Venezuela y Estados Unidos ¿Han mejorado las relaciones?

Por: Sergio Rodríguez Gelfenstein

El gobierno de Venezuela y el de Estados Unidos han logrado estabilizar una línea de comunicación permanente. Ello se debe más a definiciones de orden interno en Estados Unidos que a un mejoramiento real de los vínculos entre los dos países. Finalmente, en Estados Unidos se está imponiendo la pragmática propuesta MAGA (Make American Great Again) frente a la ideológica de los neoconservadores liderados por Marco Rubio.

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¿Qué está pasando en Siria…y en el Asia Occidental?

Por: Sergio Rodríguez Gelfenstein

A Carlos Pereyra Mele,

profesor y maestro.

Uno de los más agudos y brillantes estudiosos de la geopolítica

que se nos fue ayer, antes de tiempo.

¡Hasta siempre Maestro!

Como se ha hecho habitual, paradójicamente los grandes medios corporativos trasnacionales de la información… se están dedicando a la desinformación. Esta aseveración es especialmente aberrante cuando se habla de los acontecimientos en Asia Occidental. Aunque la tergiversación de los hechos es una práctica cotidiana, en la actualidad esta situación es atroz cuando se trata de reconstruir las vicisitudes y las acciones que están sucediendo en la región desde hace dos años y medio.

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Es Trump un loco o un típico niño rico extasiado por sus perversiones?

Por: Sergio Rodríguez Gelfenstein

A Frantz Fanon,

en el centenario de su nacimiento,

por señalarnos el camino.

La extendida opinión de que lo que está ocurriendo en Estados Unidos y en el mundo tiene su origen en el hecho de que “Trump está loco” no deja de ser simplista y banal. Al contrario, creo que tras la actuación de Trump hay un plan muy bien elaborado y concebido por la Fundación Heritage, una organización de orientación conservadora fundada en 1973 y que tiene su sede en Washington.

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Diplomacia china: Mientras unos hacen la guerra, otros abogan por la paz.

Por: Sergio Rodríguez Gelfeinstein

Mientras Estados Unidos diseña guerras, planifica invasiones, decide sanciones e implementa aranceles contra todo el mundo, China silenciosamente avanza en su diplomacia de paz. Al mismo tiempo que Washington retóricamente vomita su plan de destrucción planetaria que ejecuta maquiavélicamente suponiendo que de esa manera va a poder mantener su hegemonía global, Beijing, sin hacer mucho ruido, construye una dinámica de paz y cooperación a fin de hacer de la Tierra un espacio vivible para todos sus habitantes.

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Internacionalista Sergio Rodríguez analiza el ataque de EEUU contra Irán y pone en duda veracidad del anuncio de Trump

En exclusiva para Venezuela News el internacionalista, Sergio Rodríguez, analizó el ataque de Estados Unidos (EEUU) contra Irán este sábado y puso en duda la veracidad del anuncio del presidente norteamericano, Donald Trump.

«Esto está apenas comenzando, primero hay que verificar que la información que dio Trump sea real, no es una persona que siempre diga la verdad», comentó.

En este sentido, aseveró que se debe verificar en el terreno los resultados de estas operaciones y hay que escuchar las informaciones del Gobierno iraní al respecto.

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Sucesión papal, ¿continuidad o regresión conservadora?

Por: Sergio Rodríguez Gelfenstein

Aunque sea duro decirlo, el Papa Francisco se estaba preparando desde hace mucho tiempo para su fallecimiento. No lo tomó por sorpresa. Su salud se venía quebrantando paulatinamente y a pesar de su gran esfuerzo, constancia y perseverancia, se tuvo que rendir a lo inevitable. En los últimos meses se propuso hacer algunas transformaciones que no quería dejar truncas. En el contexto, en el Vaticano daba inicio una brutal “guerra” por la sucesión. Como dice, Jaime Escobar Martínez, director de la revista chilena “Reflexión y Liberación” tal vez el más destacado vaticanólogo latinoamericano, “Cuando un Papa está muy enfermo, ingresamos en territorio desconocido e incierto”.

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No es solo una guerra comercial…y apenas está comenzando.

Por: Sergio Rodriguez Gelfeinstein

No conocemos el impacto que habrá causado en los habitantes de las islas Heard y McDonald la imposición de 10% de aranceles a sus exportaciones por parte de la administración Trump. Lo más probable es que nunca lo sepamos, porque la población de esos territorios está compuesta sólo de pingüinos, focas, tortugas y aves marinas. Hace más de diez años desde la última vez que un humano pisó tales islotes rocosos de 412 Km² ubicadas a medio camino entre Australia y África, cuya actividad económica sustentada en la producción de aceite de elefante marino y cazas de focas, finalizó en 1877.


Esta decisión nos permite -de alguna manera- comprender la dimensión de las recientes medidas tomadas por Estados Unidos a fin de desatar una “guerra comercial” contra el mundo, que supone una verdadera hecatombe sistémica cuyas consecuencias todavía están por verse. No parece fácil hacer ese ejercicio, avezados economistas hablan de “fin de la globalización”, “catástrofe sistémica” o “destrozo del sistema de comercio mundial por una falacia económica básica” según afirma el reconocido profesor de economía de la Universidad de Columbia Jeffrey Sachs quien asegura que Trump afirma erróneamente  que el déficit comercial de Estados Unidos se debe a que el resto del mundo lo ha estafado.
Otra opinión autorizada, la de la Asociación Económica Estadounidense señala que “ la fórmula usada para fijar los aranceles, publicada por la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos tiene un error y carece de lógica económica”, asegurando que  “el cálculo de los aranceles no tiene respaldo ni en la teoría económica ni en el marco legal del comercio internacional”. Esta prestigiosa institución considera que si se corrigieran los errores de cálculo, se podría impulsar la economía del país, favoreciendo la liberalización del comercio y reduciendo el riesgo de una posible recesión.
De manera que las acciones de Trump no tienen sustento teórico ni siquiera en la doctrina económica del capitalismo. No obstante, tampoco se trata de hacer una simplificación diciendo que lo que está ocurriendo es una total locura. No lo creo, no creo que el mundo esté sufriendo un fuerte colapso sistémico motivado en una disfunción siquiátrica del jefe de la administración del país más poderoso del planeta.
Pienso que todo obedece a un plan fríamente elaborado y calculado. La política es un hecho racional en el que lo subjetivo tiene mayor o menor influencia en la medida del protagonismo de los actores, ya sean estos individuales o colectivos. Pero cuando lo irracional supera lo tangible, estamos ante una situación que sale de los límites normales de análisis. Tendrían los siquiatras y sicólogos que transformarse en científicos sociales para explicar lo que está sucediendo.
No se trata de locura, más bien de estupidez, estulticia, insensatez o como quiera llamársele. Y esos no son rasgos que caractericen una enfermedad mental, sino expresiones propias de la arrogancia y la prepotencia capitalista como respuesta a una situación en la que las cosas no están saliendo como se desean, es decir de la misma manera que ha venido ocurriendo al menos durante los últimos 250 años o, muchos milenios antes si nos atenemos a la existencia de sociedades de clases donde los poderosos han impuesto voluntad por la fuerza.
Como si fuera un monarca que ostenta todos los poderes, Trump pasa por encima de los poderes legislativo y judicial, desbaratando con su práctica la quimera del equilibrio de poderes que asume la retórica liberal. Pero así como Roma tuvo a Calígula y el imperio otomano a Solimán, Trump caerá por la propia fuerza del sistema que pretende derrumbar a fin de maximizar las riquezas de un sector minoritario de la plutocracia estadounidense.
En una actitud supremacista nunca antes enarbolada por otro presidente estadounidense, Trump, actuando incluso al margen de una mínima racionalidad, supone que su país tiene una potestad y un mandato planetario que no puede ser puesto en tela de juicio. Su mentalidad ególatra y arrogante no le permite reconocer errores, por lo que se ha rodeado de amigos y familiares que lo alaban en demasía y siempre le encuentran la razón.
Han transcurrido tres meses desde su llegada a la presidencia de Estados Unidos, el mundo aun no despierta de la medición de las consecuencias de lo que observa en la superficie, para comenzar a atisbar que lo que está ocurriendo, va más allá de un simple temblor que se siente en la corteza para ir comprendiendo que en realidad se está en epicentro de un violento terremoto en lo más profundo de la estructura del sistema capitalista. No se trata solo de “hacer grande a Estados Unidos de nuevo”, por sobre todo lo que intenta Trump es salvar el dólar, salvar la hegemonía de Estados Unidos y salvar al sistema capitalista que se debate en contradicciones propias de su etapa imperialista cuando el crecimiento inconmensurable de los monopolios destruyen la competencia que es consustancial al sistema.
Esto no es nuevo, ya en la década de los 70 del siglo pasado dio inicio una crisis de dimensiones estructurales a la que se le intentó dar respuesta implantando el neoliberalismo a nivel planetario, suponiendo que sería la panacea para superar lo que se consideraba un impasse superficial y cíclico. Esto trajo niveles superiores de explotación de los asalariados, violación de las normas y valores más elementales de la democracia liberal que le había dado sustento al sistema durante dos siglos y la generación de conflictos y guerras para activar el aparato industrial militar como forma de salir de la crisis.
Sin embargo, como las medidas tomadas durante medio siglo no han apuntado a solventar el problema de fondo, este se ha profundizado hasta hacerse inmanejable. El déficit de Estados Unidos llegó a 59.000 millones de dólares en 1980. En ese mismo año, la deuda federal total ascendía a 914.000 millones de dólares, un aumento de 532.000 millones desde 1970.  El 2 de enero de 2025 el límite de la deuda se restableció en 36.104 billones de dólares, mientras que el déficit fue de 2 billones de dólares o el 7% del PIB. Vale recordar que en ese período han gobernado presidentes republicanos y demócratas de manera que no tiene sentido echarle la culpa a unos u otros, mucho menos tomar posición como si esa fuera la causa de lo que ocurre al tiempo que se pretende ocultar la crisis sistémica.
Sachs explica que “el déficit comercial de un país (o, más precisamente, su déficit en cuenta corriente) no indica prácticas comerciales desleales por parte de los países con superávit. Indica algo completamente distinto. Un déficit en cuenta corriente significa que el país deficitario gasta más de lo que produce. Es decir, ahorra menos de lo que invierte”. En el caso de Estados Unidos, se debe mantener un modo de vida sustentado en un despilfarro crónico, sobre todo de la clase dominante y de una clase media que gasta, creyendo que es inmune a los vaivenes de la economía. Sachs refiere también que esta crisis está motivada en “déficits presupuestarios crónicamente elevados derivados de recortes de impuestos a los ricos, combinados con billones de dólares desperdiciados en guerras inútiles. Los déficits no son la perfidia de Canadá, México y otros países que venden más a Estados Unidos de lo que Estados Unidos les vende a ellos”
Estados Unidos debe sostener 800 bases militares en todo el mundo, en las que 1.240.000 soldados totalmente improductivos deben ser mantenidos por el Estado. Así mismo debe financiar 11 fuerzas de tarea de portaviones que están en constante e innecesario desplazamiento por todos los océanos del planeta. De paso, es bueno recordar que los hutíes de Yemen, el país más pobre del Asia occidental, se han encargado de demostrar su total ineficiencia. Según Trump, la guerra en su expresión bélica no es el mejor negocio para Estados Unidos, por ello recurre a la guerra económica pensando que este expediente si puede llevar a Estados Unidos a una victoria. No obstante, no se debe olvidar que, conceptualmente “la guerra es la continuación de la política por medios violentos” y que según Lenin, “la política es la expresión concentrada de la economía”, de manera que todo lo que está sucediendo tiene única y exclusivamente causas económicas, léase crisis económica del capitalismo y de Estados Unidos.
Suponer -como lo hace Trump- que esta guerra la va a ganar por vía del aumento de aranceles y que ello va a conducir a que los países del mundo eliminen los propios, que las empresas se van a trasladar ipso facto a Estados Unidos, que cada país no va a manipular sus monedas como medida de protección y que todo el mundo se va a volcar a comprar productos estadounidenses…producidos en Estados Unidos, no deja de ser una quimera de un arrogante malcriado.
Algunas consecuencias de estas medidas ya se comienzan a percibir. El primer golpeado es el propio pueblo de Estados Unidos. Algunos de los más connotados economistas estadounidenses han anunciado que el déficit comercial de su país no podrá ser cerrado, por el contrario, creen que las medidas tomadas empobrecerán a los ciudadanos norteamericanos y perjudicarán al resto del mundo. Justin Wolfers profesor de economía de la Universidad de Michigan, cree que el costo de la vida en su país aumentará un 6% ya que las empresas trasladarán los costos adicionales a los consumidores. Por otro lado, a pesar de la opinión contraria de los voceros de la administración, analistas de JPMorgan vaticinan que los aranceles de Trump muy probablemente sumirán a la economía global en una recesión este año.
En otro ámbito, pareciera que el bloque favorable a Trump en el Congreso de Estados Unidos comienza a resquebrajarse. Cuatro senadores republicanos se unieron a los demócratas para rechazar la política de aranceles de Trump en una votación clave. Esta decisión llevó a que el Senado adoptara una resolución por una votación de 51 a 48 destinada a bloquear los aranceles propuestos por la administración Trump sobre las importaciones canadienses.
Así mismo, en una respuesta inesperada para Trump, China que ahora enfrentará un arancel de 125% sobre sus exportaciones a Estados Unidos ha respondido a cada escalada de Washington. Esto podría aumentar sustancialmente los precios de varios bienes que los estadounidenses compran a China. Washington importó 439.000 millones de dólares en bienes de China el año pasado, la segunda fuente principal de importaciones detrás de México. No parece posible que Estados Unidos pueda ganar esta “guerra comercial” a China. Ya durante su administración pasada, el actual presidente intentó un conflicto de similares características pero mucho más acotado y lo perdió.
Las evidencias señalan que, más allá de sus promesas y a pesar de su avasallante retórica y sus determinantes decisiones, Trump no ha podido ocupar Groenlandia, no pudo imponer su plan para Gaza y no detuvo la guerra en Ucrania en 24 horas. Europa, los países árabes y Rusia respectivamente, se lo han impedido. Tampoco ha logrado vender las 100 mil visas de 5 millones de dólares que ofreció. Así mismo, nadie en el mundo ha dejado de llamar al Golfo de México por su nombre.
Incluso en el tema de las deportaciones ha sido “más la bulla que la cabuya”. Sin dejar de considerar que esto se ha hecho al margen del derecho internacional e incluso de la propia institucionalidad y las leyes de Estados Unidos, la administración Trump no ha podido cumplir lo que se ha propuesto. Al respecto mi colega y amigo Antonio García me recuerda que: ”Con respecto a las deportaciones, un aspecto que ha pasado bajo la mesa es que Trump, en un plazo similar a lo que va de su mandato, ha deportado menos gente que Obama y Biden. Las deportaciones de Biden fueron un escándalo en comparación a otras. Solo en 2024 llegaron a casi 300 mil, […] en un plazo similar superó a las que lleva Trump. Así que las «masivas» deportaciones de Trump han sido un fracaso. Esa es la razón por la cual ha necesitado hacer escándalo con el Tren de Aragua y las deportaciones ilegales a El Salvador para de esa manera esconder su fracaso”.
De igual manera, pareciera que nadie le ha explicado a Trump la situación real de Estados Unidos. Según cifras aportadas por el portal Wofnon cuando en 2008, el PIB per cápita de la Unión Europea era de 37.203 dólares, el de Estados Unidos era de 48.570, una diferencia de 11 mil dólares. En el año 2023, el de la Unión Europea fue de 41.422 mientas que el de Estados Unidos llegó a 82.769 dólares, es decir el doble. En estas condiciones, ¿alguien cree que un empresario europeo trasladará sus fábricas a Estados Unidos donde tiene que pagar el doble de salarios para producir lo mismo que en Europa a mitad de precio o en Asia donde paga el 20%?
Otro elemento de análisis es el desplome de las bolsas que no han cesado de caer desde el anuncio de la imposición de aranceles por Trump. Las cifras han oscilado desde el -2,77% del índice Nikkei de Japón hasta la caída del 9% de Apple.
Los hasta ahora aliados de Estados Unidos, sujetos aún a él por su subordinación en la OTAN y por bases militares que les proporcionan seguridad y defensa, han puesto el grito en el cielo. Desde Alemania a Australia, desde Suiza a Japón y desde Francia a Suecia, han hablado de “inquietud” y “aranceles más dañinos de lo esperado”. El gobierno de Bélgica, país sede de la OTAN, dijo que Estados Unidos «acabará quemándose a fuerza de jugar con cerillas»… Otros, como los presidentes de Argentina y Ecuador manifiestan subordinación plena al contentarse con los aranceles impuestos a sus países por ser menores que los de otros.
Pero lo que tal vez tenga mayor importancia y proyección de futuro, es la propia reacción del pueblo de Estados Unidos. En manifestaciones solo comparadas a las que se opusieron a la guerra en Vietnam en la década de los 70 del siglo pasado, y bajo el lema ¡Manos fuera!,  se realizaron en un solo día, el pasado sábado 5 de abril alrededor de 1200 manifestaciones en los 50 estados de la unión norteamericana en las que participaron más de 150 grupos sociales y alrededor de 500 mil ciudadanos para expresar su repudio y rechazo a las medidas tomadas por Trump que afectan su situación económica y sus derechos laborales y humanos.
Este conflicto que ha iniciado Trump no es coyuntural ni de corto plazo, no tiene carácter táctico. Es un error caracterizarlo y analizarlo como tal. No. Es estructural, de largo plazo y de carácter estratégico. Lo que está en juego es la sobrevivencia del capitalismo por un lado y la sobrevivencia de la humanidad por el otro…y recién está comenzando.
Ya lo señalaba Lenin en 1916: “La época de la fase superior del capitalismo nos muestra que entre los grupos capitalistas se están estableciendo determinadas relaciones basadas en el reparto económico del mundo; al mismo tiempo, y en conexión con esto, están creciendo determinadas relaciones entre los grupos políticos, entre los Estados, sobre la base del reparto territorial del mundo, de la lucha por las colonias, de la “lucha por las esferas de influencia”.
De esto hace más de 100 años, mucho ha cambiado el mundo, pero la esencia es la misma. Este es un conflicto sistémico, es mucho más que una guerra comercial o una confrontación geopolítica. Lo dice incluso, uno de los mayores multimillonarios del planeta, el inversor y gestor de fondos de cobertura estadounidense Ray Dalio quien hoy, 9 de abril en su cuenta X afirmó que: “Lo más importante a tener en cuenta es que estamos viendo una ruptura clásica de los principales órdenes monetarios, políticos y geopolíticos. Este tipo de colapso se produce solo una vez en la vida, pero ha ocurrido muchas veces en la historia cuando se dieron condiciones insostenibles similares».
Dalio agregó que estamos asistiendo al desmoronamiento del orden geopolítico a causa de que -según él- la era del dominio de Estados Unidos ha terminado a raíz del enfoque unilateral de Washington que se ha plasmado en la guerra comercial, la guerra geopolítica, la guerra tecnológica y, en algunos casos, las guerras militares que ha liderado”.
Si alguien pregunta porque Estados Unidos arremete contra los que hasta hace poco eran sus aliados, también Lenin tiene la respuesta: “… es consustancial al imperialismo la rivalidad entre varias grandes potencias por hacerse con la hegemonía, es decir, para apoderarse de territorios, no tanto directamente para ellas mismas, sino para debilitar al adversario y minar su hegemonía…”.
Como dije antes, esto apenas está comenzando…
sergioro07.blogspot.com

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Ayacucho: “La más gloriosa batalla del Nuevo Mundo”

Por: Sergio Rodriguez Gelfenstein

Cuando el Libertador Simón Bolívar llegó al Perú el 1 de septiembre de 1823 se encontró un escenario muy complicado. Existían fuertes contradicciones entre José de la Riva-Agüero y el Marqués de Torre Tagle. El país tenía dos presidentes, dos gobiernos y dos Congresos. En Colombia, aunque la situación era mejor, también había dificultades que retrasaron la autorización a Bolívar para que pudiera marchar al Perú.

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La izquierda en América Latina. Tendencias y perspectivas (I)

Por: Sergio Rodriguez Gelfeinstein
Hacer una valoración sobre el papel de las fuerzas de izquierda en la América Latina
después de las elecciones en Venezuela, entraña un verdadero reto que obliga a
realizar una revisión conceptual del término “izquierda” toda vez que, desde mi
perspectiva, es una definición caduca y descontextualizada que no refleja la realidad
actual por lo cual conduce a errores que no permiten llegar a conclusiones acertadas.


Debe recordarse que el moderno término “izquierda” proviene de la revolución
francesa cuando se relacionó con opciones políticas que propugnaban un cambio
político y social, mientras que el término «derecha» quedó asociado a las que se oponían
a dichos cambios. El lugar donde se sentaban los diputados que apoyaban o no, leyes a
favor o en contra de la monarquía en las sesiones de la Asamblea Nacional de Francia
en tiempos de la revolución de 1789, marcaron para el futuro una concepción que
respondía a las condiciones del debate que se producía en esa época revolucionaria,
pero que no tienen vigencia alguna en el mundo de hoy cuando tras 230 años se han
producido profundas transformaciones económicas, políticas y sociales en el planeta
que han significado mutaciones en el devenir de la acción y el pensamiento político.
En este ámbito, se debe considerar que el basamento fundamental sobre el que se
sustentaba el pensamiento revolucionario de aquella época eran las ideas republicanas
y la democracia por oposición a la monarquía y el absolutismo. La burguesía naciente
encarnaba las ideas de progreso, libertad, igualdad y fraternidad, algunas de las
cuales también están caducas, no porque hayan perdido validez, sino que, por haberlas
despojado de su contenido transformador, resultan vacuas y excluyentes.
El término fue evolucionando con el tiempo, comenzó a vincularse con el liberalismo y
posteriormente con el socialismo democrático y el laborismo hasta llegar al socialismo
científico de Marx y Engels. Así mismo, a la izquierda se le comenzó a asociar con las
luchas sociales de los obreros en favor de mejores condiciones de vida y trabajo. En
los siglos XIX y XX las ideas de izquierda se asociaron a la de revolución y  la lucha de
clases contra toda explotación y alienación de los trabajadores y los pueblos, pero
también, a las de reformismo en un debate inacabado que aún hoy tiene presencia y no
solución.
De la misma manera, el paradigma de progreso y el progresismo como su consecuencia
-tan en boga en la actualidad- tuvo su origen en la Europa occidental también en el

siglo XIX. Se le asoció indistintamente con revolucionarios y reformistas en tanto
unos propugnaban una transformación estructural de la sociedad capitalista, y otros,
solo algunas variaciones que condujeran a mejoras en el marco del sistema.
Debe decirse que toda esta terminología ha ido evolucionando en el tiempo (en
particular la relacionada a los conceptos de izquierda, revolución, reforma, y progreso)
cuyo origen -como se dijo- se remonta al siglo XIX. En ese período, la revolución
industrial, la consolidación del capitalismo como sociedad de clases triunfante y su
victoria frente al feudalismo en la llamada guerra civil de Estados Unidos a mediados
de esa centuria conduciendo a su transformación en primera potencia mundial (antes
de que finalizara ese siglo), devinieron en el arraigo de la burguesía como clase
dominante que se ubicaba ahora a la derecha del espectro político.
A. partir de la oleada revolucionaria en Europa en 1848 que definió con claridad a la
oposición de izquierda desde la perspectiva de la defensa de los intereses del
movimiento obrero, el progresismo dejó de ser revolucionario para orientarse
claramente hacia el reformismo.
En esta medida, el modelo de democracia liberal de carácter representativo se impuso
como instrumento de lucha de la burguesía mientras fue revolucionaria en su lucha
contra la monarquía y el absolutismo. Doscientos años después, sigue siendo lo mismo:
una herramienta del poder burgués. Eso no ha cambiado, solo que ahora se utiliza
contra el pueblo y los trabajadores y, en general a favor de mantener la exclusión y la
utilización del Estado en beneficio de una minoría. La lucha por la democracia y la
soberanía popular y por la democratización permanente de la sociedad obliga a ampliar
el concepto. No basta con que la democracia sea solo representativa, debe ser además
participativa, consultiva y debe garantizar el protagonismo y el ejercicio del
poder popular.
Este debate, colocado en el mundo del siglo XXI y específicamente en América Latina,
supera lo estrictamente conceptual, toda vez que obliga a países, gobiernos,
parlamentos, partidos y movimientos sociales a definiciones concretas respecto del
devenir de los hechos que conforman el escenario político actual.
Se podría establecer el análisis a partir de los acontecimientos revolucionarios más
trascendentes desde el fin de la segunda guerra mundial en la región: son ellos la
revolución cubana en 1959, la victoria de salvador Allende en Chile en 1970 iniciando
un proceso pacífico de transformación de la sociedad, la revolución sandinista en 1979
y la bolivariana iniciada en 1999. El posicionamiento de las izquierdas en cada una de

ellas respondió a las circunstancias propias del momento y a la situación histórico-
concreta de la época. 
La revolución cubana y el proceso de la Unidad Popular en Chile se produjeron en el
momento más álgido de la guerra fría y de la insurgencia de los movimientos de
descolonización y liberación del tercer mundo que darían nacimiento al Movimiento de
Países No Alineados (MNOAL) instalando la bipolaridad en América Latina y el Caribe
y obligando a las organizaciones políticas y sociales a definirse en el escenario que
esos hechos generaron. La revolución sandinista ocurrió en una de las situaciones de
mayor reflujo en la historia del movimiento popular latinoamericano, dando impulso a
las luchas de liberación nacional, antifascistas y antiimperialistas en todo el
continente. La revolución bolivariana dio inicio en un momento de ofensiva neoliberal
imperialista, generando un punto de inflexión para los combates en favor de la segunda
independencia y el avance hacia la integración latinoamericana y caribeña.
Las “izquierdas” -en cada caso- se fueron acomodando a las circunstancias que estos
hechos revolucionarios producían en la región. Por supuesto, también respondieron a
condiciones locales. Cada uno de estos procesos radicalmente transformadores
condujo a nuevos acomodos, algunos de ellos bastante traumáticos sobre todo porque
resultaron inesperados para las fuerzas de izquierda que se alineaban alrededor de
ideas prosoviéticas, trotskistas, maoístas, anarquistas y otras, en boga en el siglo XX.
Vale decir, por ejemplo, que la corriente de izquierda dominante en el siglo pasado,
que emanaba de la lealtad y vinculación partidista con la Unión Soviética, no apoyó y
hasta estuvo en contra de las revoluciones cubanas y sandinista que se produjeron
cuando todavía el mundo se organizaba desde una perspectiva bipolar. Los procesos
triunfantes en Cuba y Nicaragua no respondían a esa lógica, eran movimientos de
liberación nacional arraigados en ideas nacionalistas y revolucionarias propias (Martí y
Sandino) bastante desconocidos y alejados de la discusión de la izquierda tradicional
de la región.
Todas las fuerzas de izquierda, socialistas y revolucionarias, hasta los comunistas, no
sin resistencias, corrieron a incorporarse a la nueva ola revolucionaria de izquierda
que estos hechos históricos significaron. Casi unánimemente, con algunas salvedades,
sobre todo de algunos sectores trotskistas, dieron su soporte a la novedad que
emanaba de victorias populares en el “patio trasero” del imperio… y que se habían
logrado sin el patrocinio de la Unión Soviética e incluso con su oposición. Ambos
procesos en su momento, significaron fuertes impulsos a la lucha y a la unidad de la
izquierda.

La revolución bolivariana se produjo en otro contexto y en otras circunstancias, tres
de ellas muy importantes: en primer lugar, ya no existía el mundo bipolar y Estados
Unidos campeaba a sus anchas en el planeta. Segundo, no emanó de una guerra
revolucionaria de liberación nacional ni de una insurrección popular armada sino que
llegó al poder por vía electoral, (tal como lo había hecho la Unidad Popular con
Salvador Allende en Chile en la década de los 70 del siglo pasado) derrotando a todo el
entramado de control imperial que por cuarenta años se había entronizado en
Venezuela. Finalmente, a diferencia de las anteriores, el proceso bolivariano no fue
conducido por organizaciones políticas ni líderes encumbrados a partir de la lucha
armada revolucionaria, sino que por una organización naciente con un líder procedente
de las fuerzas armadas del régimen imperante que salió de él para llevar al pueblo a la
victoria. 
Tal escenario, una vez más, llevó al reacomodo de las fuerzas de izquierda, pocas
fueron las que desde un primer momento confiaron en el impulso revolucionario que el
comandante Hugo Chávez le dio a las fuerzas patrióticas del país. Apegados a cierto
conservadurismo teórico, la mayoría no observaba con buenos ojos que un militar
derivado de las fuerzas armadas, pudiera desencadenar y liderar un proceso de
transformación revolucionaria y cultural de la sociedad. 
En esas condiciones se comenzó a desarrollar el proceso bolivariano. Largo sería
mencionar todos los hitos por los que debió transcurrir y no es objetivo de este
trabajo hacerlo. Solo decir que el asombro inicial, fue dando paso a la simpatía y de
esta a un apoyo que pareció tener su verificación en el hecho de que, en abril de 2002,
Estados Unidos organizó, financió y estructuró un golpe de Estado para derrocar al
Comandante Chávez.
El hecho, que determinó opiniones encontradas en lo que hasta ese momento se
denominaba izquierda latinoamericana, dio paso al estupor cuando por primera vez en
la historia de la región una alianza del pueblo con los militares dio cuenta de la
intentona y en menos de 72 horas repusieron al comandante Chávez en el poder. De
ahí en adelante, las variopintas “izquierdas” ya no sólo apoyaban, sino que buscaron
cobijo y hasta financiamiento en este poderoso país que, a diferencia de Cuba,
Nicaragua, sostenidas por el heroísmo y la resistencia de sus pueblos, contaba con la
mayor reserva de petróleo del mundo, misma que el Comandante Chávez quiso poner al
servicio de la liberación de los pueblos. 

Aparecieron “genios de la izquierda” (sobre todo intelectual), de toda la región y del
mundo, que sabían de todo pero que habían hecho poco y nada en sus países solicitando
“aportes” para los más inverosímiles proyectos a cambio de “salvar a Venezuela”.
Ofrecían sus “brillantes e “imprescindibles servicios” para hacer lo que los
venezolanos supuestamente no sabemos, que parecía que era casi todo. Contrastan con
la impecable vocación internacionalista de Cuba y de
algunos luchadores revolucionarios que de forma modesta, silenciosa y solidaria han
venido a apoyar en serio a Venezuela.
No se daban cuenta que el pueblo venezolano hizo una revolución y la ha sostenido en
las barbas del imperio, mientras que ellos se han limitado a escribir unos cuantos
libros y artículos resultando insignificantes personajes en sus propios países. Esa
“fauna” constituida por lo que podría denominarse “mercenarios de izquierda”
formaron y aún forman parte del oportunismo que es también un eslabón de este
amplio espectro que configura la llamada “izquierda” del siglo XXI. Desde el año 2000,
han saltado de proceso en proceso en América Latina , en algunos casos con gran éxito
sobre todo para sus bolsillos.
CONTINUARÁ

Chile: de un Gabriel a otro Gabriel, la traición como política

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

En 1946, el Congreso de Chile eligió a Gabriel González Videla como presidente de la república. Su victoria contó con el apoyo de una alianza formada por radicales, comunistas y demócratas, tras obtener el mayor número de votos en las elecciones del 4 de septiembre.

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