, que una decisión adversa de este organismo a la postura de la ExxonMobil y del Departamento de Estado de EEUU tendría tal impacto en la opinión pública mundial, que sacaría el Conflicto por el Esequibo del ámbito entre Guyana y Venezuela, y lo signaría como “un gran paso de la humanidad” hacia el anhelado mundo pluripolar; pero una decisión a favor de los grandes emporios de poder, en el actual contexto prebélico y bélico mundial, signado por la eunuca e impotente ONU, acentuaría la polarización global y elevaría hacia nuevos escalones actores como el BRICS.
Todos verborrean y enarbolan bocanadas y aureolas de apegos al Derecho Internacional, haciendo galas de respeto y sujeción a la venidera decisión de la CIJ, al tiempo que cometen sistemáticas y continuas violaciones al Acuerdo de Ginebra, en campos de acción que ya trascienden a la sola y grave explotación de los recursos hidrocarburíferos y mineros en el espacio marítimo territorial del Esequibo venezolano; ahora, cual guapos de barrios, alardean músculos militares y organismos de inteligencia, tal como lo denunció el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro.

“Guyana cree en la ley internacional y aboga porque se respete la decisión de la Corte Internacional de Justicia en el proceso, tras reivindicar la soberanía sobre su actual territorio y negar cualquier propósito de tomar los espacios pertenecientes a otras naciones”, reseña con ingenua ternura el pasado 05 de abril la agencia cubana Prensa Latina, las declaraciones del presidente de la República Cooperativa de Guyana, Mohamed Irfaan Alí.

“Somos una nación determinada a garantizar que todo lo que está dentro de nuestras fronteras, permanezca dentro de nuestras fronteras y continúen como bienes de Guyana (…) Nuestra única intención es vivir en paz y desarrollar el país para los guyaneses”, añadió.

El teatro del absurdo como fachada política para decir lo que no se desea decir tiene como tablas bufonescas a medios de comunicación como la BBC, DW, CNN, Caracol, Infobae, France 24, que en sus caracterizadas políticas informativas de justo equilibrio e imparcialidad no fallan en buscar alguna otra opinión de fuentes especializadas portadoras de mensajes adversos a la histórica y justa posición de Venezuela, preferiblemente, eso sí, dichos por voces propias de venezolanos, solo venezolanos por el inevitable devenir de haber nacidos en Venezuela. Para muestra, pulse el link de la nota “No toleraremos una anexión de nuestro territorio”: la respuesta de Guyana a la ley de defensa del Esequibo aprobada por Venezuela”.

Son tan descaradas las acciones de la ExxonMobil y de los gobiernos de Guyana, EEUU e Inglaterra, tan lastimosa y mísera la ausencia de solidaridad de los países beneficiados por PetroCaribe, y tan reiterados sus llamados a respetar la venidera decisión de la CIJ, que un pronunciamiento de este organismo de la ONU a favor del vecino país, en los oídos de los pueblos del mundo, dejará de llamarse Resolución, Veredicto, Dictamen o cualquier otro término leguleyo que se le parezca; para signarse por una nueva denominación del eufemístico verborreo del Derecho Internacional: Ridiculez, un estado personal del cual nadie regresa./UN