El capitalismo feroz avanza. ¿Por qué se nos hace tan difícil reaccionar?

Por: Marcelo Colussi

Es momento de entrar en una nueva etapa, otro reto, y ¿por qué no?, sacar a los zurdos de mierda y mandarlos a chingar a su madre”.

Ricardo Salinas Pliego, multimillonario y posible candidato presidencial en México

Al zurdo de mierda no le podés dar ni un milímetro, porque lo usan para destrozarte. No se negocia con esa mierda”.

Javier Milei, presidente de Argentina

Lo que algunas décadas atrás parecía un camino directo y despejado hacia una sociedad post capitalista, hoy día ha quedado clausurado. No digamos absolutamente sucumbido, terminado de una vez, enterrado para siempre. Pero sí, sin dudas, obstruido. Ese camino ha encontrado muy poderosos obstáculos que tornan difícil seguir avanzando. ¿Habrá que desistir de la lucha, desechar lo ideales de cambio o, cobrando nuevas fuerzas, tomar rutas alternas entonces? ¿Cuáles? ¿De qué manera? En todo caso, ¿cómo superar esas sólidas barreras que se han alzado, sabiendo que el sistema, aunque se muestre victorioso ahora, no da salida a la humanidad? No olvidar nunca -eso nos debe dar esas fuerzas que hoy parecen faltar- que ahora apenas un 15% de la humanidad tiene acceso a satisfactores dignos, mientras el 85% restante pasa grandes penurias.

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Transformaciones del Capitalismo: Un Análisis Contemporáneo

Por Henry Pacheco: No hay un consenso único sobre las mutaciones del capitalismo contemporáneo, ya que los economistas y sociólogos debaten si los cambios recientes representan una transformación fundamental del sistema o simplemente una adaptación a nuevas circunstancias. Sin embargo, muchas de estas perspectivas coinciden en varios puntos clave.

Transformaciones del Capitalismo

El capitalismo ha experimentado diversas transformaciones a lo largo de su historia, pasando del mercantilismo al capitalismo industrial y al capitalismo de consumo. La revolución industrial, por ejemplo, marcó un cambio radical al introducir la producción en masa y la fábrica como el centro de la economía. Estos cambios no solo alteraron la estructura económica, sino también las relaciones sociales, el entorno de trabajo y la distribución de la riqueza.


Mutaciones Actuales

Actualmente, las mutaciones se centran en la globalización, el auge de la tecnología digital y la financiarización de la economía. Estos son los aspectos más debatidos y que muchos consideran que definen el capitalismo contemporáneo:

Globalización: La libre circulación de bienes, capital y, en menor medida, personas, ha deslocalizado la producción y creado cadenas de suministro globales. Esto ha impulsado el crecimiento económico, pero también ha generado desafíos, como la pérdida de empleos en las economías desarrolladas y la explotación laboral en algunas regiones. El poder de las empresas multinacionales ha crecido significativamente, a menudo superando el de los estados-nación.

Capitalismo de Plataformas: El surgimiento de empresas tecnológicas gigantes como Google, Amazon, Apple y Meta ha creado un nuevo modelo de negocio basado en la recopilación y monetización de datos. Estas plataformas operan como intermediarios, controlando el acceso a servicios y mercados, y generando una concentración de poder sin precedentes. Este modelo ha sido criticado por su impacto en la privacidad, la precariedad laboral (economía gig) y la competencia.

Financiarización: La economía global se ha vuelto cada vez más dependiente del sector financiero. En lugar de centrarse en la producción de bienes y servicios, gran parte de la actividad económica se enfoca en transacciones financieras como derivados, bonos y acciones. Esto ha llevado a una desconexión entre la economía real y la economía financiera, haciendo que el sistema sea más vulnerable a las crisis. La financiarización ha exacerbado la desigualdad, ya que los beneficios se concentran en una pequeña élite.

Capitalismo de Vigilancia: Shoshana Zuboff, una de las principales teóricas en este campo, argumenta que el capitalismo ha entrado en una nueva fase dominada por las empresas tecnológicas que rastrean, analizan y predicen el comportamiento humano con fines comerciales. Este modelo explota los datos personales, que son la materia prima, para influir y manipular el comportamiento, lo que representa una amenaza para la autonomía individual y la democracia.


¿Revolución o Evolución?

El debate clave es si estos cambios son simplemente ajustes o si representan una reorganización fundamental del sistema. Algunos economistas argumentan que, a pesar de las transformaciones tecnológicas y financieras, los principios básicos del capitalismo—la propiedad privada, la búsqueda de beneficios y la competencia de mercado—siguen intactos.

Otros, sin embargo, creen que las mutaciones actuales son tan significativas que estamos presenciando el surgimiento de un nuevo tipo de sistema, con nuevas lógicas de poder y acumulación. Este nuevo sistema se caracteriza por la dominación de lo digital y lo financiero, y por la creciente desigualdad.

las mutaciones de la dominación del capitalismo contemporáneo.

Otros, sin embargo, creen que las mutaciones actuales son tan significativas que estamos presenciando el surgimiento de un nuevo tipo de sistema, con nuevas lógicas de poder y acumulación. Este nuevo sistema se caracteriza por la dominación de lo digital y lo financiero, y por la creciente desigualdad.

La crisis del neoliberalismo-económica, social, ecológica y de legitimidad– ha abierto un ciclo de descomposición del consenso liberal-democrático, en cuyo interior emergen proyectos reaccionarios con capacidad de interpelar a sectores amplios de las clases subalternas.

Esta declaración propone una tesis que conecta la crisis del neoliberalismo con la emergencia de movimientos reaccionarios. 

Es una perspectiva común en la sociología y la ciencia política contemporánea, y se basa en varios argumentos interconectados que exploran cómo la crisis del neoliberalismo crea las condiciones para el ascenso de proyectos políticos que, aunque se presentan como soluciones, en realidad buscan restaurar un orden social jerárquico y autoritario.


La Crisis del Neoliberalismo

El neoliberalismo se ha caracterizado por la desregulación, la privatización y la reducción del gasto público. Sus defensores sostienen que estas políticas fomentan la eficiencia y el crecimiento económico, pero sus críticos argumentan que han generado una serie de crisis:

Crisis económica: La liberalización financiera sin control llevó a la crisis de 2008. La austeridad, una respuesta común a estas crisis, ha reducido los salarios, precarizado el empleo y aumentado la desigualdad.

Crisis social: La reducción de los servicios públicos y el aumento de la desigualdad han debilitado las redes de seguridad social y fracturado el tejido comunitario. Esto ha generado descontento, frustración y una sensación de abandono en amplios sectores de la población.

Crisis ecológica: El modelo de crecimiento neoliberal, que prioriza la acumulación de capital sobre la sostenibilidad, ha acelerado la crisis climática y la degradación ambiental.

Crisis de legitimidad: La incapacidad del modelo neoliberal para resolver estos problemas y la percepción de que las élites políticas y económicas están desconectadas de las preocupaciones de la gente común han erosionado la confianza en las instituciones democráticas.


El Ascenso de Proyectos Reaccionarios

En este contexto de crisis, los partidos y movimientos políticos que prometen volver a un pasado idealizado, a menudo apelando a la nación, la tradición o la identidad, encuentran un terreno fértil. Estos proyectos reaccionarios interpelan a las clases subalternas—aquellos sectores de la población que se sienten marginados o perjudicados por el sistema neoliberal porque ofrecen una respuesta sencilla a problemas complejos.

Chivos expiatorios: En lugar de culpar a las políticas económicas, estos movimientos a menudo señalan a grupos externos como los inmigrantes, las minorías o las élites «globalistas» como los responsables de los problemas sociales.

Nostalgia: Prometen restaurar un sentido de orden y seguridad que muchos sienten que se ha perdido. Su narrativa se basa en la idea de que «las cosas estaban mejor antes».

Liderazgo autoritario: Ofrecen un liderazgo fuerte y decisivo que promete acabar con el «caos» y la «corrupción» del sistema.

Este fenómeno se ve en el auge de partidos de derecha radical en Europa, el crecimiento de movimientos nacionalistas en América Latina y el resurgimiento del populismo de derecha en Estados Unidos. Aunque estos proyectos pueden parecer soluciones, sus críticos argumentan que a menudo terminan exacerbando la desigualdad y socavando las libertades democráticas. La paradoja es que, en su intento por resolver la crisis del liberalismo, estos movimientos podrían terminar por desmantelar el sistema democrático por completo.

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La Complicidad entre Liberalismo y Fascismo

Por. Henry Pacheco: La frase «Liberalismo y fascismo: cómplices del crimen capitalista» es una formulación crítica que surge principalmente desde perspectivas marxistas y de la teoría crítica. Para entenderla, es necesario analizar la relación que estas corrientes ideológicas establecen entre el liberalismo, el fascismo y el capitalismo.

1. El liberalismo como «forma normal» del capitalismo

Desde esta visión, el liberalismo se considera la expresión política «natural» o «normal» del sistema capitalista. Sus principios, como la propiedad privada, el libre mercado y la no intervención estatal excesiva en la economía, son vistos como las condiciones ideales para el desarrollo y la acumulación del capital. La democracia liberal, con sus libertades individuales y su Estado de derecho, proporciona el marco institucional para que la burguesía (la clase propietaria de los medios de producción) prospere y mantenga su hegemonía.

2. El fascismo como «forma de excepción» o «dictatorial» del capitalismo

Aquí es donde entra el fascismo. La crítica sostiene que el fascismo no es un fenómeno ajeno o radicalmente opuesto al liberalismo, sino más bien una respuesta de emergencia del capitalismo en tiempos de crisis profundas. Cuando la crisis económica se agudiza y las contradicciones sociales se vuelven insostenibles (por ejemplo, con el auge de los movimientos obreros y socialistas que amenazan con abolir el sistema), la burguesía, para proteger sus intereses y la propiedad privada, puede renunciar a la democracia liberal y apoyar un régimen fascista.

El fascismo, en este sentido, sería una «solución revolucionaria» que mantiene el capitalismo intacto. No nacionaliza la propiedad privada como el socialismo, sino que somete la economía a un control estatal totalitario y violento para aplastar cualquier disidencia y asegurar la supervivencia del sistema. La violencia, el nacionalismo extremo y el corporativismo se convierten en las herramientas para preservar el orden social capitalista ante la amenaza de su colapso.

3. La complicidad: el paso de la democracia al totalitarismo

La idea de «cómplices» sugiere que no hay una oposición irreconciliable entre liberalismo y fascismo en el fondo, sino una relación de continuidad y conveniencia. Los puntos clave de esta tesis son:

El fracaso del liberalismo: El liberalismo, al no poder resolver las contradicciones inherentes al capitalismo (crisis económicas, desigualdad, luchas de clases), abre la puerta a soluciones más autoritarias.

El apoyo de la burguesía: Cuando la democracia liberal se vuelve un riesgo para sus privilegios, las clases propietarias se alían con los movimientos fascistas, financiándolos y legitimándolos para que actúen como un muro de contención contra las demandas populares.

La lógica de dominación: Tanto el liberalismo (en su forma de dominación burguesa y explotación del trabajo) como el fascismo (en su forma totalitaria y violenta) son considerados por esta perspectiva como diferentes «modos de gobierno» para perpetuar el dominio capitalista.

De lo anterior podemos afirmar que:

A menudo oímos que el liberalismo es el último bastión contra el fascismo. Representa la defensa del Estado de derecho y la democracia frente a demagogos aberrantes y malévolos que buscan destruir un sistema perfectamente válido para su propio beneficio. Esta aparente oposición ha estado profundamente arraigada en las llamadas democracias liberales occidentales contemporáneas a través de su mito de origen compartido. 

Como todo escolar estadounidense aprende, por ejemplo, el liberalismo derrotó al fascismo en la Segunda Guerra Mundial, venciendo a la bestia nazi para establecer un nuevo orden internacional que, a pesar de todos sus posibles defectos y fechorías, se basó en principios democráticos fundamentales que son la antítesis del fascismo.

Esta forma de enmarcar la relación entre liberalismo y fascismo no solo los presenta como polos opuestos, sino que define la esencia misma de la lucha contra el fascismo como la lucha por el liberalismo. Al hacerlo, forja un falso antagonismo ideológico. 

Pues lo que el fascismo y el liberalismo tienen en común es su inquebrantable devoción al orden mundial capitalista. Mientras uno prefiere la protección del gobierno hegemónico y consensual, y el otro se apoya con mayor facilidad en la mano dura de la violencia represiva, ambos se empeñan en mantener y desarrollar las relaciones sociales capitalistas y han colaborado a lo largo de la historia moderna para lograrlo. 

Lo que este aparente conflicto enmascara —y este es su verdadero poder ideológico— es que la verdadera y fundamental línea divisoria no reside entre dos modos diferentes de gobernanza capitalista, sino entre capitalistas y anticapitalistas. 

La prolongada campaña de guerra psicológica librada bajo la engañosa bandera del «totalitarismo» ha contribuido en gran medida a difuminar aún más esta línea de demarcación, presentando engañosamente al comunismo como una forma de fascismo.

Dada la forma en que el debate público actual sobre el fascismo tiende a enmarcarse en relación con la supuesta resistencia liberal, no podría haber tarea más oportuna que reexaminar escrupulosamente el registro histórico del liberalismo y el fascismo reales. 

Como veremos, incluso en este breve resumen, lejos de ser enemigos, fueron —a veces sutilmente, a veces abiertamente— cómplices del crimen capitalista.

En resumen, la frase no dice que el liberalismo y el fascismo sean lo mismo, sino que el primero, en su forma de Estado capitalista, puede «devenir» en el segundo cuando sus mecanismos democráticos ya no son suficientes para proteger los intereses del capital. El fascismo se presenta como la cara violenta y totalitaria del mismo sistema económico que el liberalismo representa en su forma más «suave» y democrática. Por lo tanto, ambos serían cómplices de los «crímenes» del capitalismo, entendidos como la explotación, la desigualdad y la dominación.

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Nada es Gratis

Por: Fernando Buen Abad

Salvo algunos casos muy excepcionales, nada es gratis y esto contiene una verdad “al costo”. Esa ilusión de lo “gratis” no solo opera como un mecanismo de dominación ideológica, sino que también encubre las relaciones de producción históricas que sostienen el intercambio de bienes y servicios.

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El silencio de los corderos

No me refiero aquí al célebre filme (1991) dirigido por Jonathan Demme y protagonizado por Jodie Foster y Anthony Hopkins. Me refiero a todos los que, dotados de conciencia crítica, no sabemos cómo actuar ante el vertiginoso ascenso de la política de derecha, el agravamiento de la destrucción ambiental (incendios en todo Brasil y desertificación en la Amazonia y el Cerrado), el genocidio del pueblo palestino por el gobierno de Israel, la connivencia de políticos electos por los votos de la izquierda con las fullerías de la derecha.

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