Por: Luis Britto García
Torre de Gálata. Los imperios pueden citarse en un párrafo y las vidas apretarse en un parpadeo. Entre estas marejadas humanas permanece Istanbul, alias Constantinopla, alias Bizancio, durante más de un milenio Segunda Roma, Emperatriz, hoy testigo. La ciudad sobrevive a sus creadores y a sus propias reencarnaciones. Sigue fiel al primer plano de toda urbe, que es la maraña. Si la existencia misma es laberíntica, ¿por qué sus cauces habrían de ser rectilíneos? Quizá las ciudades sean los verdaderos seres vivientes. Somos demasiado pequeños, excesivamente efímeros para ser de alguna consecuencia.
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