Los cubanos mayameros estan temblando, de regreso a Cuba.

Busca sembrar el miedo y la desmovilización. Silencio y obediencia. Sálvese quien pueda.

Por. José Caruci: Trump decidió que los inmigrantes son el enemigo número uno de Estados Unidos, pero ha sorprendido a todos que la cacería también se haya extendido al sur de Florida, donde residen los mejores amigos del presidente. Por primera vez en más de 60 años, cientos de inmigrantes cubanos, muchas de ellas mujeres sin antecedentes penales, hacen fila en la oficina del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en Broward, temiendo no poder regresar a casa.

La semana pasada, 18 mujeres cubanas fueron arrestadas en sus citas de inmigración programadas y ahora enfrentan un proceso de deportación incierto. La señal es clara: también para los cubanos, ha llegado la hora de la política de persecución y deportación, tras décadas de disfrutar de un estatus migratorio privilegiado como parte de una política de castigo hacia La Habana. Por un lado, Estados Unidos ha asfixiado la economía cubana a un nivel sin precedentes, y por otro, ha abierto las puertas a la emigración con todo tipo de beneficios sociales para culpar al gobierno de Miguel Díaz-Canel por su incapacidad, en un círculo vicioso de presiones, acusaciones y manipulaciones políticas.

En enero de 2023, Biden implementó un programa de libertad condicional humanitaria, presentado como una ruta legal, ordenada y segura para la migración desde Cuba, Haití, Venezuela y Nicaragua. Solo desde Cuba, más de 110.000 personas lograron ingresar a EE. UU. a través de este programa, mientras Washington endurecía su política de máxima presión sobre La Habana.

Pero el viernes pasado, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) publicó un documento que ha provocado un terremoto jurídico y humanitario: la suspensión de la libertad condicional para cubanos, haitianos, nicaragüenses y venezolanos.

Esto deja a unos 26.000 cubanos que ingresaron a Estados Unidos después de marzo de 2024 en un limbo legal. Se exponen a la deportación, ya que no podrán acogerse a la Ley de Ajuste Cubano de 1966 si no han permanecido más de un año en el país.

La Ley de Ajuste Cubano, que Fidel Castro calificó de «asesina», ha fomentado históricamente la inmigración ilegal por mar, en balsas precarias y en aguas infestadas de tiburones. La ley garantiza que cualquier cubano que entre al país, sin importar la vía, podrá obtener la residencia un año y un día después de pisar Estados Unidos. En 1995, durante el gobierno de Bill Clinton, se conoció como la política de «pies secos, pies mojados», que implicaba que cualquier cubano interceptado en el mar («pies mojados») era devuelto a la isla, pero quienes lograban pisar tierra firme («pies secos») podían permanecer en Estados Unidos, obtener un permiso de trabajo y ayuda inicial y, después de un año, solicitar la residencia permanente.

Sin embargo, con Trump, aún quedan por ver las posibilidades de que los cubanos que entraron con parole humanitario y ya llevan más de un año en este país, obtengan la residencia.

Según CBS, un memorando fechado el 14 de febrero y firmado por un alto funcionario del Servicio de Inmigración dice que los casos de “ajuste” de cubanos que han ingresado en libertad condicional humanitaria están, por ahora, “en espera”.

Los cubanos que han entrado al país ilegalmente también se encuentran en una situación delicada. Anteriormente, al llegar a la frontera, recibían libertad condicional para salir de la detención migratoria y comparecer ante un tribunal. Y después de un año en Estados Unidos, obtenían la residencia permanente ( tarjeta verde ).

Para evitar que estos cubanos se acojan a la Ley de Ajuste, Inmigración renombró el anterior procedimiento de libertad condicional (parole) como I-220A, una especie de libertad condicional de facto, aunque no necesariamente de iure. El tribunal de apelaciones de inmigración dictaminó que el I-220A no cumple con la condición de libertad condicional que el cubano necesitaría para solicitar la residencia, de acuerdo con la Ley de Ajuste.

Esto significa que en lugar de estar en fila para recibir una tarjeta verde, los cubanos han sido trasladados a una lista de espera para ser deportados de los EE.UU. como cualquier otra persona indocumentada.

La comunidad cubana en Florida está experimentando un amargo despertar.  No son gringo. Son cubanos mayameros.

Durante años, muchos creyeron en los cantos de sirena del Partido Republicano y apoyaron con entusiasmo a figuras como Trump, quien hoy los traiciona sin el menor disimulo.

El presidente ha propuesto no solo la suspensión total de la libertad condicional, sino que incluso amenaza con negar la entrada a los cubanos con visa y ha declarado la guerra no solo a los migrantes, sino también a sus defensores: abogados, medios de comunicación, universidades y cualquier institución que brinde apoyo o protección. Busca sembrar el miedo y la desmovilización. Silencio y obediencia. Lo que queda al descubierto no es solo la fragilidad jurídica de miles de personas, sino la profunda inconsistencia ética de un sistema que utiliza a los seres humanos como instrumentos políticos. En definitiva, los cubanos son también todo lo que Trump necesita para fomentar el nuevo holocausto migratorio: vienen del extranjero, hablan español y, a ojos del presidente, son seres inferiores, con «malos genes», por mucho que le hayan rendido homenaje en las urnas de Miami.